LIBRARY OF CONGRESS ODOOB^SOTSA • V 4< Sj?(f^* % « ! *♦•.*•* ^ AMELIA. AMELIA n r o DESGRACIADOS EFECTOS DE LA EXTREMADA SENSIEILIDAD. ANBCDOTA INGLESA* TRADUCHDA FOR D. J. F. S, : CON LICENCIJ. VALENCIA : POE HDEFOSSO MOMPlfi. 182 7 . Se hallard en su libreria, calle nueva de San Fernando , num. 64. 5 AMELIA, 6 DESGRACIADOS EFECTOS DE LA EXTREMADA SENSlBlLWAD. Zialosos moralistas , que para establecer entre los hombres el reino de la virtud y de la psz ? levsnt&is el grifo contra las pasiones y sus funestos ex- cises , seguid en vuestro zelo vuestras estndiadas deelamacio Hes vimentras que yo ^ presen- tando a la vista ds los j6ve* 6 nes en 1^ iistoria $e, Amelia un fatal egemplo Jkth)$ es- tragos ^ espero mayor eonvic- cion y desengano. En toda la • Fnglaterra re- suena la infeliz aventura de esla desgraciada ■ dcncella ; ya aus ealientes ceiiizas ha prodi- gado Paris las mismas la'gri- mas que a Ldndres le han cos- tado. Los preocupaeiones y animoaidades ran injustas coma ba'ibaras , la politica y la guer- ra , no son para las almas sensibles ; ni pueden egercer en elias su devastador imperio. Reunidas por Ja fuerza de la yirtud , estrechadas y confun- didas por los sentimienios de 7 la humanidad , independientes del tieirpo y del lugar , veto nocen la misma patria , el rnis- mo origen , la mis ma familia, y experimentara'n en favor da Amelia el mismo sentimiento y ternura , que si hubiera na« cido en sus climas, Esta tierna criatura , que sera cbjeto de una ccmpasion eterna , debia el ser a unos Padres honrados , que ocupa* dos dnicamente en darle prue- bas de su carino , no hablaban sino de sus progresos en la va- ria instruction que recibia de los mejores Maestrcs. Habia ya adquirido luces sin limites ; pe- ro raras veces se deja gober- 8 nar el corazon por el enters dimiento. La extremada sensi- bilidad * causa tantasveces del infcriunio y de la ruina de su sexo 5 fue el lazo fatal de nuestra Amelia. Un mancebo noble vecino suyo , poco fa- vorecido de la fortuoa i se presentd a su easa 9 y fue aeo- gido con benignidad ; agradd mucho a los padres , y ma- cho mas a la imprudente Ame- lia , que se abandond sin re» si rva d una impresion que no le era familiar , ni habia ja- mas expeumentado semejantes agkaciones del espiritu* Con- tiouaba con bastante frecuen- cia Carlos Dolsey (este era 9 su nombre ) sus visitas... j Qu£ fatalidad la de los Padres que no abren los ojos al peli- gro de estos tratos y unioses, que creciendo muchas veces ba^a el punto de no poderse destt air r son el turbia ma- nantxal de sus desdicbas I Es- peraba un dia Amelia a Doh sey 9 cuando nn repenriao ru- mor llegd a sus oidos , y oye hablar de un cazador ^ que por la mala punteria de su amigo^ recibid uu tiro de fusil , y le Uevaban al patio del palacio, Cedid al punto su corazon a los movimientos de esta sen- sibiiidad que la animaba z y dejaodose arrebatar de ellos^ IO corre hdcia donde esfaba e! desgraciado berido ; vuela a su socorro ; pero qu6 agita« cicn experimeiita $ cuando re- conoce a Dolsey , cubierto de sangre^ lievado sobre una ea- ma portafil 4 y desmayado I No 9 no es la piedad * sino el amor con toda su fuerza y vigor 9 el que se ha apo- derado del alma de la des- graciada Amelia : se precipita sobre Dolsey > y pregunta : Ha perdido la vida ? Ay de mi ! Ya habra mu^rto ! Se le di- jo que no estaba herido de muerfe. En d6nde esta su he- rida ? Replica ; decidme , res- pondedme ; hay que temer ? II Ay de mi ! Si morir£ ! No miraba ni oia a sus padres, que rnandandoie injtilme nte se retirase ^ ia arrebataron de aquel lugar y la encerraron en su cuarto , mas muerta, sin duda , que Carlos. Sus primeras miradas son para bus* carle ; y sus primeros acen- tos para preguntar; d<5nde es- ti ? No serd psligrosa la he- rida? Se la volvid a' asegu- rar 9 y & repetirle que no ha- bia que temer sobre la suer- te de Dolsey , que estaba en su casa * y que se tendria de A el mayor cuidado._No sa- bxan hacerlo... j Es tan hones- to Carlos ^ tan interesante ! Que 12 I no pueda yo misma.... pero yo dudo.... no , no se le ten- dran estas stenciones tan pre- cieas..» Bntonces se la repren* did por esta sensibilidad indis- creta , haci&:dole ver faltaba & la decencia— _ £ La decen- cia , respondid, la decencia priva que me interese en fa- vor de un hombre que esti es- pirando ? § Kstos preceptos de humanidad no son las: prime- ras lecciones que se me haa dado ? Su situacion es muy digna de compasion. Impojsi^- ronle silencio , y le probibie^ ron para siempre estas- exte» rioridades de compasion incon- siderada , diciendole que ofen- 1 II deria la virtud y la honestidad, si persisria mas tiempo en ma- nifestar un sentimiento tan vivo, Quedd sola Amelia., y re- iJexionando sobre lo que aca- baban de decide : Que 1 La honestidad (decia) ordena que sea ba'rbara ? Que' es , puesj Ja virtud I J No podr£ yo com- padecerme de un hombre jo- ven, apreciable . 9 amable , con- cederle loda mi companion, y manifestarla 1 Los Padres !. .. No son en esto tiranos ? Ellos desaprueban 9 obligan , y en- cadenan nuestras mas caras in- clinaciones 1 Que ! Y6 debo set indiferente z la MUiacion de Carlos ? Ah I Jamas , ja? H ma's habrd en mi semejante crueldad : y aim cuando lo quisiera , no me seria posible cumplir con esta ley tan in- humana... Yo estoy harida..* yo padezco con Dolsey, Mi sensibilidad ha Hegado a tal exceso I... Qu6 es lo que por mi pasa ? Vino una criada a cuyo cargo habia estado la intancia de Amelia , y la en« contrd envuelta en lagrimas. Cielo ! dijo : mi amada seno- rita ? por que es tanto do* lor ? Sara , le respondio j-qw& se dice de su herija ?••• La has visto tii ? Ha espirado ya ? De qui£n me hablais?^ Td me lo preguntas ? De Cat- los. Le contd entonces lo que habia sucedido con sus Padres, quejandose amargamente del despotisms de su familia. Pro- cure Sara abrirle los cjos , y ah , sefiorita ! le dijo : guar- daos de acusar sus sabias pre- cauciones : no podeis dLunu- lar ni dejar de conocer has- ta que punto os aman % ellos os dan una prueba may con- vincente de su ternura \ cuan- do quieren preservaros de la mayor de las desgracias : no ignorais que urn senorita bien nacida coriio vos , no debe se- parate d^l consentimiento de sus padres, g Conoceis este sen-* timiento que os domina con 1(5 la vista de Carlos ? Pues , se* fiorita , es el amor... EI amor!., respondid,. Yoamari. Si 5 mi querida senorita , mi antigua amistad me permite darle este nombre ; vos amais a Dolsey , vos le amais con furor, y os preparais muchos pesares y tristezas. No ^ Sa- ra , no es esto amor... y si la fuese*.... te doy las gracias por tus consejos ^ y los segui- x$. Los autores de mis dias no se cjuejaran de la triste Ame- lia... Yo amar a Ca'rlos ? Esta deplorable victima de sti pasion , ^uya ardiente lla- ma la devoraba , no salid de la sorpresa en que Sara la *7 habia dejado ; y recordando del profuodo sueiio en que estuvo sumergida * se hail<5 ilustrada de un rayo de luz que penetro hrsta su corazon, y la hizo ver cuanto se ha- bia enganado sobre la natu- xaleza del sentimiento que la atormentaba. Ah! exelamd , no hay que dudar. Si : esta pie- dad ^ esta ccmpasion , esta tei> nura 4 es de amor * de amor el mas encendido , el mas des- graciado J J Yo anio a Carlos, ofenda a mis Padres , falto a mi deber , y al honor I Yo hj2 manifestado esta inclina- cion , que me costara la vi« da,,. Dolsey lo sabra , y ya l8 no teodrd de que avergonzar- me. M Yo que conozco la afren- ta , yo que he vjyido has- ta aqui sum:sa a la virtud, a mis Padres , cediendo a sus yoluntad^s !.,. Ob! Yo venee- rs 5 yo deshard este sentirnien- tc..< pero si D>!sey me aaia ?.*. Y cuando dl me amase... se ha de dar el corazon sin el consentimiento de les Padres ! No son ellos nuestfos due- nos !.... Ab ! Dolsey ! Tu eres solo mi dueno , mi tlrano, que me has quitado mi repo- $o , mi feliz indiferencia } la estimacion de mi misma..,.. Cual serd tu destiao , mas que ciega Amelia ? *9 La infeliz ! Estaba ya de« cretado su destino , debia ser un egemplo de desgracia la mas constante y espantoss. Sin embargo e?pc-raba vencerse , y triunfar de una pasion que ca- da insfante se aumentaba ; ha- bia rcsuelto no preguntar no? ticias de Carlos ^ y sin eesar iba a la puerfa de su cuarto a informarse de los progresos de su curacion ; todos los que rodeaban a esta bella jovei?, lo atribuian a su buen natu* ral , cuyo interes la llevabi? 9 a pesar de sus esfuerzos. Se restsblecio Carlo? ; y llegando el memento de pasar a su familia, cuya casa esta- 20 ba poco distante de la de Ame- lia , manlfestd el sentimiento de dejar la de sus bienhe- chores , y les did las gracias con las expresiones del mas vi- vo reconocimiento : pero con que enagenamiento , con qud fuego hablaba de la bella Amelia ! No es una mortal, decia , es un angel de bon- dad , de heneficencia, una dei- dad , d quien debo mi nue- va vida* A estas palabras 9 se encendja y paiidecia casi a un mismo tiempo el rcstro de Amelia s y sus balbucientes la- bios hacian oir solamente des- mayados acentos. Llego un dia en que Car- 2 I los , despidtendose de sus ami- gos , se separd por algunos jnomentos , y se fue ai jar- din. La casualidad condup & Amelia £ este mismo iugar. No hay que preguntar cuan profundo sentimiento la ocu- paba : la ausencia da Carlos Uenaba enteramente su alma; le vi6 que estaba senta^o ver- tiendo infinidad de lagriir.as. M . Lloras , Carlos ? le dijo. Ah ! Amelia... ya no fe vere mas : tf ; yp me abandono a un dolor legitimo ; yo vivo.., en el seno de tu familia... to- dos los dias... mis ojcs... una herida... Que! No estas cu- rado?_Ay de mil No es la que piensas , siento otra mas viva y mas cruel , que no se curar^ jamas ; no, jamas.,; Ya n# me e$ posibSe , Ame« Jia 9 ocultarte un secreto que ha mueho tiempo debias ha- ber penetrado. Adorable Ame- lia 9 a tus pies j me atrevo a am arte 9 £ idolatrarte , y d decirte , que me abraso y nine* ro por tf de amor el mas tier* no y el mas apasionado. Me dejara's ? Me esperara's ?— Que es lo que dices 9 Carlos ? Lo que hibiera querido callarme a mi mismo... tii tienes af* gunas riquezas mas que yo: pero mi nacimiento y mi co- razon sera de algun precio *3 & los ojos de tus Padres.., Si td me amas ', ellos aprubaraa mis deseos. En fin, la sensible Ame- lia , olvidandolo todo , se que- d(5 inmovii : en vez de fcmir de su fra^idad , oyo a Dol* sey , y aun hizo mas ; no pudiendo disimnlar el ardor que ia inflamaba * hicieron entrrmbos mil juramenfos de smarse , y de smarse siem- pre. Pue Amelia a yerter en el seno de sus Padres una alma llena del amor mas vio- lento ; y ya no dudan los dos siga el himeneo a la mutna comuoicaeion de su terneza,. Asi se fingen los amantes li- 24 songeras ilosiones * que pre« sentandoles un ciela puro y sereno 5 ios sumergen en su duke embriaguez hasta que sucede a este encantamiento la borrasca. Retirdse Dolsey con la es- peranza de que los padres de Amelia consentirian en esta union. Por lo que mira a los suyos 9 esta' bien seguro que apresuraran este enlace.. Void Amelia a Ios brazos de su madre , le hizo una relacion sincera de todo lo que Car- los pudo inspirarle. Pero cual fue su respuesta !... Es preci- so renunciar la mas minima es- peranza ; se destina su ma* *5 no a otro , cuyo matrimonio estaba ya tratado y deciii- do. I Que yo ame , que yo me case con otro que con Car- los ! Este partirfo , respon- did la madre ^ esta resuelto; tii seras muger de Linstoa dentro de pocos dias» No iras a los parages en que puedas ^ncontrar a Dolsty ; ya no le ve?a's mas ; y es necesario te resnelvas a oividarle.— Olvidar a Carlos , madre mia ! Dad- me pues un corazon que ten* ga la fuerza de obedeceros. «& Tii obedeceras , y someteras a mis preceptos ese corazon tan rebelde ; escuchara's la rszon, haras tu deber , y so des- 3 2 6 honraras tu familia.t. To me guardare bien de instruir a tu padre de tu conducta. No veras mas que la Iglesia y a Linston. Quedd sola Amelia , y ex- clamd de esta suerte : se me pbdra arrastrar al Altar , mo- numento de mi desgracia , y de mi eterno desastte ! pero jurar a otro mi mano y mi corazon , prometer, hacer vo* to de no amar.£ Dolsey , ar- runcar su irnagen de mi al* ma, olvidarle , cesar de ido- latrarle... crueles Padres I Yo desafio todo vuestro poder , a todos vuestros furores para obligarme a este horrible sa* a? crificio : no , no , no Io conse- guireis. Bien puedo no ver a Doisey , y no verle jamas; pero le hablare siempre con el corazon ; le repedre sin cesar en lo intimo de mi pe- cho que serd suya , y le ama- re hasta el ultimo suspiro; le dirigird mis lagrimas , y sin duda me dirigira 61 las suyas ; no se nos podra impe- dir el amarnos ; g no son de entrambos nuestras almas? Nos aplaudimos en secreto de pa- decer el uno por el ofro ; y i pesar de nuestros tirancs, gustaremos nuestros placeres. No cesaba Doisey de ron- dar la casa de Amelia , y ape* ms pudo verle , corrid a 41, y le dijo : nioguna espsran- za tenemos , Dolsey ! Todo se opone a nuestra felicidad : y Je di6 parte de la conversa- cion que habia tenido con su naadre. Se retird Cailos cons- fernado y lleno del mayor sentimiento ; oo sabia qud me- dio iomar , y todo lo que puede aconsejarse es , da no dejar de adorar ni ua solo momento a Amelia ; de no habitar otro lugar que el que babita el duefio de sus po- lencias , y de respirar el ai- re que elia respira. Pero pue- de la esperanza separarse del amor ? 29 Servia al Rey Dofsey : en estas circunstancias aeontecid la rotura entre la Inglaterra y las Coloni3S de America : li- songedbanse rcunirlas ; pero agotados los recursos de la poh'tica , la guerra sola era la que habia de terminar es* ta disputa. Desplegar.se las banderas ; y ved a Amelia sobresa^ada con esta noyedads cree haber llegado al colmo de las desgraciss , y en sn fatalidad queda fuera de si, cuando sabe que el Regirnien- to en que sirve Dolsey esta destinado a pasar'al Nuevo Mundo. No era menor el senti- 3 ° minto de Carlos por este acontecimlento ; precisado de su profusion , amaba la glo- ria , y d^seaba con ardor ad* quirir fama : le esta abler- to para fste fia un exce- lente camino : y pero se alejaba de Amelia , refiexionaba que qui^as no la vclveria a ver jama's ; no temia la muerte, sino porque le privaba de un amor que queria mas que su existencia, Pasaba los dias en- teros en escribir cartas , que procuraba inutilmente llegasen a manos de la bella Amelia. Este entretenimiento le servia, en alguna manera , de alivio & su dolor $ creia ver a su 3* dueno , estar hablando con el* y renovarle los juramentos de una pasion que no tendria otro termino que el de su vida. Llegd el momento fatal de su embarco : y no pudiendo Amelia ver & Dolsey <* con- templaba desde su balcon el espectaculo de su partida ; fi- jaba sobre esta horrible ima* gen sus sensible^- miradas : ved r ojos r se decia a si mifma 9 ved lo que os quitan ^ ved que os arrebatan lo que mas anio I Ya no resta mas que espirar : jamas estas olas me lo restituiran. Los Padres de ;esta her* 3 2 njfcsa Joven fingian no saber la ijausa de su desesperacion* y esperaban de la aosencia de Cirlos Ja tranquilidad de esta alma tan agitada. Sara na la dejaba un punto , y recibia sus lagrimas , cuando^ en fin , oye Amelia la vcceria de las tropas que se embar- caban , y empieza a gritar: Sara • Sara , ya no le vere mas! Un espacio inmenso va a se- pararnos para siempre... y ca- y<5 en tierra esta fatal criatu- ra derramando un torrente de lagnmas. Mi amada sefiorita, dijo Sara , Vm. tendri el gus- to de volver a verle otra vez!_Ah ! Verle I Verle! 33 Aunque no fuese sino on ins- tance... mi cierna y iioica ami- ga , yo daria todo lo que pa* seo, mi vida rnisroa diera pet este dicboso momeoto... podre conseguirlo ?..*._ Ay de mi I vuestra situacion rne penetra; por volveros la vida haria de moio que... me premeteis ?.. — Todo... Sara , todo... volvere yo a ver a Doisiey !... — AI instante vendra. Al punto fue Sara a un gabinete inmedia- to , abrid la puerta , y excla- m<5 Amelia : Ca'rlos 1 El mis- mo es el que se arroja a sus pies , y le dice : a tus plan- tas vengo a morir de dolor y de ^mor : nada temas 9 di- 34 vina Amelia , nada temas : mi respeto es igual a mi terne- za ; yo he sabido mover a compasion a Sara , en mi fa- vor ; y la he suplicado por finica y dltima gracia , el po-, der verte , adorarte un solo instaote , y jurarte que mi amor seguird hasta el fin clel mundo : pero tii , Amelia.... en qu£ brazos... Ah! Antes la muerte! No dudes* Dolsey, de mi constaneia. Si , a Dios pongo por testigo de esta ver- dad * y que no tendre jamas otro esposo que Carlos. O. juramento lisongero ; es cierto que mi adorada Airelia no tendra otro dueno que yo!— . 35 Acabo de jurarlo al cielo mis- rno : no necesita mas protestas mi amor. No cesab3 Ca'rlos de be- sar las manos de su dueno, las que regaba con sus l^gri- mas ; le did ella un aniilo, que le puso en el dedo del corazon , y ya no pudieron hablarse sino con sollozos: Dolsey daba algunos pasos pa- ra retirarse ^ y sin poder con- tinuar * volvia a postrarse i. los pies de Amelia , a quien en medio de sus sollozos dijo estas dldmas palabras : te de- jo por cbedecer a mi obliga* cion , y al honor ; seria indig* no de iu carino 9 si no bus* 3 y hace de una joven doncella un ser atre- vido ! Se aprovechd la infeliz Ame- lia de las sombras de la no- che para egecutar su culpa- ble designio. A este fin se pone el vestido que la dis- foaza : baja de su cuarto volviendo sin cesar la cabeza para mirar la casa que la habia visto nacer , y en que dejaba d sus Padres. Ah I decia a Sara , si pudieran ellcs leer mi corazon ♦ cdmo me eompadecerian ! Ya se , si, ya s6 que cometo una falta, un crimen imperdonable : me 5* arrebato yo misma de estos brazos que me han scstenido y criado en mi infancia I Pero*,. yo amo !... yo amo ! Lloraba , s^llozaba, se de- tenia ^ y la poni^n a pique de murir los varios sobresaltos que la agitaban. Llegd ea fin a la orilla del mar : fal- tabanle Jas fuerzas para apre- tar contra su seno a Sara, que la tuvo alguncs momen- tos abrazada 3 y iuego de re- pente se arranca ella misma 5 se lanza al barco , que en breve la conduce al navio. Permanecieron fijos sus ojos hasta el liltimo instante mi- raado a .la casa que era tes- 51 tigo de diez y seis anos de vutudes ; y confes<5 despues* que cuaudo llego el caso de no verla ramo estas lagrimas que no me es posible detener. Habra alguno que tenga Ja bondad de mostrarseme sensible ? La fortuna ha hecbo traicicn a mis e^fuerzos. Mi pesar es, que adoro % que amo a una joven doncella 9 la cual iba a ser mi esposa. Gustaba yo de la dulzura de ser util a su familia > que por inespe^ radas desgracias se ve redu« cida aun menos que a una mediania. Mi infortunio va a exponerla a los horrores de una indigencia , y Rosa, Ro- sa sera infelia !... No lo se- 57 id , interrumpid Carles , que se enternecia por grados , y corri6 a abrazar al prisione* ro. Yo amo tambien , le di- jo , y por lo tanto se cuan- to padeceis : me preserve el cielo de causar la menor amar- gura a un tan feliz desti- do. Vos amais ! Ya estan ro- tas vuestras cadenas , ya es« tais libre , daos priesa en ir a ver el objeto de una ter- neza tan estimable ; haced su felicidad ; la satisfaccion que probare de baber podido coa- tribuir a esta dicha * hara mis penas mas soportables. Ay de mi ! exclamd Dolsey bajando un poco la voz 9 que 53 no pueda yo hacer la misma felicidad de mi Amelia I No podia el Americano explicar su reconocimiento ; pero en fin, despues que con un diluvio de lagrimas hubo baiiado las manos de su libertador, rom- pid la voz 5 y dijo : el nom- bre Carlos quedara para siem* pre grabado en mi coraaon, y en el de Rosa ; te dare- mos las gracias , y amaremos sin cesar* No contento Dolsey con un prccedimiento tan no- ble , hizo volver al Ameri- cano todo lo que se le ha- bia quitado , y llenandole una balsa de guineas , le dijo: no es un enemigo el que os 59 da esta debil serial de sensi- bilidad : es un hombre que os debe el placer de haber- se enternecido , y que desea merecer vuestra amistad ; si, vuestra memoria me sera li- songera ; tenedme compasion de haber de combatir con gen- tes tan valerosas como vos. jO la mas exeelente , y la mas sublime de las padones ! Amoiy llama verdaderamente celestial, asi sucede cuando la pureza te acompafia..* Asi Uegas a ser el objeto de mis accio* nes ! Esto decia Dolsey 5 por la imagen de Amelia que veia en Rosa , y porque libraba de los hierros a su amante. «0 Algun tiempo despues 5 ex- perimento Carlos que habia presagiado su destino, y que la virtud no esta siempre sin recompensa. Un pequeno tro- zo de tropa que mandaba, fue sorprendido en un desfi- ladero por el engviffo de las espias , e i:a sin duda a pere- cer 9 cuando desplegindo Dol- sey todcs los esfuerzcs de su valor y de su genio roili- tar , vino al fin & forzsr el peligro , y este uial paso : pe- ro corriendo , y protegiendo a la retaguardia , no pudo librarse de los salvages , que ya se dispctaban el honor de lievar sus cabellos para inmo* 6i larlos i su feroz barbarie; cuando $% oy6 una voz que decia : deteneos, deteneos : es- te es mi bienhechor ! Este es Carlos ! Cua'l fue la sorpresa de este cuando al Jevantar la cabeza reconocid al America- no que le debia la liber- tad , que se empefiaba ea ar- rebatarle de entre estos tigres sedientos de sangre europea ! Sois vos ? le dijo Dolsey: afiora vereis que la guerra tiene sus alternativas : ya soy vuestro prisionero, y como tal os rindo mi espada. No, guar- dadla , continud el America- no ; debeis esperaros a todos los esfuereos que yo hare para 62 imitaros : desde este momento sois dueno de volver a los vuestros ; pero aLtes de dejar- nos , no me negueis un favor: venid a recoger el fruto de vuestros beaeficios : y le llevd ha'cia una casa rustica situa- da en un verde prado , rodea- da de una montana cubierta de tn3gestuosa arboleda. Vio salir Carlos de esta casa una multitud de gentes , que pare- cia haberse juntado para al- guna fiesta : distinguitf entre ellas a un viejo venerable, y a una bermosa joven que era un angel de belleza ; en cu« yo rosrro encantador resplan- decian la iaocencia y el can- 6$ dor virginal. Como la bella flor cuyo nombre tenia , se sonroseaba al mirarla Doisey, Corrid ella a la presencia del Americano , que sin d^rle lu- gar de preguntarle , clijo ; mi amada Rosa , cuando yo te dej£ , no pensaba ir al corn- bate ; pero encontre en el ca- mino una tropa de nue^tros amigos , que me han instado los acompanara. Nos han ata- cado , y esta vez hemos sido menos infelices : te traigo un prisionero que debe ser nues- tro dueno ; examinale bien , y postrern3nos todos a sus pies: sabes tii quiea es? Pues es mi bienhechor Carlos* Carlos ! ex- 6 4 clamaron juntos Rosa y el vie- jo. Oh ! no sabremos recibir- le como quisieramos. Es pre- ciso, Dolsey, prosiguid el Ame- ricano , que disfruteis del be- neficio que me habeis Tiecho; sabed que hoy me caso con la que mas. amo , y vuestra presencia seri el coimo de nues- tra felicidad. Entr5 Dolsey en una sala donde estaba prepa- rado un festln campestre , en que reinaba la alegria , la modestia , y la sencillez de la edad de oro. Se habia se- parado Rosa de la compania, y volviendo a entrar cod mu« chas guirnaldas de flores en sus manos , las entrelazd ate- 6 S gre y llena de gracias al re* dedor de Carlos. Ved 9 Ie di- jo , las cadenas que quiero cargar i nuestro prisiofcero. Doheyqued6 encantado de es- te espect^culo tan interesante, que le traia d la roemoria a Amelia ; todo en este lugar contribute a exeitarle este re- cuerdo. En fin parrid 9 lleno de seguridades en una verda- dera amistad , y de bendicio- nes , da'ndoss priesa eq jun- tarse con sus fropas , de las cuales fue recibido con las aclamaciones de mayor satis* faccion. Hubo de enviarse a In- glaterra una persona de con- 6 66 fianza para importantes ins- trucciones que exigian mucha reserva y sfgilo. Todos una- mmes nombraron a Carlos; porque unia al valor una ca- pacidad reconocida en los asun- tos. El pensamieoto de que iba a acercarse a Amelia , le hizo aceptar sin balancear es- ta comision honrosa , para la cual se habia fijado ya el dia de su partida , habia vis- to benchirse las velas del na- vio que babia de llevarle a su patria. El disfraz de Amelia la aseguraba de una infinidad de p^ligros , a que sin esta pre- caucion > necesariamente se hu- *7 biera visto expnesta ; pero es« ta metamdrfosis no libraba a su alma de continuos sobre- saltos ; se abrasaba en deseos de Uegar al fin de un viage tan largo , y se lastimaba de su familia , de sus compane- ras j y de su patria. No po- dia huir de los remordimien- •tos- inseparables de una accion tan criminal como atrevida; pero la idea de ir a ver otra vez a Dolsey sobrepnjaba a estas refiexiones que la afli- gian : el amor es una pa- sion , que todo lo avasalla. La joven inglesa repasaba en su mente hasta los menores pasages de su prodigiosa vida* 6* 68 Carlos 9 se decia en lo interior de su corazon , ha pasado por estos lugs res ; si pecsaria en mi ? Mucfaas veces sus cjos melancdlicos se tendian sobre esta vasta extension , cuyos limites debian anunciarle el Nuevo Mundo : todo lo hacia por Dolsey, a quien miraba al fin de este espacio inmenso. Algunas veces se abandonaba al teraor de encontrar a su amante 6 mi>erto, 6 desleal^ y asi decia : Carlos ya no se- ra el mismo ! Ya me habra clvidado ! Ah! que ama a otra ! Y no pue^e vivir sin ella ! Concibo que para con- -servar sus dias seria yo ca« 6 9 paz de este tan grartde sa- crificio. Buscaba y se valia Amelia de las ocasiones de estar sola : siempre los aman- tes gustan de las dulzuras de la soledad , y da penetrarse del encanto de este delicioso enag^namiento : placer ignora- do de los corazones insensibles, De improvise empiezan a gritar los roarineros. La Ame- rica ! La America ! | Esramos ya en la An erica? preguntd Amelia con una indeiiberacion que cuasi declard so amor. Vere... se detuvo i esta pala- bra , avergonzandose del error que iba a cometer. Impacien- te por salir del navfo > fue 70 la primera err saltar & tierra^ Llegada a aquellos climas que hubieran debido set Inc6gni- tos a la Europa T sin otra objeto que Carlos , procura ioformarse , pregunta , y ha> ce que le repifan veinte veces lo que se le ha dicho otras tantas. Averiguo en fin , que el egercito en que servia, estaba a una distancia de cuarenta rnillas : y olyidando- se desde luego de todas sus fatigas 5 void a aquellos lu- gares , donde corria la noticia de que Carlos partia para Inglaterrar O Cielo ! excla- ii)6 , si se fuese sin verrre ! Que ! No habii pasado los 71 mares sino para fijar mis ojos y mi alma en sas ideas ? Con estas refl^xiones apresuro su viage , en cuyo discurso encontrd algunos soldados, que la informaron * que la parti- da de Carlos se habia dila- tado. Yo Ie ver£ I decia, ya Ie vere ! Y morfre de pla- cer. Llegaba este mom en to tan deseado , cuando oyd decir que Carlos estaba nombrado para mandar un destacamento , que debia ir a buscar a los Ame- ricanos en sus grutas. Que revclucion tan rapida sintid Amelia en todos sus sentidos al oir semejante nueva I Que! Dolsey (dijo) va a comba- tir ! Ah ! todos Ios peligros le amenazan I Crecieron sus temores , cuando supo que es- te destacamento habia partido: corrio slguiendo los pa^os de Ca'rlos , resuelca a marchar a su lado , y a poner su cuer- po a los golpes que habia de recibir. Airayesd con iacrei- ble rapidez aquellas .Ilaouras y bos ]ues , en cuyo paso en- cuentran tantis difkultadss nuestrcs Europeos , sin cesar de preguntar a todos cuanfos podian dark las rnenores lu« ces de la rota que habia lie- vado Carlo*. En estas agcnias, en estos sobresaltos , oye un ruido espantoso de tambores; mimamm^mmmmmm 73 vio a unos soldados en des- orden : a otros beridos , que se arrastran y parten el aire con sus gemidos ; que caen, y que espiran. Se le cuenta, que cerca de un bosque ha- bian teaido un combate ^ y le habian periido los Ingleses.^. Y Dolsey , Dolsey I pregunto; d6nde esta 5 Ya no le vere? No le dieron respuesta que le satisfaciese. Nadie sino las per- sonas que aman puele con- cebir el horroroso estado de esta desafortunada en tal si- tuacion : ya no se ve , ya no oye ; y casi rruerta 9 recoge sus esfuerzos , y se dirige al campa de batalla* Que espec- 7 74 taculo para la muger mas sen* sible J Arroyos de sangre , ua trozo de moribundos , otro de muertos , y los jior.ro.res to* dos de la guerra : va a los cada'veres , pisa con sus pies a los desgraciados que daa los dltimos suspiros ; busca 5 mlra y llama i Dolsey : ua eco Mgubre jesponde a su voz ; y viendo de lejos uu cuerpo palido y sangrientOj corre dando un grito espanto- so ; Dolsey I En efecto ^ era el mismo Dolsey «, que la fle- cha de un salvage habia ten* dido en el suelo. Dolsey ! vol* vi6 a decir Amelia precipi* tandose sobre este cuerpo des« 75 figurado con las sombras de la muerte. Perd/d la desgra- ciada a nante el conocimiento; y volviendo en si : es e5ta , di- ce , la suerte que me espe* raba en la America I... Dol- sey ! Mi amado Dolsey! Yo morire tambien ^ me sepukare ccntigo , y la misma tumba nos cubrira a los dos : ved este corazon (y puso la ma- no en dl ) que me amaba, ya no palpita ! Es posible ?... O Cielo ! 6 Provideocia !... el palpita! Dolsey] Dolsey!,.* ya respira ! Si podre volver* le la vidaj De ddnde ven- dra esta sangre que le inun- da ? Lo busca Amelia , y lo 7* examinat le descubre ; y ha- llaado cerca del carazon una herida estrecha , se da priesa en aplicar su boea % y aua w alma : le chupa la Uaga, y qulere detener la sangre; Ig consigae , y Dolsey exhala -un suspiro. Llena de alegria su amante , le dice : 6 mi amaio Dolsey ! Yo te reani- mate ! En fin Ca'rlos cobr6 los seniidos insensiblemente , y abriendo sus moribundcs ojos, los vuelve a la persona que ha venido en su socorro. Cre- y6 Amelia le causaria algu- na turbacion esta debil mira- da ; pero volvio prontamente Dolsey a cerrarlos , aunque ya 77 no le desampard et calor. So- lo el amor conoce la delica* deza , todas las inquietude?^ y todos los temores del sen* tioiiento , y sobre tcdo una' am ante como nuestra IngUsa, es quien sabe ser ingenksa en precaver las consecuencias de un reconoeimiento repenti- bo , capaz de produdr en Dol- sey una revolueion que le precipkase a la tumba : aper- cibid una yerba , cuyo jugo exprimen los salvages para pintarse el rostro euanda van a! combate, y ccnociendo Ame- lia que el vestido de hcm- bre no era bastance para dis« frazarse a unos ojos tan acos- 7 8 tumbrados a mirar los suyo^; cubrid sus Jis , y sus rosas de la infusion de esta yerba: en estas ocasiones es cusndo el verdadero amor sabe impo- nerse los mas grandes sacri- ficio?. Estimaria mas 5 sin du- da , renunciar para siempre el placer de darse a conocer a Dolsey * que causarle la mas leve conmocicn que pudiese retardarle un memento el re* ccbro de hi vida* Volvid in- mediatamente a^l, y le asis- tia con el mayor cuidado, cu ndo se le unieron algunos soldados ingleses que la auxi* liaron en su amoroso afan. Por ultimo, determinaron lta- 79 var el herido a ima casa ve-> cina 9 sia desampararle un pan- to 5U generosa anidnte' ,- que se esfcraaba en reprirnir sus la'grimas siempre prontas a sa- lir de sus ojos ,- y encerrar en su corazon aquellas expre- siones que pertenecen al amor, y que pronto hubieran reve- ]ado su secreto 9 del cual de- pend ia la vida , y la existen- cia de un anrante *- a quien que riff- mil veces mas que a Ia suya; Vuelto en fin Ca'rlos a sir conocimiento , su primer cb- jeto es buscar con Ia vkta al geaeroso ser que esta i su lado * y sus primeros acento* 8o son los del reconocirniento. 2 A quien debo yo , dice, tan-to favor ? % Qai6n ha po- dido manifests) me un interes tan tierno ? EI sonido de su voz penetrd el corazon de Ame- lia. — Yo soy , le respon- de... Yo soy an desgraciedo exfrangero , que pasaba por el lug3r donde se did el corn- bate ; os he preferido y dis* tinguido de estas d^plorables victimas del furor de la guer- ra : he volado en vuestro so* corro , porque me habeis mo- vido & compasion... Mi boca ha chupado vuestra herida; vo he detenido vuestra san* gre v y P or €S0 re vivis. — V2ue 8i prodigio de sensibilidad y de beneficencia ! respondi6 Car- los. ;Con que sois vos el que me ha hecho renscer ? Cdmo podr£ yo pagar tanto benefi- cio ? Angel del cielo ( pues no sois mortal ) que hare pa- ra recompensar...--, Vos viyi- reis , dijo Amelia 5 yme con- cedereis alguna amistad... Al- guna amistad ! exclamd Car- los , alguna amistad I Ah I to- dcs los sentimientos os son debidos ; los de la . admira- cion ^ del mas vivo reconoci* miento , de la adoracicn... y al decir estas palabras Dolsey, miro con atencion a Amelia: enmudecid , y le faltaron las 82 fuerzas. Acudio un cirujano, el cual obligd i Amelia d retirarse ; condescendid ella luego i es:a cruel neeesidad de separarse de Carlos ; pues bastaba que dependiese h con-- servacion de sus dias de una obediencia taniigorosa ; pero sin embargo si pudiera ver sin hablarle v gczara al me- ncs de este gusto ; por lo que se paso en parage desde don- de sin ser vista •> pcdia ver al herido , a lo que no se opusieron. Nunca ceeaba de animar el zelo de los que le Servian T y recomendarles empleasen todo su cuidado pa- ra acelerar su curacion. 83 Sa1i6 Dolsey del estado de languidez que le apro- ximaba a la muerte , y ex- perimentando alguna sereni- dad 5 pregunto con eficacia, qu£ habia acontecido al ex- trangero a quien dsbia tanto? Re.spondiVroole que se le ha* bla supiicado se retirase por el temor de que su conver- sacicn no retardase su resta- blecimiento : este generoso bien* hechor mio J Oh ! yo le quie- ro ver % y hablarle : su pre- seccia sin duda acabara de animarme. En vano se opu- sieron a las frataneias de Dol- sey : fue preciso ccndescender. Corrid Amelia desde su red- 8 4 ro , diciendole : no os perdia de vista 9 no , aunque no po- dia tsner el gusto de estar a vuestro lado ; pero no hableii, pensad solo en restableceros^ contad con nn cuidado vigi- lante de que yo mismo dard el egempfo._ Amigo generoso (respondi<5 Cirios ) pnes me- receis bien este nombre *. no dudo de vuestro eropeiio en volverme a la vida. No me dejeis , permitidme que espi- re en vuestro seno ; pues es inutil ocultaros que veo prd- ximo mi ultimo fin.. .^. O cie- los 1 dijo Amelia 5 que decis, amado Doisey !... Senor.». _. Escusado es , replied , pregun- i 85 taros si sois Ingles , pues en vuestra lengua y acento 05 reconozco por mi compstrio* ta, Si • vo he na:ido en In- glaterra, dijo Amelia... be ve* nido,.. a morir con vos , si el fcteld frustrase mis int^ncio- nes , y mis e$peranza$,_No 9 alma divina , dijo Dolsey , no sintais eon tal exeeso mi per- dida : mas espero de una ge- nerosidad tan heroica un s*r- vicio igual (sin duda) al qua me habeis hecho ; pero que digo ? Aun sera mayor con mDcho exeeso , y pondra el colmo a vuestros beneficios, Habitais , por casualidad , en L<5ndxes ?_Mi ca*a esta po- 86 co distante de esfa ciudad, respondid Amelia.—. Ah ! con- timid Dolsey , vos podeis lie- nor todcs mis deseos : este se- ra el mayor favor : sabed, pues , que en muriendo pier- do una amante ^ una amaate perfecta ( al pronunciar estas palabras hizo Amelia un mo- vimiento que pens6 la descu- briese.) Por que esta turbacion? continud. Ay de mi I Amais vos ? Os habeis separado de quien amais?,.. El objeto de esta terneza tan viva y tan infeliz , no recibira mi liltimo suspiro ? en vuestro seno lo exhalare ; vos le recibireis co- mo en un depdsito sagrado, 87 para que le remitais a mi que- rida Amelia : el parage en que habita esta adorable doncella, es un lugar de Hammersmith; la direis que la amo , y que creo me ama ella siempre.., Y lo podeis dudar ? interrum- pio prontamente Amelia : d 9 ella os amarrf... pues Jo que me habeis hecho ver me ase* gura que os amara aun mas alia de la tumba. Ah ! dijo Dolsiy , si la conocieseis ! Es la belleza , Ja sensibilidad , la virfud mismaj Sas .Padres , sus Cfueles Padres se haa opues- to a nuestra union ; pero el amor y el cielo han triun- fado de estos obst^culos : yo SB he jurado a sus pies . que no elegiria otra esposa 9 ni jamas tendria otra.,. Pero que ! Llo- rais 5 generoso extrangero! Vues- tras la'grimas inundan mis ma- nos I Si , ya lo veo $ vos ex- perioientais rai raisma situa- cion I Esto es lo que os ha nvovido y enternecido en mi favor. Bignaos de escucharme; esta es la siiplica que os ha- go como a hombre el mas sensible; bastantes pruebas me habeis dado de ello : si vol* veis a Inglaterra , id luego a la casa del dueiio de mi corazon , y decidle que vos habeis querido volverme, y darme la vida : ay de mi ! 8 9 No quisiera vivir sino para adorarla , paro al menos le consagro mis liltimos instan- tes ; as?gr,radle bien que su Imogen ha sido el tiltimo ras- go que se ba bcrrado en mi corazon -; que be espirado sa amante , su e?peso .> su fiel esposo... Que teneis ? dijo Amelia d^rramandj muchas lagrimas* y apretarido la ma- no de Carlos. Bolsey , mi querido Dolsey !... y temiendo expiicarse mas , quiso huir; pero ei herido la detovo del brazo , diciendole : que ! que- rais dejarme ? No me dejeis jama's..., el sonido de esta voz... yo descubro... pero i 8 90 qu£ ilusion me precipito! Qui£a sois ?... Advierto una seme- janza... no, no os dejard ir.«. Dolsey* que quereis ? pregun- t6 Amelia , que exigis de mi ? Permitid que me retire , pues mi vida y la vuestra depen- de..,— _ Pero esperad,... Estos acentos... este modo de mirar... Cielos ! O Cielo I Es posible que fuese... Tu Amelia (dijo precipitandose en los brazos de Carlos ) que ha venido a bus- carte , y a morir en America: y en un estrecho abrazo que- daron ambos desmayados. Corrieron al grito de es- tos amantes , a los cuales ha* llaron cuasi espirando. Carlos 9* tenia su boca en una de las manos de Amelia ,- quien vol- vid en sf la primera , y vien- do a tantos que los esfaban niirando , dijo : si , debajo de este vestido , que me disfra- za , veis la muger mas in- feliz, y la viccima mas de- plorable de una pasion 9 que no se acabara siao con la vida. He-atravesado los mares , pa- ra vo ] ar a' lo que mas amo; mi cuidado le ha resuckado; pero qu^ objef o I Dclsey mu« riendo U* Ah !'yo soy r yo soy la aurora de esta p£rdida ; yo soy la imprudente que causa esta tan fuoesta revolucion.,. No he podido disiinular 5 ai 8* pa he podlido huirte ! Dolsey^ mi querido Dolsey , recibe mi aU ma : mi muerte no sera pes* trera a la tuya. Envuelta en la'grimas esta infeliz , se entregd a todos los movimientos de una agita- tion inexplicable : quedd in- movil , levantados los ojos al cielo, como para implorarle en favor de Ca'rlo?. Volvid este, finalmente , en si de su desrna- yo ; y la mu-titud de ideas diversas que de una vez le acometieron le hicieron pro- rumpir de esta suerte 5 con una voz casi imperceptible: Amelia I Amelia J es podble que te vuelva a ver ! Tanto 93 te debol... Que milagro es este ? No podre jam^5 pagarte taata dicha ; esta aceitraia el fin de tma existeneia que hu- biera qu-rido consagrarfe.,. Mi amada Amelia ! eres tii Ame- lia ! Tu en America 9 y a mi Jado ! Prohibidse a Carlos sbso- lutameote el proferir la me- nor palabra , y Amelia jun- to sus instarcias a las de los medicos , amenszando a sa amante con su retLo* Pra- met'o sojetarse al sil^ncio^ con tal que se la dejasen ver. Estos dos amantes se decian con los ojos ^ lo que quizas no podrian con sus bocas ex- 94 plicarse. Lenguage tan del al- ma 5 que es superior al arte con que ensena a hablar el mas elevado talento* Estos ver- daderos a mantes son Ios que peseen la dulzura y la fuer- za de la docaencia. A qie alegria 9 £ que delicioso deli- rio se abandond la jpven In- glesa 9 cuand > se le anuocid que tcdos lo^ peligros que amenazaban a Ca'rlos , estaban disipados ; que (en una pala- bra ) estaba segura de sa cu« racion I Permitieron entonces a Dol- sey hablar a Amelia , y le dijo : mi qaerid3 Amelia , mi divina Amelia , angel de be- 95 Ileza y de virtud , volverS a vivir , y sere quizas el mas afortunado de Ios mortales* Que felicidad igualara la mia? Tu amante sera tu esposo ,. el esposo de Amelia I Gran DIos! podeis recompensar todo lo que yo he sufrido , con im favor tan grande I Si , due- fio de mi alma ! Voy a de- jar este lugar , y mis prime- res pasos sera'n para ir a los altares * y unirme, con xmos nudos.., pero que aurnentaraa estos a ios que me tieoen ya encadenado ? Puedo jo amar* te * m idolatrarte mas ? Es bieit cierto ; ser£ el poseedor mas feliz y mas perfecto que 5>6 el Ser Supremo ha formado. Mi coraaon , este corazon que se abrasa de amor , sera de Amelia, La tierna amante no respondia sino con la'gri* rras ; pero lagrimas que la herrnoseaban , y explkaban todo el interior de su cora- zon ; de suerte que no po- dia formarse una idea de i^aal gozo y alegria. Se pu^ieron en Crimino pa- ra Filadelfia •> y apenas lie— garon a esta ciudad , la pri- mera palabra que pronuncid Dolsey fue la del nombre de un Sacerdote que conoera ^ y luego que se vi6 unido & Amedia mediante el matrimo- 97' bio j se levanto fuera de si gritando : yo soy esposo de Amelia ! Y concluidas las ce- remoniss , y retirado el acom- panamiento , corrid Dolsey a donde estaba su muger, y la dijo : Amelia 9 mi querida Amelia ! te he hecho jura- mento en el altar de ser tu* yo , y serte fiel , y ahora te lo repito aqui con todo el ar* dor con que me has inflamado. No cesare jamas de amarte como la mas fiel imagen de Dios , qua cos ha unido. Si, este Ser Supremo $ te ha trai- do a estos climas para dar- me la vida , y para llenar- me de una felicidad sin igual 9 9 8 en la tierra. 3fo soy obra de tus manos , pues me has he- cho xe^ivir $ y no debo ni quiero vivir sino para ti% pa- ra ti sola 5 alma mia : olyi- denos la Ingla terra v la Eu- ropa , y aun ia America mis- ma : no miremos otro objeto que los dos en el universOj pues somos las solas criaru- ras«.. no hay quien sepa amar como yo , amado esposo , res- pond id Amelia con aquella dulzura que es propia de la belleza ; tu me has costado muchas lagrimas ; pero las doy por bien empleadas : ya estoy a tn lado. Esta union tan feliz la 99 hubieran mirado Ios siglos del paganismo % como el mism-o Dios del verdadero amor. Ha- bitaban cerca de la ciudad en una casa de campo , en donde todo parecia respirar una terneza sin igual. Estaba esta casa como los jaxdines de Edea , cuyo sitio ncs repre- senta Milton enriquecido de todas las liberalidades de la naturaleza; pero en todas par- tes sobresalia la hermosura de Amelia* Por cualquiera que se volviese la vista , se fija- ba en alguno de sus bellos retratos. La pintura , favorita de Dolsey , de la cual no se- paraba sus ojos , ofrecia la si- 9* 10® toacion de su muger * en me- dio de los horrores de un cam- po de batalla, enjugandole la herida , y ocupada ea el cui- dado de volverie i la vida, Ved aqui , decla a sus ami- gos , el espectaculo del triun- fo del amor , especta'culo a quien se dirigir^n mis Ultimas miradas. Puedo yo cansarme jsmis de contemplarle ? Qu£ rauger tan divina poseo! Pue- de mi corszon sufrir tanra ale- gria ? Todos log dias les ha- blaba Dolsev del exceso de su pasion. Cr^elo , Amelia * le decia , esta se hace mas fir- me con el tiempo ; yo no puedo explicarte cdmo Ja sien- 10 I to en mi alma; no * Amelia? no sabra's jamas el exceso con que te adoro. Ah ! Por que unos corazones como los Hues- tros no tendran un language propio para expHoarse ? pues son sus expresiones muy sen* cillas , en comparacion de k> que td me inspiras ; \ no te dan a entender mis ojos mucho mas ? Se ocupaba Ca'rlos en de- cir continuamente a Amelia mil requiebros : y era para &\ muy importaote objeto co- ger las flores que habian de ocupar el pecho de su espo- $a : hasta a un pajaro en aque* llos climas le ensefid i decif: 103 adoro a Amelia * Habia 41 mismo conssgrado a su muger un bcsque * 6 alameda deli- crosa que Ilamaba su templo, que reunia todos Jos adornos campestres que produce elNue- vo Mundo , y que era el re- tiro y skio preferido , donde iba Dolsey a contemplar su Amelia , y a penetrarse de este ardor tan vivo y tan puro ; pues para inffamarse y tiutrirse las pasiones ,• siempre buscan la soledad. Un aman- te no se entrega , ni se en* golfa en su felicidad 4 si* 10 cuando se ve lejos de la so« ciedad. Se pregunta , se ha- bia 9 y se satisface a si mi*- 103 mo ; y por eso se ha dicho, que el primer soliloquio se hizo en la boca del amcr. Ello es cierto , que el objeto de esta especie de idolatna merecia esta rara aficion, No pensaba Amelia sino en dar gusto a Doisey ; y agradecia a su esposo los feiices dones que recibia de la naturaleza, A no ser por Ca'rlos , hubiera siempre ignorado que era her- tnosa , y aim no lo sabia sino por £1 solo. Estaban sin consuelo sus Padres por su ptfrdida , ar- repintieadosecontiiiuamente da haberia obHgado a huir de la casa paterna * aumenta- 104 ba su sentimiento la impost bilidad en que se ballaban de adquirir luz alguna sabre su suerte ; pues i como ya se hs dieho , se habia ocultado Sara de sus pesquisas. En &a no sabiao si vivia su bija, y cuasi Uegaron a creer que sus desgracias la habian con- ducido al sepulcro , y en- ionces conocieron cuanto la qucrian. No dejaba por eso Ame- lia de ser digna de este cui- dado , pues sin embargo de su pasion & un marido que arnaba siempre mas que a ellos 9 no podia olvidar i los autores de sus dias» £sta me- io5 moria importuna le alteraba la pura felicidad de que go- zaba ; esmerandose y penien- do particular cuidado en ocul- tar a les ojos de su espcso el dolor que continuamente la atorrnentaba. Esta era la lini- ca impresien de su alma que no le habia mostrado , por cu- ya reserva se culpaba muchas veees , y se decia a si mis- ma : c<5mo es posifrle que yo oculte este secreto a Dolsey ? A Dolsey , que desde luego y sin reserva me da parte del menor sentimiento ? j La coa- fianza no es el primer sen- timiento del verdadero amor ? £ Puede admitir la menor re* io6 serva un ardor como el nues- tro ? No se ha de ofender su ternura ? Acas> ha de repren- der , d ha de llevar a mal mi marido las Idgrimas que vier- to por la meinoria de mis Padres?..- Ay de mi I Vera £1 sin duda que no ocupa to- do mi corazoa 9 y se afligira. No debe interesarse en mi fa- milia ; sus procedimientos le han herido y humiliado ; ra- ramente perdona el amor pro- pio las morrificaciones qoe ha recibido. Ademas , Doteey no ama a nadie mas que a mi: ya soy toda suya ; luego de- bo saciificarme por 4f\ y per* der de vista a la Inglaterra, 107 a mis Padres... Gran Dios! Pue« de ser que hayan muerto de sentimiento 5 y yo quiza's les habre abierto sa sepulcro. Asi a tus solas ?e entristecia Ame- lia , poniendo sus ojos en tan lastimcscs objetos: pero la vis- ta de D Isey f'esterraba Inme- diatamente estas ideas tristes y desagradables , como se di- sipan y huyen las tinieblas en presencia del primer rayo de lu? 9 que anuncia el dia« Apenas veia a su esposo 9 vo- lada con duke sonrisa a aca- riciarle con sus brazos ; y ya no sentia ni gustaba sino la felicidad presente, Esta decidido que no bay lo8 felicidad permanente en la con- dicioa faumana ; si alguna ves podemos eager alguna sombra de ella , esta sombra no pae- de ser sino pasagera y rapi- da. Dolsey , cuyos ojos siem- pre e&taban fijos en Amelia, noto alguna alteracion en su trato ; y asi le dijo un dia: que tienes , alma mia ? no te veo con la misma serenidad y quietud—Dolsey , le res- ponded ella , tu amor con fa- cilidad se asusta : no tengo de que quejarme de 6\ ; tu ex- perimentas , y sabes bien cu^n- to te a mo ; soy la mas feliz de las mugeres, Si, repitid Dolsey ; peio no es este el 109 tono con que debieras cele- brar tu dieha. Mi amado es- poso, continud Amelia 5 que tremor poco fundado te agita?.. Es cierto... que desde aiguncs dias... roe siento melancdlica... pero este es un error de la imaginacion , sin causa... _Te volverias a tu patria ? pre- guntd Dolssy. Mi patria, res* pondid , no es el parage en que habica Dolsey ?..._Puede ser que la memoria de tus Padres te cause alguna amar- gura. A esta palabra coinen- zd a llorar Amelia. Amado esposo , dijo , ya $6 que te he hecho grandes agrados; y que soy culpable por la disiinula- no cion en o:ultarte , que eso mis* mo es el rnotivo de una tur» bacion que me atormenta : §&$ te lo confieso : yo no paedo olvidar a mi familia , A quien habre causado ua pesar y sen- limiento tan.grande.** Perdana, querido ^sposo : despues de ri, es lo que mas estirno, No, Amelia, dijo Dolsey , no me ofendere de estos sentimientos; debes tambien acordarte , que ellos son los qu« ban causa* do mis desgracias y las tu- yas : que te ban expuesto a un viage en que habia tan- tos peligros : que de riesgos has corrido ! Sin embargo , no quiero quitarte la esperanza Ill de volver a verlos. La paz nos volvera a Ingldterra, pues parece Jo deseas ; tti volveras en mi favor a estos crueles,.. pero Jos reupeto., porque Jes debes la existencia. La melancolia en que fta- bia caido Amelia,, no se di- sipd con haberla manifestado i. Carlos ; antes se aumeaiaba mas de dia en dia , y cre- cian por consiguiente Jos s3- bresaJtos de este* Mis prome- sas 1 Amelia ., ( le dip su es- poso ) no han podido arran- carte esa tristeza que te aca- ba ? Explicate conmigo con la franqieza que creo haber me- recido: has cesado, acaso , de 112 amarme ? Puedas sospechar de mi ternura ? Puede ser que el exceso de mi amor produz- ca en mi esta involuntaria agitacion ; yo me entrego i unos melancdlicos presagios... temo perderte... no s£ , Dol- sey... esroy acafaada de una languidez , cuya causa ignore Puso Dclsey todos los me- dios posibles para apartar de su muger esta aprension , que tambien ella procuraba ven- eer. Proporcionabale cuantas diveisiones y fiestas se ofre- cian , y le hablaba continua- mente de Europa , de Londres, de su familia , y de las ami- gas que habia dejado en la- glaterra* Ah ! interrumpid Ame- lia y amado Dolsey 1 Hablame de ii solamente v y de nues- tro amor : pero yo la disi coflPsioceridad ; mi alrna * por mas qae me esfuerzo , esta Ilena de una gran tristezar Ay de mi ! Yo era rauy fe- liz... y al prcrmncia* esto, le empezaroa a salir las la- grimss de sus ojos. En efeeto , Amelia no go- zaba de aqueila salud perfec- ta tan neeesaria pafa- la bs- lleza $ ks< rosas de su tez se amortigaaban , y sua ojas per- dian su brillantez. La situa- tion de Carlos do se dife- renciaba caasi de la de &u lo ■ii4 muger 9 experimentaba en su alma una perturbacion conti- nua , y en nada apreciaba su vida , al precio de la de Amelia. £1 mal se aumfltota- ba ; llamtf a los medicos , y procura leer en sus miradas la sentencia que iban a pro- nunciar : no disimularon ellos: antes confesaron que la en- fermedad excedia a las conje- turas , y a los socorros del ar- te. El estado de esta altera- cion fie interrumpido par el accesa de un do!or agudk>; Carlos sufria tanto , cuanto se esforzaba en presencia de su esposa ; se arroj6 a los pies de los medicos 5 y los regaba *'5 con sus Isgrimas ; les supli- caba con las expresiones que crefa mas capaces de mover- Ios , se esforzasen en discur- rir para librarla de nna en- fermedad tan fuerte y tan cruel , prometiendo abando- narles cuanto poseia : volved- me , les decia , volvedme i Amelia , y tomad ml fortuna 5 y mi existencia y si una vida tan preeiosa .es*a destinada a! sacrificio i se entregd en fin a toda de>esperaeion. Volvie- ron a tener nueva consulta^ pesaron las circnnsfancias ; se hicieron cargo de la enferme- dad con mas atencicn ; pero suelo de espirar delante de mi victlroa ! Dejadme que me u8 cntregue £ un abatimiento eterno. Ba'rbaros 9 quereis que ya viva ! y Amelia muerta, y muerta por mi?... Habeis arnado ? Tcdos los que ro- deaban a Dolsey , sentran su situacion ; no se veia sino la- grimas * no se 02a mas que. sollozos* La enferma que no igrrora- ba la consulta , preguntd sus resultas : no se le respondid a sus preguntas ; pero obser- v6 la tmteza y la turbacion qu* habia en los rastrcs de todos 5 y les dijo de esta suerte : me dais a entender muy bien cual sera mi des- tino : veo clarameote que en ii9 nada tengo que esperar ; es preciso que yo mtiera , y que me separe para siempre de lo que mas amo ! Y... ddnde es- ta mi esposo ?... Teme mi pre- sencia ? No se atreve a anun* ciarme un fin que yo no le ocuko , aunque me causa mu- cha pena en resolverme ?... No mas vivir para Dolsey!... Ah ! ya viene ; el recibira mi ultimo suspiro ! Su vista hara menos penosos estos ter- ribles instantes... Si, (excla- iro 9 entrando en el cuarto de Amelia este hombre fa- rioso , i quien muchas perso- nas no pudieron detenerle ) si, muger desdichada : tu muerte 120 es infalible 9 y sabe que qiiien tiene la causa , y es tu ver- dugo , es ta a-m&nte , cu es~ poso- Dolsey* Que es lo que dices § preguntd Amelia. Dol- sey * respondid este, el mis* mo Dolsey t si , yo soy el que te precipko err la turn- ba ; y al pun to se laazd som- bre una espada que la casua- lidad ofrecid a sus maaos 5 y se hirid ; cayd, y su- sangre sal to sobre Amelia 5 did est a un grko horrible , y le co* gid en sus brazes-. Corrieroa- en su socorro ; eontaron a sa esposa 1© que habia pasado, lo aual no habia podide confiar* le su marido— No os oeupeK tat fcs dijo , sino en Dolsey. O eielo I conservad su vida 5 y,.« ya no penseis mas en la mia* Despues de este momento parece se olvidd Amelia de si misma , por atender a Car- los ^ a quiea se le dijo que la conservacion de su vida era el unico objeto de los cuida-. dos de su esposa. Se consiguid volverle en si , y se vid que su herida no era tan peligrosa como el quisiera. Sus primeras palabras fueroo preguntar por su mu- ger : a lo que le respondie- ron : su tinieo tormento es vuestra desgracia ; y dice que si aun la amais , rtspeteii 122 vuestra vida ; gue espera ten* dreis valor para sufrir su pre- scncia , y que vayais... — Si, yo h4 , continud «, yo ird a mostrarje cl honibre que mas debe detestar y aborrecer... ian a costa suya mantengo ,esta vida ! Amelia esta para reci- bir estos golpes ! Tii has de- jado a tus Padres ; id has cor- rido los mares ; td has veni- do a estos climas tan odiosos;; y id hallas una --sepultara a- bierta por las manes de tu ma* xido ! Ah cruel! Y pretendeis que me ponga delante de sus ojos ?..,. Pero que espectaculo se ofrece & la vista de Carlos,! 1*3 Su muger espirando sosteni- da de su$ dom^sticos^ que se babian separado de su cama para traer £ su esposo , llega 5 y le dice: con que 5 Ca'rlos, no puedo gozar el consuelo de verte ! Al instante su marido, ayudado de los nii^mcs do- mesticos j, ia toma en sus bra- zes , y conduciendola a su cuarto * le dice : que quieres, Amelia? Apeteces la vida de un barbaro! Ahl amado Dol- sey «, por que te obstina* en ha* ce-rte culpable ? La fatalidad solamente e$ el deliucuente; adoremes los decretos de la Provideocia , que no puede de- jar de ser justa ; no turbe* ii* X34 mos el placer 9 aque! solo pla- cer que roe es permitido go- zar. ]fo te he salvado la vi- da a cojsta de la una ; de- tengamouos en esta considera- cjk>n 9 que me consuela y me foitifica contra los horrores de mi destino, Si me amas tan- to como Uego a creer 9 pro* ci ra por tu vida 9 piensa que es la mia , seate sagrada a lo menos por este titulo , y prom^teme respetarla. Vive, querido Dolsey , para darme gusto , para amarme, para conseryar tu fe y tu carino: derrama soiameote algunas la* grimas sobre mi sepultura , y Itegaian hssta mis cenizas. No 1*1 son insensibles los muerfos ^ y asf no tendra fin nuesfro amon Dolsey , Lu Amelia te tendri sfempre pTesente... Solloso^ torrentes de la'grimas 5 eran la respuesta de Carlos, y algu- nas veces pronuneraba tal cuat pa la bra que el srnno dolor ie inrerrunrpiar-. » Que ! aun me amas I dijo Carlos, cuando soy yo,.. No paedb borrar esta hor* rible imagen,.. yo fe ebedece*- x€ : yo sufrire mis desgraclaff, a las coafes procurare no aban- donarme... Pero pieosa 5 mer- ger £ qaien yo adorsba , y & qrrien haga morir, piensa que la desesperacion me impelera a vengarte de un culpable.,* 126 si , lo soy ; en vano te es- fuer^as en justifkarme... Ame- lia , pues que me amss * y es precise perderte ,. per mite que mi muerte preceda £ la tuya. Para que es la vida * gran Dios I si a ti te falta ? Ah I sin ti * de que me sirve mi existencia ? Pasaban estos dos infelices los dias enteros en mirarse, en suspirar^ y b^fiarse mutua« mente con sus lagriinas. A ve« ces volvia Carlos a todas par- tes sus ojos errantes ; y lue- go decia t con que no habrd re* medio I Sera preciso que mue- ra ! Ay Amelia... y no podia proseguir porque se le sufoca* 127 ba la voz. Se separaba con- tiiiuamente , y continuamente volvia al lada de sa muger ; le cogia esta , y apretaba la rca- no sin cesar, la llevaba a su corazon ,-■ y procurando en fin todos los medics de consolar* le | le decia : Dolsey , no be« mos de morir ? No cbbemos pagar tarde 6 temprano este tributa & lar naturaleza ? No es una ley irre vocable £ que esta sujetb todo viviente ? Que yo muera ahora , 6 de aqui a treinta anos r no causaria en ti igual sentimiento mi perdida ? Si fueres tii el que falleciese primero^ puedes creer que no seria igual mi sensi* is8 bilidad ? Puedes imaginar que Amelia te sobreviviera un so- lo instante ? Que suplicio tan espantoso , qu£ espectaculo el de tu muerte !... Nosotrcs- era- mos demasiado felices , Carlos! Te acordar^s de rni, despues de mi muerte ?_Que dices f respoadid Carlos^ puedes cree? que mi alma no este xxnida a la tuya ? Tu ultimo ?us- piro seti el mio* No ,- no lo dudes ; mis ojos se cerrara'n antes que te miren moribun* da ; espirar^mos , y acabar6- mcs juntos: pero qu£ dije ? El cielo me libra ra de esta tan grande desgracia , y esos brazes me so&tendran cuando 129 jo espire. Ah !... Pero qud pensamiento tan horrible con- duzco a la sepulture !... No puedo separarle de mf... Ame- lia , tti has de vivir sin mi*.* Al pronunciar esta palabra se entregd al aceeso de la mas i»elanc<51iea desesperacion ; ho podia fener reposo , d si fe lograba alguoos iuinutos , ex- clamaba entre suenos r yo soy su verdugo : por mi amere* Examinaba a su e«posa con atencion , y parecia espiar los progresos de la enferme« dad. Qu£\ se decia contiDua* meate , hay alguna esperanza! Y volvia a su continuo tor- mento y pesar. Es iamil de- *3° cir que estaba consumido del dolor , toda especie de ali- itfento Je era insufrible ; ha- blaba poco 9 y no hacia otra cosa que gemir profundamen- te ; muchas veces se llenaba de la melancdlica idea de H- brarse de una existencia que le era odiosa r y se prepara- ba a egecutarlo : el temor de que este fin adelantaria el de Amelia v le detenia , y le in- fundia valor para soportar su vida^ Supo Dolsey que un sal- vage conocia unas yerbas me- dicinales que habia en aque* llos climas 5 y componia una especie de anu'doto , que com- batte y de?truia la actividad de los mas mortales venenos: al momento le anim6 la es- peranza , y d Jo ; ddnde en- contrard este Dios conserva- dur ? Indicadmelo 9 ccnducid- me aunque sea basta las ex- tremidades de la America. Se Je dijo que Moz^ma (este era el noir.bre del salvage ) habi- taba mas de ciea millas de distancia. No importa , conti- duo , yo me siento con bas- tantes fuerzas , yo corro , yo vuelo en su busca ; y preci- pitandose en la cama de su muger , le dijo: Amelia , mi querida Amelia , tii vivira's pa- ra perdcnarme , para tener 13* compasion de mi$ per© ay de mil Me atrever£ a decfr qtre para amarnie ? 3er£ aim digno de t-u fernura 9 cuyo precio vf- vamente conezco ? Cont6Je en- tonees fas maravillas que ha- bia sabida de Mczema ; y se fue reposando el cuidado pot su esposa en fa confianza cfe algunos amigos cuyo zelo d intefigencia cooocia , y habia experinientado. Did principio Dofsey a su viage acoimpanado de Zami, jbven salvage, que le tenia al- guna inclinacion , y le seivia de interprete* Caminaban sin detenerse , y quisiera Carlos en esta ocasion tener la lige* f 33 reza de Jos vientos. Llegaron, en fin a & la cabana en que vivia Moz^ma^ a quien en- contraron sentado sobre una es- tera , con el areo y flechas i. sus pies , y en la actitud de un profundo dclor. Unia este a su ciialidad de inedi- co la de uno de los mas fa- mosos guerreros de su nacion. Acerc<5sele Zami raostrandule a Carlos r y le raanifestd el ob- jeto a que iban, Apenas aca- b<5 de oirle , se levantd con inducible furor , diciendo : vil esclavo de nusstros verdugos, qud vienes a pedirme ? Pue- do yo ser util a estos tigres que rienen de la Europa ? *34 Sabes bien que flecha ban cla- vado en mi corazon ?.., y al instante empez<5 a derra t nar un torrente de lagri^nas* Vol- vio en si , y prosiguid : yo era padre de un hijo tinico 9 y estos monstruos se han la* vado en su sangre* Yo tenia un hijo,., mas ya no !e ten- go. Sale el sol sin mostrar- me este baculo que sostenia mi afma , que debia ser con- suelo de mi vejez , que de- bia recibir mi ditimo aliento, y que habria sido otro de los mas arroganfes guerreros, Se pone el sol sin que le encuentre descansando en esta roisma estera , en que no res- »35 piro sino la muerte. La muer- te no es nada para un horn- bre que se ha hailado en mas de veinte combates ; pero mo- rir privado de un hijo -.cuyas manos no podran cerfarme Jos ojos!... Ea , Tetirate*.. retirate luego 9 antes que con esta fle- cha parta el corazon de este Europeo, y aun el tuyu; de- jadme. No t exclamd DoLey arrojandcse a sus pies, no os dejare, amigo mio, padre mio..« y descubriendo su pecho .., cori- tinud diciendo : heridme, ha- cedme pedazos, y preparad to* dos vuesfros gclpes; pero antes de darme la muerte, socorred y resucitadme a una esposa *3 6 querida.... s*^ me pareceis sen- sible i — Si, yo soy sensible, monstruo de Europa , respon- ded Moz^ma : pues me ves ltarar como una muger , no dudes de mi sensibiiidad. Ah! dijo Dolsey : yo mezclare mis lagrimas con las vuestras : vos sois padre... Ya no lo soy f y a no lo soy ! respondi6 el salvage.... Ay de mi I continu<5 Carlos , pues yo soy aun es- paso ; y«.. en breve voy a de- jar de serlo... aqui estoy a vuestros pies. Ya lo he dicho; si el sacrificio de mi vida piiede satisfacer vuestra ven- gaaza * yo os la ofrezco por victima : aqui la teneis entre- >37 gada & vues^ros furores ; pe« ro librad a mi rrrager de la sepultura que esta pronta a' ecu* par 9 y despues inmoIadme y discurrid y apllcad tormentes Ios mas crueles a esfos mienr- bros palpi tantes ; os bendect- * e , sereis mi Dies tutelar , si salvais a Amelia, Si lo a lean* 20 de vos % sereis el' dueffo de todos mis tesoros ,. y de todb lo que me pertenece. De tus fesoros ! responded Mozema* Seran bastantes rodos los te- soros de la Eurcpa al precia de mi fiijo I Ba'rbaro y pen* te a pewar % siquiera per una ves 5 que ya no soy su pa- dre ,' que mcrir£ sobre esta es» la i 3 8 tew sin ver a mi hijo , sin apretarle en mi seno... vete, huye lejos de mi vista... re- vienta de cdlera * y me abra- sa por haceros pedazos el co« razoo de entrambos.., Tienes atrevimiento para habiarme y decirme d6 vida a tu muger? Quisiera que toda la Europa entera fuese infectada en nues- tras ponzonas ; quisiera llevar- selas yo mismo , y que no es- capase ni uno solo de tus pai- sanos , por gozar del placer, del dulce placer de verles caer y espirar en mi presencia... Ay de mi ! No vivirrf ya mas mi hijo ! Lejos de enfadarse Dolsey, '39 persi-tid en sufrir las tenaces repubas 9 y el furor terrible de Mozt'ma*. Abrazd sus ro- dillas ; le representaba que la guerra era para todos el rei- no de la desgracia y del de- Ilto , que dirigia su ira al corazon de los pueblos 9 - asi de lcs mas politijos r como de los^ mas^ barbaros ; que esa era la suerte de los combates 9 a lo cual debia atribuir la muerte de su hijo : en fin a faerza de solicitaciones y de suplicas y lagrimas , determind el fe- roz y cruel salvage salir* de sus basques para seguirle , e ir hastadoude habitaba Amelia. Apenas Carlos divisd su 11* 140 cssa * eorrid al cuarto de su muger , y echandose en sas brakes ^ h dijo : yo te habia dado la muerte ; pero te trai- go la vida ; tu curaeiou es segura. No hubo acabado de pronunciar estas palabras r cuan- do entrd Moz£ma. Impacieate Ca'rios le condujo a la cama de la enferma : este la esarrfr. n6 con atencion ; todos est** ban pendientes de su voz , y sus ojos fijos en los de Moz£- ma r el cual despues de algir«- nos momentos dijo mirando i. Dolsey : no te engafiare ; el embuste y la adulacion no se hallan sino en tus hermasos ; £ su eafermedad no alcanzan mis T4f f ecretos r ella es incurable ; no fray mas que el Grande Es- piritu ( este es el nombre que dan los salvages de aquellos elimas al Ser Supremo, y se- fiald el cielj) que poeda triunr- far r y curar la violencia de este veneno. Qoedd Carlos co- mo si un raya hubiera caido sobre £1 > y solo pudo pro* sunciar estas palabras :con que es preciso resolverse !* Era tan digna de compasion su sifua- cion r que aun el misino Mo- z^ma se enterneci<5;- y habien* do cesado su admiraeion y sensibilidad r le dijo r me pa* recia que ttf eras un hombre*> pero veo te abandenas i un 14* dolor ssteriL Cr£eme r y veer con nuestros valerosos guer- rercs a combatir a una nacion enemiga de la nuestra ; te doy un consejo que yo tomare; quiero* vecgar & mi bijo , y cubrir su sepultura con sus cabellos ensangrentados. Digna mezda para tus Europeos \ la mano de estos peifidos es quien ha despedido Ja flecha em- ponzonada que te arrebata a tu muger» Si debes morir, imitame : cae r y muere sobre un monton de eisemigos r que quizas habras tti inrcolado: a Dios ; alia corra a exhalar mi alma. El dolor y el sentimiea- U3 to hicieroa tal presa en el ccrazon de Carlos , su pena era tan intensa , que parecia insensible a las caricias de Amelia 9 i quien ya no ha- blaba sino con los ojcs. Era este infeliz como una de aque- llas criaturas infortunadas, que la fabula nos represeLta pri- vadas insensiblemente de figu- ra humana 9 transmutadas en piedra miida. Manifestd Dolsey un dia mas agitadon que otros ; iba y volvia sin cesar a los bra» zjs de su esposa , y la inun- daba con sus Mgrimas , rehu» sando acostarse con ella : en fin se Tnclino sobre su cama, 144 y con una vcz debil y cua^ si espirante , le dijo : Ame- lia..* Quisiera tener valor pa- ra excusarte el esrpectaculo de un fin.,, que debia preceder a I tuyo» No he podido ven- eer el exeeso d'e mi dolors yo muero... Ay de mi!... Quiea recogera en estcs lugares tus- tiltimos' susrpi'ros ? Me per do- nas , querida esposa ?.,. Pon tu mano en mi corazon..*i mientras palpite no cesara de adoiarte... Oh Biosf,.. reci* bid mi riltioao aliento til. Per- mitid , que le exhale... en el seno virtuoso..... de una espo*^ sa... Y haciendo un movimien* to para echarse en su seoo* '45 e*pir6 dando un grito lugu- bre , mirando a eila por ul- tima vez. Causd el dolor la muerte de Carlos. Este golpe fue tan terrible para Amelia , que no -pudo pronunciar ni una pa- labra. Aturcida corno con el estallido de un disfurme true* no , no tenia voz para explt* carse ; sus ] agrimas se retira- ron , y solamente apretaba en- tre sus brazos a su marido, a cuyo rostro tenia pegado el suyo. Algunas veces levantaba los ojos al cielo , y luego les dirigia a aquel palido y desfigurado ebjeto 9 que aplica- ba continuamente a su cora- *3 I4# zon. Quisieron quitarle de sus brazos este objeto de dolor; pero se obstind en conservar- le 9 permaneciendo cuasi vein- te y cuatro horas en este es- tado ; hasta que aprovecharon un momenta que estuvo des- mayada , para retirar el cuer- po de Carlos. Despertd Amelia de este suefio mortal \ diciendo : en donde esta § En ddnde esta mi esposo ? En ddnde esta Dolsey ? No le respondieron sino con lagrimas, y continud: lagrimas ! Ah ! yo no puedo verterlas^. Qud es lo que ha sucedido ? Que ha sucedido a Dolsey? if despidiendo un pro* 147 fundo gemido , cual el de un infeliz prisionero ^ que despier- ta de un sueno , y vueive a verse entre cadenas , excla- m6 : gran Dies ! podre yo ol- vidarle !..• a Dolsey me han llevado para siempre ! Le he tenido en mis brazos 9 y ya no le tengo ! Que se ha. he- cho ? Y levantandose con pre- cipitacion: vudlvaseme , dijo 9 yo qniero espirar sobre mi in« feliz esposo , y que una mis- ma sepultura nos reciba j cubra. En vano se opusieron a sus esfuerzos : miro Amelia por todas partes en su habitacion, y fue corriendo a un cuarto 13* 148 vecino. O cielo! exclam<5, qu£ veo ! Un ataud!... cruelesl..* Ya esta cerrado ! Dolsey !,.„ querido Dolsey!... En £1 quie- ro morir tambien. Cay6 sobre el ataud quedando faera de si, y abrazada con tfl. Al fin de una hora volvi6 de esta dolorosa sfcuacicn, y dijo : es- ta tornado mi partido : no es en America en donde he de terminar el curso de mis des- gracias : todavia me siento con bastantes fuerzas , para ir a morir en Europa. Quisieron oponerse a esta resolucion , re- presentandole ia delicadeza de $u salud , con o f ros mil obs- taculos que le opusieron 9 a que 149 respondio : yo Jos vencer£; me probare... si, el cieio prolon- gara mi vida 9 ( no Jo dudo ) ha ts el momenta que hay a tenido el ccnsuelo... este es ei linico.., este es el ultimo. •» estoy determinada ; que me busquen un navio que estd pa- ra partir. Cumplieron sus dr» denes : volvieron d decirk que habia uno 9 y que todo esta- ba pronto y preparade. No permititf que hiciesen a Dol- sey los funerales , y coo voz tre'mula preguntandole cual era su designio ?... Mi designio ? ies dijo : oh ! no es segura- raente el de separarme de lo que mas he amado , y amo *5° mas que todo> Dolsey me se* guira , 6 por mejor decir , yo le acompsfiare hasta ei lugar en que ooestras cenizas reuni* das seran depositadas,... t _Qu£ dec is , senora? le replic?ron 9 ^. Esta es mi voluntad 9 que na- die puede impedirme ; y cor- riendo adonde estaba el ataud did on terrible grito : yo aban- doaarte! Yo dejarte en estos clirnas ! Yo volverme sin ti A una patria en donde pres- to se cerraran mis ojos ! Ah! Al menos mis padres.*, mis pa- dres... No pudo acabar ; un torrente de lagrimas le cort<5 la palabra ; la volvid a to- mar 9 y dijo : vamcs , veoga *5I conmigo este objeto \inico, que estimo con toda mi alma en este mundo. Uii milagro parecia reani- mar a esta criatura espiran- te ; Uev^ronla al navio con su amado dep<5dto , fijos en 61 continuamente sus ojos : de- clard que su proyecto era el de ser conducida a Ipglater- ra ; y rnienttas la navegacion, permanecid coustantemente jun* to al ataud , que de cuando eo cuando besaba* y banaba con sus lagrimas. Esta imagen llamo la atencion 9 y compa* sion de los pasageros ; y a este triste espectaculo se po- dia bien aplicar lo que dijo is* tin poeta antiguo : La Mages* tad de los dolor es* Los Pa- dres de Amelh lloraban sin cessr ^ ineiertos siempre de su destine. Ah! ay I deciao ; si tuvie'semos por lo menos el consuelo de saber que vivt!... Si pudieramos darle nuestras quejss... ah ! la perdonarfa- mos,.. si viviese !..* Esta ama- da h;ja , do es nuestro lanico anjor? Pero... son intitiles nues* tras esperanzas ! Amelia! Ya no hay Amelia! Ya no tene- mos hija , y moriremos sin abrazarla. Con este pensamien- to 9 derramaban sierrpre mu- chas lagrmas estos dos infeli- ces ; y algunas veces se de- 153 cian : si ht^bie'ramos podido deseubrir donde esta Sara , ha- briamos adquirido alguna lu? 9 y no fluctuarfamos en esta in- certidumbre mas horrorosa que la misrna desgracia. Cuando los Padres de Ame- lia desahogaban sa comun do- lor en estas quejas j les avi- sarcn , que una muger de al- guna edad solicitaba hablar- les. Decidle que entre , res- pondieron ; ah ! si fuesen al- gunas nuevas de nuestra hija I Qu£ sera ?... Puede ser que el cielo haya oido nuestras su- plicas , y ie hayan ablanda- do nuestras la'grimas !... Entrd la persona que les anuacia* *34 ron , y ambos gritaron i un tierapo : Sara!... Si, mis res- petables ducifns , dijo ella , a quienes he ofendido mucho; yo soy la infeliz Sara que no he podido resistir el deseo de arrejarme a vuestros pies para implorar vuestro perdon... Di- aos , continuaron los Padres, dines.... Que has hecho de Amelia ? Qu£ le ha sucedido ? Vive todavfa ? Ah ! cruel !... Sara , todo esta olvidado ; si nos lo dices*., aun sereiTios muy felices , si la muerfe no nos la ha arrebatado. Esta amada hija!... Perohaznosel favor de decirnos ddnJe esta. Cont<5!es Sara todo lo que habia pasa- *55 do sin ckjar la menor cir* cunstancia , despues del mo- mento que se prohibio a Dol- sey la entrada en su casa. Con- fesd con sinceridad , que fa- vorecid la buida de Amelia, y que !a condujo hasta el aa- vio que la llevd a America; y afiadid , que por el temor de su justo resentimiento , se ocultd de sus pesquisas : he llegado a saber que estabais inconsolables, prosiguid , y me he determinado (despues de es- ta noticia) d exponerme a vues- tro furor , y a sufrir el cas- tigo que merece mi flaqueza, 6 por mejor decir mi vil con- descendence j queriendo antes 156 morir ^ si fuese preciso , que dejaros mas tiempo en esta cruel perplegidad e incerti^ dumbre. Sara, dijo el Pa- dre , no hablemos mas ds tu falta... Amelia,.* en America... y... pero no sabes en que pa* rage J — Ella fue en busca cfe Carlos, respondid Sara. Es- tara , interruitipio el Padre, estara en el parage que hoy es el teatro de la guerra ; es preciso escribin.. a todas par- tes 4 y pedir... i la America entera noticia de Amelia. Ah I Dios! gabemos ya tu suerte!. 4 . Se habra casado con Carlos; perc... ella vive! Que no te- nemos en nuesiros brazos a es- W ta hija J tan querida, y tan dig- na de serlo ! Nosotros , nues- tra obstinacion inflexible 5 es quien le ha caussdo su des- gracia y la nuestra!.,. La vol- veremos a rer , y estard en nuestro seno ; nuestro yerno es ademas de una condicion, que no puede dejar de hon- rarnos* Ay de mi ! A el no le falta sino fortuna* Asi el uno como el otro Se Uenaron de aquella alegna que solo un padre y una ma- dre pueden imaginar ; asi a los sentimientos y pesadum* bres suceden los consumes. _A que peligros habra sido ex- puesta ! decian ; abrazamos una 158 esperanza remota 4 incierta: en el momento en que form am- inos nuestros deseos, puede ser que ya no exista , y habra qui- zi muerto en unos ciirnas bien diferentes de estosl Sara , bus- ca niodo de disiparnos estas nubes. Habla * dijo Ja ma- dre a six marido ., trata de informarnos en que region de la America puede habitar Ame- lia, g Por que hemos de pensar en otra cosa 9 que en el cui- dado en que tanto interesa- mos ? Que vamos a perder ? Nuestros dias se pasan Iknos de tristeza , y tenemos ya el pie en el camino del sepul- cro. Vamos , arnigo mio, ar- i *59 m^monos de valor ; sepamos nosotros mismos Jo que ha sucedido a Amelia. EJIa se ha atrevido a atravesar Jcs mares ; la ternura de un Pa- dre y de una Madre no ha de poder mencs , que la de un loco amor«. no peosemos mas en su falta ; la volvere- mos i ver , y la estreehare- mos a nuestro seno : creed- me , aceleremos nuestra pard- da»_Mis amados Senores, ex- clam6 Sara : yoos seguire, si me lo permit/s ; no me ne- guels esta gracia : que yy yea y abrace aun a mi amada se- norita , antes que me muera. Resolvieronse esros dignos t6o Padres i it & buscar a su hija Amelia , hasta ei Nuevo Mundo , hicieron los prepara- tives de su viage , y ya se llenaron del placer que ten- drian al abrir sus brazes a su amada faija : si% todo,todo le sera perdonado, decian : y... auti la amaremos mas. La vol- veremos a ver , y poseeremos 6 nuestra Amelia. O cielo ! No podremos tener la dulzura y el gusto de verla sino un instante, porque moriremos de alegria. Una especie de tumulto se levant<5 entre los familiares de su casa ; todos parecia esta- ban turbados ; y preguntan- i6i do^s el motivo de esta agi- tacion extraordinaria , no res- pond'an cosa alguna. ; y su embarazo y admiracion se au- mentaba ; la madre se avan- z6 a la puerta ; pero que es- pecta'culo se presenta a su vis- ta ! Su hija * suelto y desfren- 2ado el cabello , vest i da toda de luto , corre a sus btazos. Da un grito la madre : Ame* lia I... Si i madre mia , dijo ella , si me concedeis la gra- cia de pronunciar aun este nombre : esta es vuestra hi- ja... la n:as infeliz de las mu» geres , que viene a implorar vuestra bendieion « y a morir a vuestros pies... Su padre 14 I 62 que sxguio a su esposa , y que reccnocid a Amelia , no pudo decir mas que : hija mia ! Qui- so levaotarla , y abrazarla; pero Amelia continud dicien- do : mis adorables Padres % de« jadme morir a vucstros pies... yo te vuelvo a ver , Sara I AI ir sus Padres a responderle* vieron un acompanamiento de domesticos que conducian un ataud , con cuya vista que- daron sorprendidos , y llenos de horror. Este ataud que veis , dijo Amelia , arrojgndo^ se encima de 61 , encierra a mi desgraciado y desafortu- Dado marido $ y- bien pronto me encerrara a mi tambien; i*3 yo solicitq ( anadi6 vertiendo un torrente de lagrimas ) por el y por mi , el perdon , que no hemos podido obtener mien- tras ha'vivido. Me lo nega- reis ? Sus Padres la tomaron en sus brazos , en medio de los soilozcs : hija mia I le de- eian , mi amada hija ! No ha* Memos mas de perdon ; goce- mos de la dicha de volvernos a unir : nosotros nos esforza- remos en hacerte menos sensi- ble la perdida que acabas de sufrir, te huscaremos nuevo esposo... Levancd su padre a Amelia 9 y se seotd junto al ataud, sobre el cual tenia siem- pre su mano estendida : ved 14* 1 64 aqui * Ies dijo , el lecho en que estare pronto tendida. Sin embargo ^ mis amados Padres^ si me es permitido disfrutar aun de aiguna satisfaction, dispens^dmela en ette instan- te 2 os dignais perdonarme, y amarme ? A$i morir£ menos infelis. Me atrevo finalmente a esperar este tfltimi favor de vuestra ternura 9 que ser£ el colmo de vuestras bonda- des ; y es , que sea yo colo- cada en esfe ataud , a! lado de Dolsey mi marido. Si, es* te sera e; tmyor de Ids bene- fices. No oculto ni riego que os he eausado muchas penas; el cielo es justo 5 yo he sido i<5$ castigada , y vosotros estais yengados. Muda de conversa- cion , le dijeron , nuestra ama- da hija ! Vive para amarno^ y para ser adorada de tu fa- milia ; tu eres a quien tene- mos en nuestros brazes ! Sara unia so admiracion a la de es* tos tiernos Padres , y decia: yo vuelvo a ver 6 mi amada senorita I Sin duda me permi- tira que le bese la m3no, Sara 9 respoodid Amelia , end, mano sentira en breve el frio mortal ; a lo qae el padre ex- elamd : Que, hija mia ! no cocseguiremoa nosotros conso- lane ? Tu vista iws vuelve la vida : quieres que espiremos 166 de dolor ? Llora por tu espo* so ; lejos de reprender tu tris- teza , la aprobamos y la sen- timos : pero procura dulcifi- carla en nuestro seno. Tu di* ces que nos amas , y hablas de morir ? Respetables autores de mis dias y continud Amelia^ mi fin esta decidido ; no ten- go mas tiempo que para de- ciroslo. He supiicado al cielo mitigase sus rigores , que pu- diera volver i Inglaterra , a Inglaterra que me ha visto na- cer 5 y en fin que me fuese permitido morir en vuestros brazos ; y parece que esta vez se ha mostrado sensible a mis deseos 9 este cielo faasta aqui 167 inexorable. Habeis querHoper* donarme ^ os he vuelto a ver, y ya no he experimencado to- das las desgracias. Sus Padres se empefiaron absolutaoiente en que dejase ese modo de hablar * y en pro- curar que su melancolia reci- biese algun consuelo : les did cuenta de su terrible situacion^ y supieron en fin estos icfeli- ces 5 que un veneno destructor circulaba por las venas de su hija : que su fin era cierto ; y que la detencion de la rnuer- te era imposibie : no se 01a en la casa sino un continuo clamor , y un sentimiento uni- versal se estendid en toda eila: i68 no salieron de esta confusion sino -para ocuparse -en bu car los mas eficaces remedios : cor- rieron , volaroa a Londres , y liamaron a los mas hp'biles me- dicos , los cuales emplearon to- dcs los medics del arte ; pe- ro presto se conocid , que la Europa no era mas feliz que la America en las medicinas* No he querido afligiros mas 9 dijo Amelia a sus Padres , ne- gandome, y rehusandome a los socorros ^ cuya poca eficacia prevefa ; esto os sea un testi- monio de la ternura y sumi- sion que os debo ; si , esta decidido que no me quedan sino algunas semanas ^ue vi<* 169 vir : quiero coosagraroslas , f deciros cien veces que jamas habeis saiido de mi ccrazon; el amor ha causadD mis ma* les y mis errorei... Ay de mi ! JE1 causa mi tormento ! Yo soy su victima ; pero tengo el consiielo de verme bana- da de vuestras lagrimas 5 mo- rire menos digna de compa- sion , pues merezco la ternura de mis amados Padres. Quien podra pintar la des-» esperacion en que esta infe- Wz familia se hallaba ? Aqui es preciso cerrar los cjos , y dejar a la imaginacion , 6 por mejor decir a la sensibilidad, que se representa una piatu* 15 170 ra tan penetrante y compa- siva. Mandd Amelia que el ataud se depositase en su cuar- to; besabale cien veces al dia, y otras tantas jlojaba sobre il; dirigiendo a Carlos sus voces, como si pudiese oirlas. Luego que Amelia se v\6 sola con JSara * se entregd su alma a toda la amargura del mas vivo dolor 5 y le dijo: que te parece , mi querida Sara? creias tfi volverme £ ver 9 atormentada con estos golpes tan terrihles 4 privada de ,un esposo a quien adora- ba ? yo , cerca de seguirle a la tumba , arrebatada de mis Padres 5 en el mismo momen- 171 to que me han abierto sus brazos para recibirme ?... Qu£ destino tan espantoso!..., sin duda es castigo de las pasio- nesl... yo he amado demasia- damente a un mortal... El cielo me ha castigado sin du- da!.., Bien merecidas tengo mis desgracia3 ; he ofendido a mis Padres ; he violado las obligaciones sagradas... Ah! perdona , mi amado Dolsey ( esto dijo volvie'ndose hacia el atauij perdona; no t.mas que tu imagen tenga menos imperio sobre mi alma... Sa- ra, •• alia es adonde conduce el amor ! La esperanza es el tiltimo 15* I?8 da los sentimientos que se bor- ra del corazon humano. Pen- saron sus Padres por algunos mo-meotos ^ que el eielo obra- ria algun prodigij a favor de su hija ; eontaban con las fuerzas de su juventud , y con el cuidado que le teoian; veian su ternura deseosa de su res* tablecimiento , pero la razoa no daba lugar a consentir* lo : sin embargo Amelia se iba consumiendo visiblemente, 6 iba toeando su fin ; pero procuraba ocultarlo y disfra- zarlo a sus Padres* Dejemoslos en la esperanza ^ decia a Sara; bien presto mi mueite los sor- ptendera. i?3 Veia Amelia con una es* pecie de tranquilidad acei> carse su exterminio. Cuando el corazon ha recibido alga* no di estos grandes golpes, es inuti! recurrir a los reme» dios , porque sod todos inefi- caces. Verdad horrorosa , que es preciso no disiniular ! No hay mas que la maerte que nos pueda curar* No vivia ya Dolsey % linico objeto. q$e podia Amelia buscar en la tierra. Sus Padres estaban con- tinuamente con ella : se esfor* zaba esta en divertirlos , les cocsolaba , y les hablaba de su nines , y del amoF que les tenia ; ocultacdoles cuaqta 174 podia la sepultura en que iria luego a parar. Solairente ctan- do estaba con Sara , se mos- traba , como lo hemos visto 9 en el estado en que se ba- Uaba , esto es , entregada a la confusion de los diversos sentimientos que experimenta el que se mira prdximo y seguro de su ruina. Hay po- cos fildsofos que disputen so- bre esta imagen. No queda a Amelia que vivir mas que un dia , que anunciaron los medicos : en- ionces es cuando su alma der- ram6 todo su vigor : envid a llamar a sus Padres a' su cuaf • to , y apsnas los vi<5 5 les ha- '75 bid de esta suene. Esfa sera la ultima vez que os ser£ im- portuna ; que no quisiera vi- vir bino para vos... pero mi destino me Ileva ; he amado a otro... y le he perdido. De- fa eis haber eonsentido ja mi muerte 9 desde que el cielo nos ha vuelto a unir , cuyo especdculo estaha guardado £ vuestros ojcs. Ann otra vez os suplko que me perdoneis y 6 mis amados Padres ; bende- cid a vuestra bija , que os lo ruega t no os acordeis sino de sa arrepentimiento , y de una teroura , que a pesar de sus excesos siempre os ha tenido: ya he encargado a Sara que i7<5 os liable de mi muchas ve- ces... yo siento la muerte... ah! dignaos ccocederme vues- tra bendbion. A estas palabras se acercaron sus Padres , la tomaron eo sas brazos , la bendijercn , y cayeFon desosa- ysdos. Sara , continud Ame* lia , apartemos este objeto ; que los saquen de este lugar* Los criados los llevaron i su cuar- to 9 y Amelia continud: yo he tenido , Sara 5 la determi&acion de revestirme de mi afaud; ve a qui tcdas mis alhajas, que te suplico recibas , como una debil sefia de mi amis- tad, Yo quisiera tambien me dims una prueba de tu re- 177 cono:imiento : ordena de mi parte , que se abra al ins- tante este ataud... O cielo! exelamtf Sara: senora, que que- reis ?... Piensa solamente , pro- sigui6 Amelia, que te pido una gracia... la razon es la que me ha hecho retirar a mis desgraciados Padre?... los cuales no bubieran podido su- frir este espectaculo. Despues de algunos momeotos volvi6 a preguntarle : dime , se ha he- cho lo que espero de to ze- ]o ? Si seffora , respondid Sa- ra , ya se os ha obedecido; pero cual es vuestro design sio?...' Salid , amigos mios, les dijo Amelia , y no quede 178 otro que Sara , para asistirme en mis liltimos instantes : en mi testamento hallareis las justas recompenses de vuestros servicios , idos. Ya se sentia Amelia debilitarse , y dijo a Sara : hemos quedado ya so- las 9 mi querida Sara , ven a levantarme en tus brazos. Obe- decid Sara derramando muchas lagrimas , y le dijo : que que- reis hacer ? qu£ pretendeis?,.. LMvame hasta csre afaud ', pa- ra que lo tiltimo que miren mis ojcs sea mi et : pcso.«.-_ .0 cielo ! Yo no puedo.. — Sa- ra es quien me niega esta satisfaccion ! Prro no importa, voy a animar mis fuerzas: 179 caer... Sara no dejd que con- cluyese ^ y la condujo mori- bunda hasta este monumento de dolor : ve aqui , dijo Ame- lia , lo que me queda en un hombre £ quien he amado has- ta el punto de idolatria ! Con- templo mucho rata en Carlos^ envuelta en su mortaja , y despues dijo a Sara : ayiida- me a tenderme en este ataud... Si te opones £ mis deseos f no por eso dejare de morir.., y me privas de un consue- lo... Tremula Sara, sostuvo £ Amelia , la cual se ech6 en el ataud... Ya estoy unida, dijo , para siempre con mi esposo. Mi alma vciara a los i8o cielos a encontrarse con la suya..* Si : el Dios de bon- dad nos recibira , y perdo- nara ouestros excesos... Sara, di a mis Padres que les su- plieo no nos separen. Con- sulates de la falta de la in- feiiz Amelia... no me olvides... A Dios... A Dios.,* Sara... Yo... muero... Al pronunciar estas palabras con un fono lugubre , procure Amelia ba- jar iobre si la tapa del ataud; corrid Sara 4 y hallandola que habia espirado , did un gri- to , al cual acudieron sus Pa- dres que acababan de reco* brar los sentidos 1 salieron a el cuarto acompanados de los iSi criados, Mostr6ies Sara con la mano el ataud ; y vieron a sn bija que habia extendido su sabana sobre su amado es* poso. Quedaron in-m-dvi ;es a los pies del ataud 9 en diversas demostraciones de horror y de dolor. Vueitos en si de esta revolucion tan terrible , die- ron aun muchos abrazos a la desgraciada Amelia ; y ea medio de las lagrimas y so- Uozos , ordenaron la pompa fuoebre de los esposos , ha- biendo cumplido con la dlti- ma voluntad de la muger# Enterraronlos en el mismo ataud , en una misma se- pultura , y esta familia des- 1 82 afortunada va todos los dias a tributaries sus lagrimas 9 y es* perar la muerte* F I N. LIST J DE LOS LIBROS QUE se he: I Ian en di ha libreria de Jldefbnso Mom pie. Adrian y Estefanfa , 6 la Isla de- tierta. Un vol. en 8. Adriana 6 his tori a de la Marqoe- sa de Brian ville. Dcs vol. en 8. Alejo , 6 la Casita en los bos- ques. Dos vol. en 12. Amelia, 6 los desgraciados efec* tos causados per la extremada sensibilidad. Un vol. en 12. Anastasia , 6 la recompensa de la hospitaiidad ; anecdola bistd- rica de un casto amor contra* riado ; adornada con una la- mina fina. Un vol. en 12. ANDRES (Juan). Cartas famllia- res a su hermano Don Carlos Andres. Un vol. en 6. Cartas a su hermanoDon Carlos sobre la liferatnra de Viena. Un vol. en ft. ANTILLOx\ Diez miimtos de lec- tura util £ los p Uriotas espa- iioles. Un vol. en 12. 1 84 ANTILLON. Escala 6 itinerarxo de la isla c!e Mallorca. Un pia- no de pHeg^o tendido. Arte de jugar a la Loteria , con el Arcano de los tesoros , y las tablas sirapaticas y celes- tes. Un vol. en 8. JEdicion de 1826. - — general de la gnerra^ sus te'r* minos y deiinioiones. Un vol. en 8. Atala, 6 los amores de dos sal- vages en el desierto , por Cha- teaubriand. Un vol. en 8. con tina lamina. Aventuras de Tele'raaco.Dos vol. en 8. en espafiol y frances. Dos vol. en 8. marq. Batalla de la Aibuera , con iami- nas. Un vol. en 4« BEG AS. Estilo nuevo, y Forma- lario de escribir cartas mlsivas, y responder A ellas. Un vol. en 8. BLAIR. Compendio de la Retd- 1 8 5 rfca y bellas letras. Un toI. en 8. BOILEAU. Arte poetica traduci- do por Madramany. Un vol. en \. BOR.DAS. Compenclio (Te la Gra- matica italiana. Un vol* en 8. CADALSO Cartas Manuecas/Un vol. en 4* — Koches liigTibres. Ntreva edickm , eon 2 laminas finas, y aurnentada con los versos a- la muerte de fills. Un vol. en 1 6. CAMPOMANES. Tratados de las regalias de amortizacion, Nad* ya edicion. Gerona 1821. Un vol. en 4» rust. gj —Memorial ajusta- do del ohispo de Cuenca, Un vol. en fol. CAPMAiW. Filosofia de la elo~ cuenci'a* Dos vol. en 8. . £ n un TO \^ en 8. CENTON. Epistolarfo del Bachi- Uer Hernan Gomez de Cibda- 16 i86 real ; y generaciones y setn- blanza del noble cabailero Her- nan Perez de Guzman. Un vol. en 8. CEVALLOS. Polii ica peculiar de Bonaparte. Un vol. en 4» CICERON. Los libros de los ofi- jc\os , con ia economia de Geno- fontes. Traducidos por Fr. Ta- mara 7 anadidos los paradojos y el iueno de Escipion. Un vol, en 4« Cartas famlliares , iradu* cidas por Simon Abril , latin y casteilano. Cuatro vol. en 8. CLAROS. Barones de Castilia, y Jeiras de Fernando del puigar. Un vol. en 8. Coleccion de ccbo mueslras para escribir. Un cuaderno en 8. . de figuras que demues- tran las sen as del mando mi- litar de la espada para los to- ques del tambor. Valencia 182 1. Un vol. en 8. ru>t. -de novelas , anecdotas y cuentos morales por la Conde- lS 7 sa de Genii's. Once cuadernos en 8. COLON. Formula! io de Jos Pro- cesos militares* Un vol. en 8. COLL. Tratado elemental teori- co j" practico de comercio. Un vol. en 4- Comen f arios de la guerra de Es- paiia por el Marques de S. Fe- lipe. Cuatro vol. en 4. pasta. Compendio de Ja historia romana en verso castellano, segun los mas exactos documenlos , con sus estatutos , y leyes. Un vol. en 8. Conciliacion polftlca -cristiana del si y el no contra Don Joaquin Lorenzo Villanueva. Un vol. en 4« CONDORCET. Ccmpendio de la obra inglesa intitulada : Rique- za de las naciones. Un vol. en 8. Dias en el campo. Cuatro vol. en 8. Diccionario geografico de Espa- iia, por la Real Acadeinia de la 16* i88 Historia , que comprende las provincias de Navarra, seiiorio de Vizcaya , A lava y Guipiiz- coa. Dos vol. en 4. mayor. DORC A. Idea civil. Un vol, en £. El ari;igo de ios ninos* Un voL en 8. El donado bablador y 6 vida y a venturas de Alonso, mozo de mucbos am os. Dos vol. en 8. con ;8 larninas finas. El Evangelic en Triunfo , 6 his- toria de u n fiicsofo de^engana- do , con larninas. Cuatro vol. en 8, El origen natural y especial de las socicdades poiiticas. Dos vol. en 8. El Savinianifo , 6 bis tori a de un jo en buerfano , por madama Rem^vi ie » traducido del Fran- ces. Un vol. en 8 con una id- mi na fina. El Viager© universal r 6 noticia del m«m-*o antigno y nuevo; obra recopilada de los mejores viageros. Cuarenta y tres vol. en 8. marquiila, con 4<>o lami- uas finas de los trages tie to- das las JVaciones. La misma cbra con lami- nas iluminadas. s i n 1£ ir in as. Ensayo sobre los reconocimientos mill tares. Un vol. en 8. ESCOYQUIZ. Obligaeiones del In mbre. Un vol. en 8, ESOPO- Fabulas, ultima edicion. Un vol. en 8. Espirifcii de la in c tmccion Militar que el Rey de Prusia clio a sqs gen rales, aplicado a la guer- ra pasada de Espafia. Un vol. en 8. Exequias de Mr. Pitt, primer mi- tt is tro de In gi a terra. Un vol. en 8. FERRER. Cansas de la decaden- eia de la marina espanuia. Un vol. en 4- riistica. FLORENCIO. Cronologia 6 cien* cia de las castanuelas.. Un vol. en 8. FLORI AXLa Estela.Un vol.eal 2. J90 FLORI AN. Galatea Un vol.cn 12. Kama Pompilio. Dos vol. en 12. Novelas mievas.Un vol. en 12. GA&CJA. El labrador instruido* Un vol. en 12. GARRIDO. Discurso filosofico so- bre las verdaderas nociones de la naturaleza human a. Un vol. en 4. GAZOLA. El mundo en^anado por los falsos me'dicos. Un vol, en 8. Guerras de Granada. Un vol. en 8. Goia del oficial particular para campana por el general Cesac- Lacuee. Ties vol. en 8. con la- minns. GUTHRIE. Nneva geografia uni. versal. Catorce vol. en 8. Historia de Bertoldo j Berloldino. Un vol. en 8. — — de la Florida. Cuatro vol. en 12. del caballcro Carlos Gran* dison. Cuatro vol, en 8. Historla de la guerra de Espafia contra Napoleon Bonaparte, es- crita y publieada de orden de S. M. Un vol. en 4« El segunde vol. esta en prensa , y conti- miara. Idea General de Espana. Un vol. en 4» IGLESIAS DE LA CASA. La Teolcgia , poema. Un vol. en 8. Isabel 6 los desterrados de Sive- ria. Un vol. en 8. ISLA. Carta de Juan de la Enci- na. Un voL en 8. Cartas familiares, Seis vol. en 8. Colecclon de papeles erftico- apolog<£ticos. Dos vol. en 8. Dia grande de Navarra. Un vol. en 8 Arte de encomendarse aDios, traducido del italiano. Un vol. en 8. — — Sermones panegiricos. Seis vol. en 4« Itinerario descriptive de las pro- vincias de Espana , y de sus 19^ fslas j posestoues en el medi- terraneo. Dos vol. en 4» John Moore. Dos vol. en 8, Plaeido y Blanca , 6 las Batuecas. Dos vol. en i?,» Not a. Fsta ncvela moral y fi» losofica es una de las production nes de la infatigabfo pluma de la Condcsa de Ginlis \ da da a luz prco tiempo ha. El car deter y si- tuation de su her 06 ojrecen mil rasgoi de m or alidad / y aim que parece d prime 1 ' vista que sea una criica de la civilization , se pro- p&ne per el contrario probav que la virfud herolra no stria tal, si no ha liar a la oposicion tie las sediiccio es que se acumulan para dehilitarla y e !i guirla en el es~~ tad ) de civilization, L^s ideas re- litiosas y morales de que abu da ? van adcrnadas de una nar acion d* lettable , y expresadas en el es- tilo fluido y elegar tc que resalta en iodos los escritos de la autora* t*8 I $& JM W11 « * * ^ WW £ '-. cy ■ot > o. '•.~rv *6> • • . <*. /\" A 1 * ^ &M *^ b ., mm m ■ lit ■ EH s I I ■ I • H ; ' • 1 1 ' i ■ MH