UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA LA CERÁMICA CHIRIGUANA POR FÉLIX F. OUTES Secretario y director de publicaciones dol Jlaseo de la Plata: profesor en las Universidades de La Plata y Buenos Aires (De la Eevista del Museo de La Plata, tomo XVI (segunda sene, tomo II J> jiáginas 121 á 13o] BUENOS AlitES IMPRENTA DE CONI HERMANOS 634, PERÚ, 684 1909 Apareció el 15 de junio LA CERÁMICA CHIRIGUANA UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA LA CERÁMICA CHIRIGUANA POR FÉLIX F. OUTES Secretario y director de publicaciones del Museo de La Plata; profesor en las Universidades de La Plata y Buenos Aires |De la Revista del Museo de La Plata, tomo XVI (segunda serie, tomo III) páginas 121 á 136] BUENOS AIRES IMPRENTA DE CONI HERMANOS 684, PERÚ, 684 1909 Apareció el 15 de junio Á EDUARDO ALEJANDRO HOLMBERG AFECTUOSAMENTE DEDICA ESTE ESTUDIO EL AUTOR Digitized by the Internet Archive in 2016 https://archive.org/details/laceramicachirigOOoute LA CERÁMICA CHIRIGU ANA por Félix f. oütes Secretario y director de publicacioues del Museo de La Plata; profesor en las Universidades de La Plata y Buenos Aires jSTo debe considerarse á esta memoria, como un estudio exhaustíve á propósito de la primitiva industria alfarera de los Chiriguanos que pue- blan el oriente de Bolivia. Si bien he reunido en las páginas que siguen todas las brevísimas referencias sobre el particular dispersas en la lite- ratura que trata, casi siempre por incidencia, de la ergología de aquellas agrupaciones indígenas, apenas constituyen un conjunto exiguo, que contrasta, singularmente, con la abundancia relativa del material que me ha proporcionado, con verdadera gentileza, mi viejo amigo don Eduardo Alejandro Holmberg, obtenido por él mismo durante el viaje que ha realizado á algunas provincias de Bolivia, bajo los auspicios de Garas y Caretas, la progresista revista informativa bonaerense. Debo creer, pues, que se trata de un vasto campo de investigación recién explotado, y en el cual los especialistas realizarán, sin duda alguna en un futuro próximo, observaciones más amplias y prolijas, mediante las cuales podrá entonces estudiarse en su completo desarrollo, la evolución morfológica de los vasos y el proceso de estilización de ciertos curiosos motivos ornamentales que mencionaré oportunamente. Pienso, no obstante, que los antecedentes diversos sintetizados en esta ocasión, son los más completos publicados hasta la fecha; y en cuanto á los reunidos por el señor Holmberg, quizá los más numerosos, desde que el material llevado á Europa por los miembros de la Misión Científica Sueca presidida por el barón Erland ífordenskióld, se ha reputado insuficiente : Das von v. Rosen mitgebrachte Material — dice su distinguido jefe, en una publicación reciente — reiclit su einern naheren Studium derselben niclit aus 1 . 1 Erland Nordenskiold, Einige beitrdge sur Kenntnis der Südamerikanisclien Ton- gefasse und ihrer lierstellung, en Kungl. Svenslca Vetenslcapsakademiens Handlingar, XII, número 6, 12. Uppsala y Stockholm, 1906. Cada una de las memorias publicadas en las Handlingar, llevan foliación aparte. 122 El modelaje de alfarerías constituye, desde hace largo tiempo, la industria practicada más intensivamente por las agrupaciones de Chiri- guanos. Como entre otros muchos Naturvollcern americanos, las mujeres ancia- nas están encargadas de la fabricación de tiestos de barro 1 ; pero, des- graciadamente, muy pocas observaciones se han verificado sobre el pro- ceso de manufactura seguido por esas primitivas alfareras. Los menudos, aunque siempre interesantes antecedentes, á propósito de la obtención de la materia prima, su preparación, el comienzo de modelaje de los fondos, etc., faltan por completo. Los datos más prolijos sobre las operaciones ulteriores, publicados hasta la fecha, los ha proporcionado un manuscrito, aun inédito, del misionero fray Doroteo Giannecchini, el que contiene interesantísimas observaciones sobre la ergología de los Chiriguanos 2 : Ammollata una certa quantitá di creta — dice el doctor Domingo del Campana, quien lo ha utilizado y resumido casi integralmente — pr endono un frammento di qualche vecchio vaso e lo riducono in polvere. Staccata quindi un poco di creta dalla massa preparata la mischiano con parte di questa polvere e cominciano ad impastarla fino a darle la consistenza necessaria a ridurla ad un bastoncello della lunghezza e grossezza voluta. Questo viene poi avvolto sopra sé stesso in largo spirale, al primo bastoncello se ne aggiunge un secondo, un terzo e cosí via finché il vaso non ha raggiunto la forma e le dimensioni dovutc. Nel far questo si ha cura intanto che V argüía si saldi pcrfettamente de tulle le partí e si usa a tale scopo un guscio di conchiglia (Anodonta) o qualche sasso (ittancúa), oppure un scheggia di canna ó final- mente anche un torso di granturco 3 . En Tarairí, pudo ver el señor Holmberg á una alfarera indígena en plena labor. Sentada en el suelo ante una red de chaguar (Aechmea polystachya Mez y á veces Bromelia Hieronymi Mez) 4 sobre la cual había colocado la pieza en elaboración para evitar, así, que el polvo del terreno se adhiriera al fondo recién terminado, superponía hábil- mente los rodetes de arcilla que aplanaba y consolidaba valiéndose de la yema de los dedos índice y medio; luego, con el objeto de hacer desaparecer las pequeñas asperezas ó granulaciones de la masa, rascaba el interior y exterior del vaso con el dorso de las uñas de las manos ' Nordenskiold, Ibid., 6. 2 El manuscrito del padre fray Doroteo Giannecchini se halla en poder del padre de la misma orden fray Sebastián Pilferi, quien realizaría obra buena si decidiera su publicación. 8 Domenico del Campana, Notizie intorno ai Ciriguani, en Archivio per l’ Antropo- logía e l’Etnologie, XXXII, 54. Firenze, 1902; confirmado, en parte, por Nordensk- iold (Ibid., 8). 4 La red á que me refiero en el texto es llamada yica por los Chiriguanos. — 123 izquierda y derecha, respectivamente; y, cuando hubo terminado su obra, no sólo pulimentó la superficie externa con el fragmento de caña á que alude el texto de del Campana, sino que completó esta parte del trabajo mediante una vieja cuchara, usada á manera de espátula. En tal forma se fabrican los vasos comunes y los de gran tamaño; aunque para conocer el proceso de manufactura con todos sus detalles, sería menester observaciones referentes á la manera cómo se prepara el labio, el cuello de las jarras, y las asas de que muchos están provistos. Las piezas de pequeño tamaño se modelan directamente en un bloque de arcilla blanda, excavándolo y ensanchándolo con las manos \ Costruito il vaso — agrega del Campana — prima di cuocerlo si espone al solé per fiar prendere alia creta unpo’piú di consistenza, dopo di che lafab- bricalrice ne liscia ancora una volta le pareti coll’íttancúa e quindi procede alia cottura. Cid ella eseguisce ammucchiando torno torno al vaso dei pez- zetti di legno ai quali pone fuoco avendo cura di surrogarne sempre altri finche la, terraglia non sia cotta completamente. Talvolta invece del legno si suole impiegare dello sterco di vaca hen secco 1 2 . Haré notar que las supersticiones locales imponen, como condición imprescindible para el buen éxito de todas las operaciones enumeradas en los párrafos anteriores, que mientras dure la labor de la alfarera, no se le aproxime persona alguna y, mucho menos, que el visitante impor- tuno sea una mujer en cinta 3 . Hasta ahora no se habían descripto, ni aun siquiera mencionado, las diversas formas que afecta comunmente la cerámica Chiriguana. Los numerosos apuntes y las interesantes piezas reunidas por el señor Holm- berg, parecen corroborar la rápida referencia de Nordenskióld : JDie Chi- riguano haben zahlreiche verscliiedene Tongefas.sf orinen 4 . Creo, no obs- tante, que dicha riqueza es más bien aparente que real, pues los tipos verdaderos que encuentro son pocos; mientras el resto del material representa, sin duda, diferentes variedades de aquéllos, de los que se diferencian sólo por el tamaño ó particularidades de valor secun- dario. Como no me encuentro en condiciones de realizar una estricta agru- pación tipológica, desde que el material sería reducido para ello, voy á describir someramente los caracteres principales de las piezas puestas á mi disposición, y á las que he distribuido en orden tal, que un simple golpe de vista será suficiente para darse cuenta del probable desarrollo y evolución de las formas. 1 Nordensiíiold, Ibid ., 7. 2 Del Campana, Ibid ., 54. 3 Del Campana, Ibid ., 54. 4 Nordenskiold, Ibid ., 18. — 124 — Los vasos más primitivos son hemisféricos (fig. 1); algunos con labio dirigido al exterior (flg. 31); provistos ó no en el borde, de asas verticales al plano ecuatorial ; y, casi todos, sin asiento alguno. Á este mismo grupo de formas arcaicas pertenece el vaso sub- globoso representado en la viñeta 2: con el cuello Fig. 1. — Tarairí, '/, o , n . , , / apenas esbozado, y provisto en el tercio superior del vientre de asas oblicuas al plano ecua- torial. En segundo término se presentan nume- rosos ejemplares globulares, con cuello corto pero de gran diámetro (tig. 3), ó estrecho y más ó menos infundibuliforme (flg. 4). No tienen labio bien definido, pues todo el cuello se dirige suavemente al exterior. Muchas de estas piezas poseen asas que, , , , , , , -i Fig. 2- - Tata renda, >/ 8 desprendiéndose del borde, describen una curva que termina en el vientre (flg. 3). Por lo demás, ofrecen sin excepción alguna, cierto aplastamiento del fondo que asegura su estabilidad al colo- carlas sobre el suelo. Es indu- dable, asimismo, que las jarras L i S . i. — Tataieuda, / , „ globulares que fabrican las alfa- reras Cliiriguanas, y cuyo tipo es bien sencillo por cierto (tig. 5), representan una variante introducida en la forma de que me lie ocupado, consistente, tan sólo, en la mayor elevación y estrechez del cuello y en el modelaje de una sola asa en vez de dos '. He encontrado, luego, un grupo caliciforme, ápodo (flg. h), que ofrece muchas variedades. Así, en unos casos, la parte superior estrangulada produce un cue- llo corto de paredes verticales y gran diámetro, con labio estrecho, plegado nítidamente al exterior (flg. 7); mientras en otros, y es lo usual, el cuello todo se inclina hacia afuera (tig. S). Conserva siempre el aspecto ventricoso producido por la estrechez del cuello, si bien las proporciones entre el diámetro ecuatorial y el vertical varían notablemente. En algunos (tig. 9), este último es reducido, mientras el cuello y vientre alcanzan gran desarrollo; en otros (fig. 10 y 11) la altura 1 Nordenskiolcl ha reproducido en su memoria tantas veces citada, una jarrita, del tipo de que me ocupo en el texto (véase, Ib id., 12, fig. 10). 125 predomina ligeramente; aunque los hay, también, con el diámetro ecua- torial doble del vertical (fig. 12). Á medida que las piezas de este grupo Fig. 6. — Abapó, '/ 23 Fig. 7. — Abapó, ‘/ 23 disminuyen de tamaño, comienzan á tener asiento, constituido por el aplastamiento horizontal de la masa. Por último, las asas no son frecuentes en las diversas variedades de los vasos descriptos; cuando existen, se dirigen del borde al vientre (fig. 11) ó se destacan verticalmente sobre el mismo plano ecuatorial (flg. 12). Aislada, y sin variedad alguna que yo conozca, existe también una forma subcilín- drica (fig. 13). Fig. 8. — Macharetí, 1 / 23 Creo que la forma oval, de cuello corto y cilindrico, reproducida en la viñeta 14, ha originado por simple estran- gulación del tercio inferior, el curioso tipo de vasos francamente 7 infundibul iformes, ápodos, tan característicos de '''v) l ;l cerámica Chiriguana. En esta serie, que com- prende multitud de ejemplares, pues son muy ^ utilizados, el cuello es ancho ó estrecho (fig. 15 Fig. i2. - Tarairí, y cilindrico ó en forma de embudo (fig. 17, 18 y 19) y de paredes onduladas ó bien verticales (fig. 16 y 17). Con ó sin labio, cuando lo tienen se dirige suavemente al exterior (fig. 16 y 17). También he notado, como en otros casos mencionados, que á medida que 126 — los ejemplares se reducen en tamaño, comienzan á tener fondo ó pie Las asas no son frecuentes; en el único caso que las he encontrado (fig. 20), se hallaban colocadas en el tercio superior del vientre 2 . Por último, he hallado esporádicamente un tipo de vaso caliciforme que constituye una excepción, según me lo ha manifestado el señor Holmberg. Ápodo y ventricoso, su cuello dirigido al exterior, describe pliegues simétricos y elegantes (fig. 21). Todas las piezas de que me he ocupado son de sección circular, salvo la representada en la viñeta 8 que es elíptica, particula- ridad excepcional sin duda alguna. Las condiciones especiales como reali- zaba su viaje el señor Holmberg, no le han permitido obtener mediciones deta- lladas de las numerosas alfarerías que encontraba 3 . Sin embargo, puedo ofrecer algunas cifras basadas sobre otros datos que poseo. Los vasos hemisféricos (fig. 1 y 31) tienen, generalmente, un diáme- tro ecuatorial que oscila entre 300 y 110 milímetros y una altura que rara vez excede de 150 y no dismi- nuye de 60 milímetros. El subgloboso, representado en la figura 1 Mis observaciones á este respecto las confirma Norclenskiold quien fia, constata- do, igualmente, que los vasos pequeños tienen el fondo chato, mientras los grandes son siempre ápodos (Nordenskiold, Ibid., 20). 2 Los Chiriguanos llaman yambui á los vasos de gran tamaño. 3 Como las figuras incluidas en el texto han sido hechas casi en escala, será siem- — 127 — alcanza á 170 milímetros de ancho máximo y 130 milímetros de alto. El diámetro ecuatorial de los globulares (fig. 3 y 4), varía entre 400 y 250 milímetros y su altura es, casi siempre, de 400 milímetros. Las pequeñas jarras que tengo en mi poder (ftg. 5 y pl. 1, fig. 6) son de muy reducidas proporciones; ambas tienen el mismo ancho en el vientre é igual altura; una 120 x 120 milímetros, la otra 90 X 90 milímetros. En los vasos caliciformes (fig. 6 á 12), el diámetro ventral varía entre 900 y 400 milímetros, y su altura entre 900 y 300 milímetros. El subcilíndrico aislado (fig. 13), tiene 700 mili- Fi s- 21 • — Tatarenda. '/,* metros de ancho en la boca y 920 milímetros de alto. El oval que he Fig. 22. — Lagunillas, ! / 5 pre fácil obtener las dimensiones aproximadas délos diferentes detalles de las piezas reproducidas. 128 reproducido en la viñeta 14, alcanza á 850 milímetros de diámetro en el vientre y á 1100 milímetros de altura. En los infundibuliformes (fig. 15 á 20) el ancho del vientre ofrece como términos extremos 850 y 650 milímetros y para la altura 1000 y 550 milímetros. Por último, la forma atípica de la figura 21 no alcanza gran tamaño, pues tiene 225 milí- metros de ancho y 150 milímetros de alto. Las dimensiones de las piezas mayores no han variado lo más mínimo en los últimos tiempos; los grandes vasos que vio Wedell en Caraparirenda en 1845, tenían alrededor de 1000 milímetros de diámetro por 1200 milíme- tros de altura l . Las paredes de los vasos, en general, no acusan un gran espesor; en los de mayor tamaño, tienen 15 á 20 milímetros; en los medianos, como el representado en la figura 30, no exceden de 8 Flg ' _4 ’ — Tlgiupa ’ ,r ‘ milímetros; en las reducidas jarritas ventri- cosas, oscilan entre 7 y 4 milímetros; pero, en cambio, el pequeño bol hemisférico reproducido en la viñeta 31, es relativamente grosero, pues sus paredes laterales tienen de 9 á 7 milímetros y el fondo alcanza á 15 milímetros. La sección de esas mismas paredes ofrece, casi sin excepción alguna, tres zonas bien marcadas; una ancha, central, de color negro, , y dos exteriores, roías, sumamente estrechas. Fig. 25. — Yacuiba, >/ 3 ’ J ’ Sin embargo, el vaso representado en la figura 22 es exterior é interiormente de color pardo obscuro, con una zona central gris clara, muy resistente. Fig. 26. — Desarrollo del adorno del cuello del vaso representado en la fig. 25, v / 3 1 H. Weddell, Voy age daña le aiul de la Bolivie, en Francis de Castelnau, Ex- pédition dan» lea par fies centrales de V Amérique du Sud, de IUo de Janeiro a Lima, et de Lima au Pará; Histoire du voyage, VI, 56. París, 1851. Véase igualmente : P. Ale- jandro M. Courado y P. Antonio Comajuncosa, El colegio franciscano de Tarija y sus misiones, 42, nota 1. Quaracchi, 1884. 129 — los ornamentos por intaglio consisten, tan sólo, en impresiones ungui- culares ó de la yema de los dedos. Efectivamente ciertos tiestos de barro tienen en el cuello tres ó cuatro filas paralelas de impresiones digi- tales, casi siempre hechas con el dedo pulgar, ejerciendo presión lateral (fig. 8 y 17). Hay ejemplares, también, con la totalidad de las paredes ornamentadas mediante el procedimiento referido; en cuyo caso, las im- presiones están distribuidas en series rítmicas paralelas, que siguen la dirección de los rodetes de arcilla con los cuales se construyó el vaso (fig. 22). Vig. 27. — Alfarerías fie im rancho Cliiriguano (Tarairí) Desde luego, inoficioso me parece decir que la mayoría de las alfare- rías Cliiriguanas que he visto son, originariamente, de un bello color térra cotia y, por excepción, pardo más ó menos obscuro. Conviene tener en cuenta, sin embargo, que dicho color es muy posible varíe con las localidades, vale decir, según sea el material empleado y su com- posición. Un buen número de vasos Chiriguanos, ofrecen ornamentos que han sido expresados mediante alguno de los tres métodos conocidos : por intaglio , en relieve y con la ayuda de colores. Erland hTordenskióld 1 y el señor Holmberg, han podido observar que 1 Nordensiíiold, Ibicl ., 12. — 130 — Los ornamentos en ronde-bosse son, en cambio, muy raros. Sólo be visto un vaso que los tuviera; el represen- tado en la viñeta 3, cuyo cuello muestra m ^ am una serie de elementos ovales superpuestos •kvi lililí ÍÉÍI/iJISi lateralmente y combinados con cierta ele- La ornamentación mono ó policroma de las paredes de las alfarerías, es muy fre- cuentemente empleada. La materia prima que utilizan los indígenas para realizarla, tiene, casi siempre, un origen mineral : arcillas ú ocres rojos, blancos y aun pardos. En algunos casos, muy pocos por cierto, se utiliza el hermoso color rojo proporcionado por los frutos de Bixa orellana L. b Los colores minerales se aplican antes del coci- miento de las piezas que deben recibirlos; los vegetales, después de haberlo verificado; valiéndose, siempre, de un grosero pincel ó de plumas sueltas de gallina. Los ornamentos, ya sean pintados con co- Fig. 28. — Mujer Cliiriguana llevando á la espalda una alfarería (Quiri- quirigua). lores minerales ó vegetales, ocupan la superficie exterior de los vasos; por excepción una parte del lado interno del labio ó ancho cuello de las alfarerías caliciformes (fig. 21). Sin embargo, en todas las piezas de gran tamaño las pinturas sólo alcanzan á cubrir los dos tercios supe- riores del vientre; el otro queda sin ornamento alguno, pues debe enterrarse en el suelo para mantener la esta- bilidad del vaso (véanse, por ejemplo, las figuras 2 y 3 de la plancha II). La combinación de los co- lores empleados, no es ma- yormente conq dicada ciertas Fig. 29. — Portadoras de alfarerías (Lagunillas) Del Campana, Jbid., 55. — 131 veces se ha cubierto de rojo toda la superficie externa (fig. 30), ó se ha trazado una faja del mencionado color desde el labio hasta la mitad del vientre (fig. 31). En muchos casos, sobre la superficie natural — térra cotia — del cacharro, existen dibujos rojos (pl. I, fig. 3 y pi. ii, fi g. 2 y 3), ó negros y rojos (pl. I, fig. 1). En otros, sobre fondo rojo, se destacan ornamentos blancos (pl. I, fig. 4j. Un grupo, bastante numeroso, comprende vasos pintados de blanco y, sobre dicho fondo, elementos decorativos negros (fig. 23 y 24), pardo-obscuros (fig. 25) ó conjuntamente, negros y rojos (pl. I, fig. 5 y 0; pl. II, fig. 1). Por último, la combinación más compleja la ofrecen las piezas que tienen pintada la mitad inferior de rojo y la superior de blanco y, sobre este color, dibujos negros (pl. II, fig. 5), rojos (pl. I, fig. 2) y aun rojos y negros (pl. II, fig. 4). La sencilla faja roja que rodea exterior-mente el labio del pequeño bol representado en la viñeta 31, constituye, según mi modo de ver, el ornamento más simple. Sin embargo, la mayor parte de los vasos ofrecen en sus paredes combinaciones de líneas quebradas describiendo meandros más ó menos complicados (pl. I, fig. 1) ; ó que se hallan compren- didas, formando fajas, entre líneas horizontales (pl. I, fig. 2). El vaso representado en la viñeta 3 de la plancha I, ofrece una ligera variante constituida por la minúscula quebrada trazada sobre la recta que ciñe la estrangulación que forma el cuello, y por los menudos puntos alargados que se desprenden de la quebrada interrumpida que existe sobre la mitad superior del vientre. En la jarra que he reproducido en la figura 25, los espacios angulares inferiores libres de los elementos geométricos que se han dibujado sobre el cuello, están ocupados por grupos de puntos en cantidad variable y, — 132 uno de aquellos, por cierto grosero motivo cruciforme (fig. 26); además, en el vientre, los vértices de los ángulos de las líneas quebradas tienen, casi siempre, prolongaciones en forma de gancho. En otra pieza (pl. I, fig. 4), rodea al cuello una serie rítmica de losan- ges blancos, mientras por el lado interno del labio (fig. 21), existen or- namentos, en apariencia geométricos, muy semejantes á los de un vaso de que ya me be ocupado. El cántaro globular representado en la figura 5 de la plancha I, ade- más de los elementos decorativos ya conocidos constituidos por combi- naciones más ó menos felices de líneas quebradas y rectas, ofrece en los espacios libres de la ancha faja ventral, un nuevo motivo ornamental, formado por clievrons, de cuyos vértices se desprenden líneas que- bradas en espiral; detalle repetido con harta frecuencia en otras muchas alfarerías Chiriguanas que conozco. Á pesar de la sencillez aparente de los motivos rectilíneos que se han trazado en los vasos reproducidos en las viñetas 23 y 24, es altamente curiosa la larga espiral que rodea hasta tres veces toda la periferia, iniciada, como puede verse en las figuras respectivas, en forma complicada y que termina, en cambio, con suma sencillez. Pienso que en este caso, se trata, sin duda alguna, de una representación zoomórfica muy estilizada. En las jarras globulares (pl. I, fig. 6; pl. II, fig. 1), he encontrado curiosas composi- ciones meándricas en las que interviene la línea quebrada en espiral, tan frecuente en otras alfarerías de la misma procedencia 1 ; y que llega á formar motivos ornamentales complejos y difíciles de analizar, como los que ofrece el vaso reproducido en la viñeta 4 de la plancha II de esta memoria. Creo, sin embargo, que los ornamentos pintados más interesantes y característicos, son los que se han trazado en las paredes de los vasos 1 Nordenskiold (Ibid., 12, fig. 10), ha reproducido semi-esquemáticamente una pequeña jarrita con ornamentos muy parecidos á los que describo en el texto de esta memoria. La composición meándrica, que ocupa el tercio superior del vientre, está formada con elementos curvilíneos de cuyos puntos de unión se desprenden las infaltables quebradas en espiral ; por lo demás, el cuello está ocupado por líneas que se cortan, habiéndose colmado de puntos menudos los espacios libres del fondo. Rev. Museo de La Plata, t. xvi (ser. ti, t. ni) Fig. 2. — Tatarenda, '/o Plancha 1 Fig. 4. — Tatarenda, '/ 1 Fig. 5. — Tigiiipa, >/ fi Fig. 3. — Tatarenda. '/?, Fig. 6. — Tigiiipa, >/s Bey. Museo de La Plata, t. xvi (ser, ii, t. iii) Plancha II 133 — infundiÉul iformes (pl. II, fig. 2 , y 3); series de elementos curvilíneos con- céntricos, de efecto realmente original, que rodean una figura llena de forma bizarra. ¿Se trata, acaso, de ornamentos ftlomórficos altamente estilizados? Por último, en cierto vaso que tengo á la vista aparecen representa- ciones ornitomórficas de un grosero realismo (pl. II, fig. 5) En ninguna de las piezas ó dibujos que me han sido comunicados, he hallado ornamentos francamente ftlomórficos ; sin embargo, entiendo que los Chiriguanos los hacen intervenir 1 2 en la decoración de las alfarerías y aun en sus primitivas pirografías. Los diversos tipos de alfarerías, y sus muchas variedades, descriptos en el curso de esta memoria, sirven, en primer término, para usos exclu- sivamente domésticos; las piezas pequeñas se destinan, desde luego, á las operaciones culinarias; las de mayor tamaño, es decir, los vasos infundibul iformes y caliciformes, se utilizan preferentemente para la preparación y conservación de chicha , la conocida bebida fermentada tan cara ái los pueblos indígenas sudamericanos, ó también se deposita en ellos el agua y, en muchas localidades, se emplean aun, como orinas para el azúcar. Los pequeños menages indígenas, por pobres que sean, poseen un ajuar completo y numeroso de las piezas referidas (fig. 27) que, en ocasiones, alcanzan á varias decenas. Los vasos caliciformes é infundibul i formes han sido siempre muy abundantes á pesar de su tamaño; cuando Weddell recorrió en 1845 el oriente de Bolivia, notó que en el interior de las habitaciones indígenas de Oaraparirenda y Abarenda había, casi sin excepción alguna, una fila de aquellas enormes alfarerías, semi-enterradas en el suelo y ocupando un costado del minúsculo recinto 3 . Sus observaciones fueron aun más interesantes en el valle del Tarairí; allí, en los pequeños caseríos Chiri- guanos, en su plazuela central, se veía, invariablemente, una larga hilera de los referidos vasos enterrados hasta la mitad del vientre 4 5 . Otros observadores, en años posteriores, han podido constatar la exactitud de las referencias obtenidas por aquel distinguido botánico; el misionero franciscano fray Alejandro M. Corrado llegó á contar cierta vez en la plaza de Tarairí, hasta trescientos de los vasos mencionados s . 1 Del Campana, Ibid., 55. * Creo que las representaciones ornitomórficas á que aludo en el testo, son de Gallus domestieus L. 3 Weddell, Ibid., 56 y 258. 4 Weddell, Ibid., 305 y siguientes. El señor Holmberg me ha. manifestado que cuando los grandes vasos deben contener una exagerada cantidad de líquido, se refuerza sus paredes mediante una atadura que rodea el cuello. 5 Cordado y Comajuncosa, Ibid., 44, nota 1 ; y agrega el padre Corrado : « que- — 134 Por otra parte, cuando las mujeres indígenas llevan consigo un vaso de gran tamaño, lo conducen á la espalda dentro una red de fibras de las bromeliáceas á que me fie referido en otro lugar de este memoria l , que sostienen con la frente, tal cual lo fiacían fiace más de medio siglo 2 (fig. 28); pero, si el cántaro es reducido, las portadoras Cfiiriguanas lo colocan, simplemente, sobre la cabeza (fig. 29). Algunos autores afirman que los indígenas tienen una alfarería espe- cial reservada para las grandes festividades ó para fionrar á huéspedes que consideren distinguidos 3 . No sé fiasta qué punto pueda ser cierta dicfia referencia; desconfío de su exactitud, tanto más cuanto qne nume- rosos vasos de uso diario, tienen los mismos ornamentos que se ha. supuesto constituían la característica de aquélla. Dentro de las mismas tribus, además de aplicarse á los quehaceres domésticos, las grandes alfarerías tienen aún otro destino; sirven de sarcófago para depositar el cadáver de los individuos fallecidos. Se trata de una vieja costumbre de los Chiriguanos que, desde comienzos del siglo xvm, han registrado en sus relatos los antiguos cronistas y han corroborado los viajeros y observadores contemporáneos 4 . El mismo daban aún muchos que contar». Conviene se sepa para explicar ta.l afluencia de cacharros, que los Chiriguanos celebran con frecuencia grandes festivales, llamados aretes, para los cuales cada familia lleva á la plaza del caserío los grandes vasos donde se prepara de ordinario la chicha (confr. Cobrado y Comajuncosa, Ibid., 44; véase, igualmente : A. Tliouar, Explorations dans l’Amérique du Sud, 54 y 241. Paris, 1891). 1 En la población boliviana de Cordillera llaman chipa íí las redes de que me ocupo en el texto; las mujeres Chiriguanas las traen de Izozoc y las designan en su idioma con el nombre de añapoca. 2 Weddell, Ibid., 20. Este viajero no se refiere precisamente á una red; dice : portaient chacune une grande jarre suspendue entre les é 'paules par une han de qui passai t sur le front. 3 Corrado y Comajuncosa, Ihid., 42; Del Campana, Ibid., 55. 4 Pedro Lozano, Descripción chorografica del terreno, rios, arboles, y animales de las dilatadísimas provincias del Gran Chaco, Gualamba, etc., 59. Córdoba (República Ar- gentina), 1733 ; Lettre du Pére Ignace Chomé, missionnaire de la Compagnie de Jesús, au Pére Vanthiennen de la méme Compagnie [Tarija, 3 de octubre de 1735], en Lettres édi- fiantes et curieuses, écrites des missions étrangéres, VIII, 334. Paris, 1781; Francisco de Viedma, Descripción geográfica y estadística de la provincia de Santa Cruz de la Sie- rra, en P. de Angelis, Colección de obras y documentos relativos á la historia antigua y moderna de las provincias del Bio de la Plata [Cochabamba, 15 de enero de 1788], III, 181. Buenos Aires, 1836; G. Jolis, Saggio sulla storia naturale della provincia del Gran Chaco e salle pratiche, e su’costumi dei Popoli che l’abitano, I, 400. Faenza, 1789; A. D’Orbigny, Voyage dans l’Amérique méridionale, IV, 316. Paris, 1839-1843; A. D’Orbigny, L’homme américain (de l’Amérique méridionale), II, 338 y siguiente. Paris, 1839; Weddell, Ibid., 311; G. Pellesciii, Ottomesinel Gran Ciacco, Viaggio lungo il fiume Vermiglio, 131. Firenze, 1881; Thouar, Ibid., 52; P. José Cardús, Las misiones franciscanas entre los infieles de Solivia, descripción del estado de ellas en 135 — señor Holmberg encontró en las márgenes del río ípa, entre Tarairí y Tigüipa, una inhumación en la forma mencionada ; en el vaso represen- tado en la figura 30 se habían depositado los restos de un párvulo y, junto, fué hallado el pequeño bol hemisférico que también reproduzco (fig. 31). Sin embargo, parece desprovista de verdad la afirmación de Pelleschi según la cual los indígenas decorarían especialmente los vasos destinados á usos funerarios l . Por otra parte, la cerámica (Jhiriguana dada su calidad, forma y orna- mentación, es en aquellas lejanas regiones objeto de un comercio acti- vísimo. Los vendedores indígenas (fig. 32) frecuentan las poblaciones bolivianas ofreciendo cacharros, y en sus giras comerciales llegan á Santa Cruz de la Sierra, Yacuiba y Lagunillas, donde no es extraño encontrar los enormes vasos caliciformes de originales ornamentos monocromos ó las pequeñas jarras blancas con dibujos rojos y negros dispuestos en meandros caprichosos. Antes de dar por terminada esta memoria, deseo insistir sobre algu- nas particularidades de importancia observadas al estudiar el material descripto en los párrafos anteriores. En primer término, las alfareras Chiriguanas sólo producen formas útiles, aplicables á las necesidades de la vida diaria, y no conozco pieza alguna destinada, al propio tiempo, á provocar sensaciones estéticas más ó menos intensas. Todas esas formas traicionan su origen por simple imitación de modelos naturales, en el caso extraídos sin duda alguna del reino vegetal — la, calabaza, por ejemplo — lo que ha ocasionado por otra parte, y lo evidencia el sinnúmero de vasos semejantes, una pobreza notable de formas especializadas. Á este respecto me refería el señor Holmberg que durante su viaje y en diversas poblaciones indígenas, trató de sugerirá las alfareras nue- vas formas simples. Para ello les dibujaba el tipo deseado y las guiaba en la tarea; no obstante, el resultado fué siempre negativo : « creí que no veían el dibujo » — agregaba mi buen amigo — sin acordarse, quizá, que sólo se trataba del fondo primitivamente adquirido que persiste y resiste casi en forma instintiva. Los ornamentos, siempre de un arcaísmo marcado y factura tosca, están desprovistos de valor ideográfico. Los unos, como los simples rodetes de arcilla más ó menos manifiestos (fig. 22) ó las impresiones digitales y un- 1883 y 1884. Barcelona, 1886; Currado y Cuma juncosa, Ibid., 52 y siguientes; Del Campana, Ibid., 114 ; E. Nordenskiold, Ilesa i granstralcíerna mellan Bolivia ocli Argentina, en Ymer, 1902, 455 y siguiente. Stockholm, 1902 ; E. Nordenskiold, Travels on the boundaries of Bolivia and Argentina, en The Geograpliicál Journal, XXI, 522. London, 1903; Nordenskiold, Einige Beitrage, etc., 18 y siguiente. 1 Véase á este respecto : Del Campana, Ibid., 115. — 136 — guiculares (fig. 8, 17 y 22), tienen un origen bien primitivo, que debe bus- carse en el mismo sistema de construcción ó sugeridos por accidentes sobrevenidos en el curso del proceso de manufactura; pero boy por boy sería aventurado pronunciarse sobre el carácter de los ornamentos pin- tados. Pienso de cualquier modo, que en ningún caso denotan un origen eskeiomórfico; en cambio, es muy probable se trate de representaciones zoomórficas ó filomórficas altamente estilizadas 1 . En el Museo de La Plata, diciembre 12 de 1908. 1 Las planchas cromolitografiadas agregadas á esta memoria, han sido confec- cionadas en la casa de los señores Gunche, Wiebeck y Turtl. Por un descuido, al vaso ápodo representado en la figura 3 de la lámina II, se le hace aparecer como provisto de fondo plano. Me apresuro, pues, á hacer la salvedad del caso, dada la imposibilidad de subsanar en otra forma la falta cometida.