••:^.i^\.^uiSJSfe»^ ■|b?.iL. DUKE UNIVERSITY LIBRARY Treasure %oom •I Digitized by tine Internet Arcinive in 2010 witii funding from Dulf&^ vz^. 1^ A B L O VIRGINIA, VOR IfACOBO BERNARDINO HENRIQUE DE . SAINT-PIERRE. TRADUCIDO EN ESPA>fOL FOR DON JOSEF MIGUEL ALE A. JMiseris sucairrere disco. Enei. lib. 1. PHILADELPHIA: EN LA IMPRENTA DE M. CAREY, 1808. PROLOGO DEL AUTOR Me he propuesto grandes desgnios en esta obrita, en la qual he procurado pirtar un suelo, y producciones diferentes de las de nuestra Europa. Harto tiempo han estad^ en pose- sion nuestros poetas de poner a rcDosar sus amantes a las oriilas de los arroyueks, en ias praderias, y a la sombra de las hayas. Yo he querido sentarlos en las riberas del mai al pie de los peiiascos, a la sombra de los cocaeros, de los platanos y limoneros en flor. No i\ltan a la otra parte del miindo sino Theocritcs y Virgilios para que tengamos descripcion^s tan interesantes, a lo menos, como las de nues tro pais. Se que algunos viageros de gusto nos han hecho pinturas encantadoras de muchas islas del mar del Sur, pero las costumbres de los habitantes, y aun mas las de los Europeos que ( iv ) que aportan a ellas, afean y desfiguran por lo regular estos quadros. Yo he dcseado reunir a la belleza de lanaturaleza, entre los tropicos, la belleza moial dc una sociedad poco nume- rosa, proponiendome al mismo tiempo demos- trar grandes verdades ; entre otras : " que *■' nuestra felicidad consiste en vivir segun las '' leyes de la naturaleza y de la virtud, diri- " gidas por las infalibles verdades del evan- *' gelio." ' Para pintar /amilias felices, no he necesitado inventar una novela. Puedo asegurar que l^s de que voy a hablar, ban existido realmente, que su histcria es verdadera en sus principales acontecimkntos, certificados en mi presencia por much<>s colonos, a quienes he conocido en la isla de Francis. No he hecho mas que ana- dir algvnas circunstancias indiferentes, que siendone por otra parte personales, tienen, hasta/^n esto, cierta especie de realidad. Qaaido forme, algunos aiios ha, un diserio ■mu/ imperfecto de esta especie de pastoral, pri)cure leersela a una dama que freqlientaba lo que se llama cl gran mundo, y a personas ^Ta\Ts que vivian muy apartadas de el, a fin de prever el efecto que produciria su lectura en gentes de caracteres tan diversos, y tuve la satisfaccion de verlos a todos derramar lagri- mas. Este fue el linico jucio que pude for- mar ( V ) mar de la obra, y esto era cabalmente lo que yo deseaba ver compiobado. Mas como, por lo comun, la presuncion es un vicio compafiero de la cortedad del talento, cai en la vanidad, con tan buen suceso, de inti- tular mi obra : Pintura de la naturakza, Pero habiendo reflexionado despues, por dicha mia, quan distante estoy de conocer el clima en que naci, quan rica, variada, amable, magnifica y misteriosa se presenta la naturaleza en aquel- los paises, donde no he visto sus produc- ciones, sino de paso ; y por ultimo, quan age- no me hallo de poseer aquella sagacidad, ex- presion y gusto que se requieren para cono- cerla y retratarla, volvi en mi y agregue este debil ensayo a mis Estudios de la naturaleza, que el publico ha acogido con tanta benigni- dad, a fin de que recordandole este titulo mi incapacidad, merezca como hasta aqui la con- tinuacion de su indulgencia. A 2 'Ubili iiti jL- i. PABLO V I R G I N I A. E N la ladera oriental del monte que se eleva a espaldas de Puerto-Luis, en la isla de Francia, se ven, en un terreno antiguamente cultivado, las ruinas de dos pequeiias chozas, situadas casi en el centro de una ensenada rodeada de escaqDadas rocas, y con sola una entrada al norte. A la parte izquierda de este sitio, se descubre la raontana llamada el morro de la Descubierta, que es la atalaya desde donde se senalan las naos que aportan a la isla, y al pie de ella, la ciudad nombrada Puerto-Luis ; sobre la derecha el camino, que va de Puerto- Luis al aiTabal de las Pamplemusas, en seguida la iglesia de este nombre, que se eleva, eon sus avenidas de bambiies 6 caiias, en medio Ak una espaeiosa llanura ;, y mas alia un bosque S PABLO Y VIRGINIA. se extiende hasta las extremidades de la isla. Enfrente se distingue la bahia del Sepulcro en la playa del mar ; un poco mas sobre la dere- cha el Cabo desgraciado ; y despiies del cabo, el anchuroso oceano, donde apaiacen, a flor de agua, varios islotes inhabitados, entre otros el llamado Mira, que parece un baluaite en medio de las olas. A la entrada de esta especie de ensenada, desde donde se descubre tanta variedad de objetos, los ecos del monte repiten sin cesar el zumbido de los vientos que agitan los bos- ques inmediatos, y el susurro de las olas que se estrellan a lo lejos en los arenales y peiiascos. Mas al pie delaschozas, nosesiente ningun ruido, ni se descubren en todo su contorno mas que enormes riscos, escarpados a manera de murallas, a raiz de los quales, en sus grietas, y hasta en sus cimas, crecen grupos de arboles donde se detiencn las nubes. Las lluvias atraidas por sus picos, retratan muy. a- menudo en las verdipardas lomas del monte los coloresdel Iris, y proveen de agua las fuentes de que se forma en la falda el pequeiio rio nombrado de los Lataneros. J - '>i: r/- ; .'. En su circunferencia, re>iia' till profundb silencio, y todo es apacible, el aj^e, la luz y las aguas. El eco apenas repite alii el murmul- lo de las palmieras, que crecen en la eminencia, cuyas PABLO Y VIRGINIA. 9 cuyas largas hojas, rematando en forma de fie- cha, se ven continuamente agitadas por los vientos. Una apacible claridad ilumina el fon- do de este recinto, adonde no peneti^ el sol hasta el media dia ; pero desde que apunta la aurora, banan sus rayos toda la cumbre, cuyos elevados picos, sobrepujando a las sombras del monte, paracen de oro y purpura sobre el azul de los cielos. Gustaba yo de freqiientar este sitio donde se goza a un tiempo la vista de un inmenso horizonte, y la soledad mas profunda. Estan- do pues tentado un dia al pie de estas chozas, €X^minando sus ruinas, paso no lejos de mi un hombre de avanzada edad, descalzo, con calzon largo y chaqueta, segun la costumbre de los antiguos habitantes del pais, y un caya- do de ebano en la mano en que se apoyaba. Eran sus cabellos blancos como la nieve, y su fisonomia magestuosa y noble. Saludele con respeto, y el me correspondio con el mismo ; y habiendose parado a mirarme con atencion un breve rato, se dirigio adonde yo estaba, y se sento a mi lado. Animado yo con esta de- mostracion de confianza, le dirigi la palabra en estos terminos. " ^ No me dire is, buen amigo, a quien ban ** pertenecido estas chozas?" Y el me respon- dio : " Estos escombros, seiior, y este terre- "no 10 PABLO Y VIRGINIA. " no inculto, fueron habitodos, ahora veintc ** alios, por dos familias que habian encontra- ^* do aqui la felicidad. Su bistoria es de las ** mas tienias; pero en esta isla, que esta al *' transito para las Indias orientales, J q^i^ " europeo puede interesarse en la suerte de " algunos particularcs obscuros ? i Quien *^ querria vivir aqui feliz, pero ignorado y po- *' bre ? Los hombres solo desean saber las ** historias de los grandes y poderosos de la ** tierra, que acaso no son de tanto prove- *'cho.'^ " Ya conozco, amigo, le conteste, en vues- " tro semblante y modo de expresaros, que " poseeis gran caudal de razon y de experien- " cia, y asi, si no estais de prisa, os ruego " me digais todo lo que sabeis acerca de los " antiguos moradores de esta serrania : y " creed que el hombre, aun el mas depravado *' con las preocupaciones del mundo, se com- ** place en oir hablar de la felicidad que pro- ** porcionan'la naturaleza y la virtud, dirigidas ** por la religion." Entonces el anciano, dcspues de haber te- nido aplicada breve rato la mano a la frente, como en ademan de quien procura traer a la memoria diversas circunstancias de algun he- cho, me refirio lo siguenle. PABLO Y VIRGINIA. 11 Kn el ano de 1726, un joven natural de Normandia llamado Mr. de la Tour, despues de haber solicitado, aunque inutilmente, en- trar en el servicio del rey de Francia, y los auxilios necesarios de su familia pai'a este fin, determino pasar a esta isla con el objeto de mejorar su suerte. Traia en su compaiiia a una hermosa joven, a quien amaba con ter- nura, y era igualmente correspondido de ella, con la qual se habia casado en secreto y sin ninguna dote ; porque siendo ella de una rica y antigua casa y familia de su provincia, se ha- bian opuesto al casamiento los parientes, con el pretexto de que Mr. de la Tour no era de noble linage y caballero. Dexola en Puerto- Luis a pocos diasde su llegada, y se embarco para Madagascar, con la esperanza de com- prar en aquella isla algunos negros, y volverse prontamente a hacer aqui un establecimien- to. En efecto, desembarco en Madagascar a mediados de Octubre, que es alii la estacion mas peligrosa ; y a pocos dias de haber des- embarcado, murio de las fiebres piitridas, que reynan en aquella isla casi los seis meses del ano, y que impediran siempre a las naciones europeas formar en ella establecimientos fixos. Todos sus efectos fueron disipados, despues de su fallecimiento, como ordinariamente su- cede ]j PABLO Y VIRGINIA. cede a los que mueren lejos de su patria. Su miiger se hallo sola en Puerto-Luis, viuda, en cinta, y sin mas bienes propios que una ne- gra, en un pais extrano, sin credito, ni reco- mendacion cilguna. Decidida en tan triste situacion, a no mendigar favores de ningun hoinbre, despues de la muerte del unico a quien tiernamente habia amado ; e inspiran- dole valor su misma desgracia, determino cultivar con su esclava, una corta porcion de terreno, a fin de adquirirse su subsistencia con el sudor de su frente. En una isla, casi desierta, cuyo suelo estaba a discrecion del primero que llegaba, no quiso esta pobre viuda elegir los parages mas feraces, ni los mas proporcionados para el comer cio, sino que buscando alguna quebrada de monte, algun asilo encubieito donde poder vivir des- conocida y sola, se encamino a estas breiias, para guarecerse en ellas como en un nido. Es como una especie de instinto, comun a todos los seres sensibies y afligidos, el refu- giarse a los sitios mas asperos y desiertos ; como si los peiiascos fuesen baluaites contra el infortunio, 6 como si la tranquilidad de la naturaleza pudiese calmar la inquietud y zo- zobras del aiiimo conturbado. Pero la pro- videncia, que viene en nuestro auxilioquando solo buscamos los bienes necesarios, tenia re- servado PABLO Y VIRGINIA. 13 servado uno a madama de la Tour, que no dan ni pueden dar el poder y las riquezas. l Y qual era este bien ? Una amiga. Un aiio habia que habitaba en este mismo sitio una buena muger, activa y sensible, Ua- mada Margarita. Era natural de la Bretana, hija de unos pobres labradores, que la ama* ban como a las niiias de sus ojos, y la hubieran hecho feliz, si ella incauta no hubiera tenido la flaqueza de dar credito a las insinuaciones amorosas de un caballero de su vecindad, ase- guradas con la promesa de futuro matrimonio. Mas este inhumano, habiendo saciado su libi- dinosa pasion, la abandono con crueldad, y aun se nego a asegurarle una subsistencia pa- ra el fruto que ya llevaba en sus entraiias. Ella entonces, persuadida de su desgracia, se resol- vio a dexar pai^ siempre el iugar de su naci- miento, y venir a ocultar su fragilidad a las colonias, lejos de su patria, donde habia per- dido la linica dote de una doncella bonrada y pobre, la reputacion. Un negro, ya de edad, que Margarita ha])ia adquirido con algun dine- ro prestado, cultivaba con ella una rinconada de este terreno, (y vivian felices). Madama de la Tour, seguida de su negra, hallo en este sitio a Margarita, que estaba dan- do de mamar a su hijo ; y alegrandose extraor- dinai'ianiente de encontrar a una muger en B situacion n- I'AIJLO Y VIRGINIA. bituacion tan parecida a la suya, le significo en pocas palabras su estado antiguo y sus necesi- tkidcs actuales. Inmediatamente que oyo Mar- garita la relacion de madama de la Tour, quedo penetrada de corapasion acia ella ; y queriendo merecer su confianza, mas bien que su estimacion, le confeso, sin disimularle na- da, la imprudencia que habia cometido, afia- diendo : Yo si que he merecido la suerte que mecabe; pero vos, seiiora.... sin culpa ydes- graciada ! Y despues de esto le ofrecio con lagrimas su choza y amistad. Madama de la Tour penetrada de gmtitud al ver tan tiema y generosa acogida, le dixo estrechandola entre sus brazos : " j Ay buena *' amiga ! sin duda quiere el cielo poner ter- *' mino a mis crueles penas, pues os inspira " mucha mas compasion acia mi, siendo co- '* mo soy pcira vos una persona extraiia, que ^^ la que he hallado hasta ahora en mis deudos " mas cercanos !" Yo conocia a Margarita, y la visitaba como amiga, pues aunque vivo iegua y media de aqui en el bosque que esta de la otra parte de la montana-larga, me consideraba como veci- no suyo. iLn las ciudades de Europa, una calle, un simple muro impiden a los miem- bros de una misma familia juntarse y comu- nicarse aiios enteros ; pero en las nuevas colo- nias PABLO Y VIRGINIA. U nias se miran como vecinos aquellos que solo viven separados por alguna montaiia 6 bosque. En aquel tiempo con particularidad, en que esta isla apenas tenia comercio con las Lidias, la simple vecindad eraun titulo pamla amistad, y la hospitalidad con los extrangeros una obli- gacion y un placer. Quando supe que mi vecina tenia compa- iiera, vine a visitarla para ofrecerle mis servi- cios y ser de alguna utilidad a entrambas. Halle en madama de la Tour una muger de una fisonomia atractiva llena de dignidad y melancolia, y en dias de parir. Yo les dixe^ que convenia (por el interes de sus hijos, y particularmente por evitar que otro colono se • apoderara del terreno) partiesen entre si el fondo de este valle, cuya extension es de cerca de veinte yugadas. Ellas se pusieron en mis manos para esta division, y yo forme dos porciones casi iguales. La una contenia la parte superior de este re- cinto, desde la extremidad de esos penascos cubiertos de nubes, donde tiene su nacimien- to el rio de los Lataneros hasta aquella abertura escarpada que veis en lo alto del monte, llama- da la Curena, porque efectivamente se se- meja a una curena de canon. Ei fondo de este suelo es un puro pedregal, por el qua! apenas se puede caminar; pero no obstante, produce id PABLO Y VIRGINIA. produce frondosos arboles, y esta manando en fuentes y arroyuelos. En la otra porcion entraba toda la parte in- ferior, que se extiende a lo largo de las mar- genes del rio de los Latoneros hasta esta gar- ganta donde nosotros estamos, desde la qual coniienza a correr el rio entre dos colinas hasta el mar. Ya alcanzais a ver desde aqui aquellos listones 6 faxas de prados ; y un terreno bas- tante igual y llano ; pero ni por eso es mejor (iue el otro, porque en lloviendo se vuelve pantanoso, y en tiempo de sequedad duro co- mo un guijarro. Verificadis estas divisiones, persuadi a las dos, echaran suertes sobre su propiedad. Cupo en suerte la parte superior a madama de la Tour, y la inferior a IVlargarita, quedando una y otra contentas con su paite ; pero me pidieron que no me alejara de estas inmedia- ciones, con el fin de que pudieramos vernos a menudo, ayudamos y valernos mutuamente en nuestras cuitas. Pero todavia se necesitaba una habitacion particular para cada una. La de Margarita es- taba situada en medio del llano, precisamente en los confines de su terreno. Determine, pues, construir otra igual, alii inmediato, en los lindes del de madama de la Tour para su habitacion ; por manera que estas dos amigas vivian PABLO Y VIRGINIA. 17 vian vecinas una de otra, en la propiedad res- pectiva de sus familias. Yo mismo corte las maderas en el nionte, y conduxe de la ribera del mar las hojas de los lataneros, para levantar esas dos chozas que teneis a la vista sin puer- tas ni tejado. Ay de mi triste ! demasiados vestigios existen todavia para tormento de mi memoria ! El tiempo que con tanta rapidez reduce a polvo los monumentos de los impe- rios, parece que respeta en este lugar solitario los de la amistad, para perpetuar mi dolor hasta el fin de mis dias ! Apenas habia yo concluido la segunda choza, quando madama de la Tour dio a luz una niiia; y como yo habia sido padrino delhijo de Margarita, que se llamaba Pablo, me rogo madama de la Tour, lo fuese tambien de su hija, juntamente con su amiga. Esta puso por nombre a la recien nacida, Virginia, y dixo : '* Ella sera virtuosa y feliz : yo no conoci la *' desgracia hasta que me extra vie del camjno '*de la virtud." Luego que madama de la Tour hubo conva- lecidode su parto, empezaron a tomar incre- mento estas dos pequeiias posesiones, con el auxilio que yo d© tiempo en tiempo les presen- taba, y principalmente con el trabajo continuo de sus esclavos. El de Maigarita, llamado Domingo, era un negro todavia robusto, bien B 2 que 1^ PABLO Y VIRGINIA. que ya de dias, lleno de experiencia, y dotado de un entendimiento bastante despejado. Cul- tivaba indiferentemonte los dos terrenos, segim le parecian mas 6 menos feraces, sembrando en ellos las simientes para que eran mas pro- porcionados. t >n las tierras mcdianas sem- braba mijo y maiz ; algo de trigo en las buen- as ; arroz en las pantanosas ; y a raiz de las penas, pepinos, calabazas y cohombros, que tienen la propiedad de trepar, serpeando hasta lo mas encumbrado de ellas. En los terrenos secos plantaba batatas, donde se dan dulces como la miel ; el arbol del algodon en las emi- nencias ; caniis de aziicar en las tierras recias ; el cafe en las colinas, cuyo grano sale muy menudo, pero de excelente calidad ; en las mai genes del rio, y al rededor de la habitacion bananas, que dan varias veces al aiio abundan- te fruta y deliciosa sombra ; y finalmente, algu- nos pies de la planta del tabaco para divertir con la pipa sus propios cuidados y los de siis buenas amas. Iba al monte a cortar leiia para la lumbre, componia y allanaba los caminos fragosos con las piedras que arrancaba de esta y de la otra paite ; y executaba todas estas obras con inteligencia y actividad, porque las hacia con zelo. Queria miicho a Margarita, y no menos a madama de la Tour, con euya negra se caso quando PABLO Y VIRGINIA. 19 nacio Virginia. Amaba apasioiiadamente a su muger, que se llamaba Maria, y era nativa de Madagascar, de donde traxo alguna industria, como la de hacer canastillos de junco y telas de yerbas silvestres. Era Maria hacendosa, lim- pia, sumaniente fiel, manosa pai'a hacer de comer, criar gallinas, e ir a vender de tiempo en tiempo a Puerto-Luis el sobrante de las dos familias, que ya veis quan poco seria. Si a esto agregais dos cabras criadas para dar leche a los hijos, y un mastin que guardaba de noche las posesiones, tendreis una idea cabal de toda la riqueza y menage de estas dos pe- queiias caserias. Ocupabanse las dos amigas en hilar algodon, desde por la manana hasta la noche, dc cuyo trabajo sacaban lo mas preciso para susten- tarse a si y a sus familias ; pero por otra parte carecian de las demas comodidades de la vida, siendo tal su pobreza, que solo se ponian za- patos los dias festivos para ir a oir misa muy de madrugada, a la iglesia de las Pamplemu- sas, que veis alia abaxo. Verdad es que hay mucha mas distancia desde aqui a la citada iglesia que a Puerto-Luis ; pero ellas iban muy rara vez a este ultimo pueblo, por evitar el desprecio de las gentes, viendolas vestidas de tosco coton azul de Bengala, que es la tela or- dinaria de que aqui se visten los esclavos. Pero 2(> PABLO Y VIRGINIA. Pero, en buenos terminos, i la opinion y estimacion de las gentes pueden equivaler ja- mas a la felicidad domestica ? Si estas buenas miigeres pasaban un poco de mortiiicacion fuera de su casa, encontraban en ella a la viiel- ta tanta mas satisfaccion y consiielo. Apenas las alciuizaban a ver Domingo y Maria desde esta altura, por el camino de las Pamplemiisas, baxaban al punto muy alegres hasta la falda, para ayudarles a subir ; y leyendo ellas en los ojos de sus esclavos el gozo que tenian en ver- las volver, hallaban en sus casas el aseo, la franqueza, y los bienes que unicamente debian a sus propias fatigas, y a las de unos criados como los suyos penetrados de verdadero zelo y carifio. Ellas mismas, unidas por las mismas necesidades e infortunios, dandose mutua- mente los dulces nombres de amiga, hermana y companera, no tenian mas que una volun- tad, un interes y una mesa, siendo todo co- mun entre las dos. Una religion pura acom- paiiada de costumbres castas e irreprehensi- bles, dirigia su espiritu acia la vida futura, como la llama que vuela acia el cielo, quando le falta pabulo sobre la tierra. El desempeiio de las obligaciones dela na- turaleza aumentaba la felicidad de su sociedad, y su amislad mutua se redoblaba a la vista de sus hijos, fruto de unos amores igualmente malo- PABLO y VIRGINIA. 21 malogrados. Se complacian en lavarlos en uti misino baiio, en acostarlos en una misma cu- na, y en cambiarles a veces de pecho ; y en semejantes ocasiones soiia decir madama de la Tour, a Margarita: "Amiga, cada una de *"* nosotias tendra dos hijos, y cada uno de ** nuestros hijos dos madres." Ambas recli- nadas sobre las cunas de sus hijos, hablaban ya de su casamiento ; y esta perspectiva de fe- licidad conyugal, con que ellas engaiiaban sus propias penas, remataba comunmente por ha- cerlas llorar, acordandose la una de que sus males le habian sobrevenido por haber mirado con descuido ei himeneo, y la otra por haberse sometido a sus leyes ; aquella por haber que- rido elevarse sobre su estado, y esta por haber baxado de el. Pero en medio de estas consi- deraciones, se consolaban con la dulce idea de que sus hijos, mas feUces que ellas, gczarian algun dia de los puros y sabrosos placeres del amor conyugal, y la venturosa paz que resulta de la igualdad en los matrimonios. En efecto, nada era comparable al amor que los dos ninos empezaban a tenerse. Si Pablo se quejaba, le presentaban a Virginia, y al punto que la veia, se sonreia y callaba. Si Virginia se hallaba en algun apuro, inmediata- mente se advertia por los gritos de Pablo ; pe- ro estaamable niiia disimulabaal instante quaL quiera 22 PABLO Y VIRGINIA. qiiiera desazon, por que el no participara de ella. Nunca llegaba yo a estas chozas que no los encontrase abrazados en medio del campo, sosteniendose uno a otro por dcbaxo de los brazos, quando apenas podian tenerse de pie, bien asi como suele representarse en el cielo, la constelacion de Geminis. i Quantas veces me he delcytado en verlos tendidos en el suelo, profundamente dormidos y sonando, hasta te- ner que despertarlos para libertarlos de la pesa- dilla de los sueiios, que regularmente pertiir- bcin la imaginacion de los muchachos ! Luego que empezaron a hablar, los prime- ros nombres que aprendieron a darsej fueron los de hermano y hermana, que son los mas dulces que conoce la infancia. Su educacion no hizo mas que redoblar su amistad, dirigien- dola acia sus necesidades reciprocas. Virginia se hallo muy temprano en estado de gobernar la casa, cuidar de su aseo y disponer una co- mida campestre, siendo elogiada siempre por su hermano en todo lo que hacia. Pablo todo el dia en continuo movimiento cavaba en el jardin con Domingo, 6 le seguia al monte con una hachuela en la mano ; y si por el camino avistaba una herrnosa flor, alguna frula rara 6 un nido de pajaritos, aun quando estuviera en la cima de un arbol, trepaba a el para cogerle y llevarsele a su hermana. Quando . PABLO Y VIRGINIA. 23 Quando se le encontraba a el uno en algun parage, era seguro que el otro no estaba lejos. Un dia que yo baxaba de la cumbre de ese monte, divise a Virginia al extreme de la huer- ta, que corria acia casa con el zagalejo por enci- ma de la cabeza, para defenderse del agua de una nube pasagera. De lejos la crei sola ; pe- ro habiendome rxercado para conducirla de la mano y ayudarla a caminar, vi que llevaba del brazo a Pablo, casi todo tapado con el zagale- jo, y muy ufanos los dos de verse a cubierto del aguacero, debaxo de aquel para-aguas de su invencion. Los dos graciosos ninos, cobi- jados con el ahuecado zagalejo, me hicieron acordarentonces de los hijos de Leda, encerra- dos en una misma concha. Todo su estudio le ponian en complacerse uno a otro, y ayudarse mutuamente. No sa- bian leer ni escribir, eran ignorantes como los criollos, y no vivian inquietos por averiguar lo que habia pasado en tiempos remotes 6 lejos de ellos, ni se extendia su curiosidad mas alia de este monte. Creian que el mundo no pasa- ba de las extremidades de su isla, y no se figu- raban que hubiese cosa buena ni apetecible donde ellos no estaban. Su afecto mutuo y el de sus madres ocupaban toda la actividad de sus almas. Ignoraban lo que era robo, por- que todo era comun entre ellos ; no conocian la 24 PABLO Y VIRGINIA. la mentira, porque no tenitm verdades que di- simuliir ; ni menos la gula y la intemperancia, porque tenian a su discrecion manjares simples e inocentes. Sus religiosas madies les habian enseiiado a temer y amar a Dios, inspirandoles una sublime idea de sus atributos ; y venera- ban a la divinidad en la iglesia, en su casa, en los campos, y en los bosques ; levantando a to- das horas al cielo sus manos inocentes, y un corazon penetrado del amor de sus madres. Asi se pas 6 su primera infancia, como una bella aurora, que anuncia un dia miicho mas hermoso y apacible. Ya llego el tiempo de aliviar a sus madres en el cuidado de los nego- cios domesticos. Inmediatamente que el can- to del g^llo anunciaba la venida de la aurora, se levantaba Virginia, iba por agua a la vecina fuente, y volvia con elia a casa pai'a disponer el desayuno. De alii a poco, luego que el sol doraba con sus rayos de fuego las cimas de este recinto, se pasaban Maigaiita y su bJjo a la choza de madama dela Tour, donde daban gracias a Dios todos juntos antes de ponerse a almorzar. Comunmente se de- sayunaban a la puerta de casa, sentados sobre la verde alfombra de fragante yerba, debaxo de ios frondosos bananos, que a un mismo tiempo les suministraban manjar preparado en su Sc brosa fruta, y delicado mantel en sus an- chas y lustrosas hojas. Un PABLO Y VIRGINIA. 25 Un alimento abundante y saludable contri- buia a que medraran rapidamente los dos jovenes, y una educacion dulce pintaba en su fisonomia la pureza y contento de sus al- mas. Virginia no tenia mas que doce anos, y su estatura era ya mas que mediana, Sus largos y rubios cabellos le sombreaban la frente, y sus ojos azules y labios de coral brillaban con apacible esplendor sobre la blan- ca y fresca tez de su semblante. Las niiias de sus ojos se soni'eian de concierto siempre que hablaba ; mas quando estaba callada, su obliqliidad natural acia el cielo, les daba toda la expresion de una sensibilidad extremada, y aun de una iigera melancolia. En Pablo se descubrian ya todos los carac- teres de un hombre en xnedio de las gracias de la adolecencia. Su estatura era mayor que la de Virginia, el color de su rostro mas atezado, su nariz mas aguileiia, y sus ojos, que eran negros como el azabache, tendrian algun tanto de altivez, si las largas pestarias, que a manera de pinceles brillaban en contorno de ellos, no les hubieran comunicado la mayor apacibiJi- dad y dulzura. Aunque todo el dia estaba en continuo movimiento, se sosegaba al instciiite que veia a su hermana, y iba a sentarse a su kido. En la mesa apenas se decian una pala- bra; y en su silencio, en la naturalidad de c sus 26 PABLO Y VIRGINIA, sus posturas, como en la hermosura de siis pies desciilzos, me parecia estar \'iendo \'arias veces uno de aquellos grupos antigiios de mar- niol bianco, que representa algunos de los hijos de Niobe. Ai mque madama dc ]a Tour observaba con com|)lacencia el aumento de las gracias y atractiA^os de su hija, senda sin embargo cier- ta inquietud secreta, igual a su ternur?, que le hacia detirme algunas veces : " ^ Que seria *' de la pobre Virginia, si yo faltase ?" Tenia en Francia madama de la Tour una tia, de distinguido nacimiento, rica, vieja y solterona, la qual se habia negado cruelmente a socorrerla, quando se caso en secr€to, y a quien desde entonces liabia jurado no recurrir en su vida, aunque se viese reducida a la lild- ma miseria. Pero desde que fue madre, 5 a no temio el sonrojo de ser desatendida. Escribiole a su tia la inesperada muerte de su marido, el nacimiento de su hija, y la triste situacion en que se hallaba en un pais tan dis- tante del suyo, sin amigos ni paiientes, y con la nueva carga de una nina ; pero no tuvo res- puesta. A pesar de este desayre, y de ser madama de la Tour de un caracter firme y elevado, no temio humillarse y expcnerse a las injurias de su tia, que nunca le habia per- don.ido el haberse casado con un hombre que, aunque PABLO Y VIRGINIA. 27 aunque honrado, era de nacimiento inferior al suyo; y asi continuo escribiendole, siempre que hallaba ocasion, a fin de excitar su com- pasion a favor de Virginia. Pero se pasaron algunos anos sin recibir de ella la menor seiial de reconciliacion. Ultimamente en 1738, a los tres aiios de haber llegado a esta isla su gobernador, Mr. de la Bourdonais, supo Madama de la Tour que este sen or tenia para ella una caita de su tia. Corrio al instante a Puerto-Luis, sin reparar en aquella ocasion en presentarse mal vestida, haciendola superior a todos los respetos mun- danos la alegria maternal que la alentaba. El contenido de la carta de la tia se reducia a decira la sobrina : *' Que era merecedora de la suerte que tenia, por haberse casado con un aventurero libertino ; que las pasiones llevaban en pos de si el castigo ; que la muerte prematura de su marido era uno de los mas justos del cielo ; que habia hecho muy bien en pasar a las islas, antes que deshonrar a su familia en Francia ; final- mente que estaba en buena tierra, donde todo el mundo hacia fortuna menos los holgazanes." Despues de haberla vituperado de este mo- do, concluia alabandose a si misma, y dicien- do : '' Que ella, para evitar las conseqliencias, u " ""IB '' casi 28 PABLO Y VIRGINIA. " casi siempre funestas del matrimonio, no '' habia qiierido casarse jamas." Pero la ver- dad del hecho es, que como tenia una ambi- cion desordenada, no habia intentado casarse sino con un hombre de muchas circunstan- cias ; mas a pesar de sus grandes riquezas, y de que en la corte todo se mira con indiferen- cia, menos el dineio, no hiibo quien quisiera tomai' por esposa a una muger tan fea, y de entrafias tan crueles. En post-data ariadia : " Que sin embargo " de todo lo dicho, la habia recomendado " eficazmente a Mr. de la Bourdonais." Y en efecto lo habia hecho asi ; pero segun la costumbre demasiado recibida hoy dia, que hace a un protector mas temible que un ene- migo declarado. El caso es, que a fin de justiiicarse para con el gobernador de la cruel- dad con que habia tratado a su sobrina, la' habia calumniado, aparentando compadecerse de ella. Madama de la Tour, a quien qualquiera otro hombre indiferente no hubiera podido mirar sin interes y respeto, fue recibida con mucha frialdad de.Mr. de la Bourdonais, prevenido de antemano contra ella ; y solo contexto a patetica exposicion que le hizo de su triste situacion y de la de su hija, con estas enfaticas y duras expresiones, propaladas interrumpida- mente : PABLO Y VIRGINIA. 29 mente: '* Yo vere... discurriiemos....con el " tiempo....; son muchos ios necesitados ! . . , " ^. porque disgustar a una tia respetable?.,. '' vos sois la que teneis toda la culpa." Volviose madamade La Tour a su choza, con el corazon anegado en sentiniiento, y tras- pasado de amargura. Inmediatamente que entro en casa se sento, arrojo la carta de su tia sobre la mesa, y exclamo a su amiga : ^' ! He ** aqui el fruto de once aiios de paciencia !" Pero como ninguno sabia leer sino ella, volvio a tomar la carta, y se la leyo a Margarita a presencia de sus hijos. Apenashubo acabado, quando Margarita le dixo con desenfado : '' J Que necesidad tene-^ mos nosotras de vuestros parientes ? I Nos ha abandonado Dios por ventura ? El solo es nuestro padre. J No hemos vivido felices hasta el dia de hoy ? Pues I porque os an- gustiais? i vaya, que no teneis valor ! " Y viendo que lloraba madama de La Tour, se arrojo a su cuello, y cstrechandola entre sus brazos, exclamo : '' Querida amiga mia ! que- rida amiga !" Pero sus propios soliozos no le permitieron articular otra palabra. Jll ver esto Virginia, derramando copiosas lagrimas, apretaba alternatlvamente las manos de su madre y de Margarita contm su boca y corazon ; y Pablo, con Ios ojos infiamados de c 2 colera. :M) paiji.o y vikgima. colcra, gritaba, apretaba los puiios y pateaba, sin saber a qiiicn atribuii' la culpa de lo que l)asaba. Aciidieron a las voces Domingo y Maria, y no sc oia en toda la casa mas que es- tos acentos de dolor : '' Aj', seiiora ! ay, " ama de mi vida ! madre mia no 'Mloreis". Estas demosti'aciones tan tiernas de afecto, mitigaron la pesadumbre de madama de La Tour, la qual, tomando en sus brazos a Pablo y Virginia, les dixo con semblante placentero *• " Hijos mios, vosotros sois la causa de mi '' afliccion, pero tambien lo sois de mi alegria. '' O amados hijos mios ! la desgi'acia no me ha " venido de cerca, sino de lejos ; la felicidad la " tengo al lededor de mi. " Pablo y Virginia no la comprehendieron : pero asi que la vieron contenta y sosegada, empezaron a sonreirse y hacerle caricias. Asi continuaron todos siendo felices, no habiendo sido aquel accidente, sino como un turbion en un dia sereno y despejado de prima^^era. Cada dia manifestaban mas y mas estos dos jovenes la bondad natural de sus corazones. Un domingo, al rayar el alba, habiendo ido sus madres a la primera misa a la iglesia de las Pamplemusas, se presento una ncgra marrona debaxo de los bananos que circundaban la ca- sa, la qual parecia un esqueleto de puro flaca, y no PABLO Y VIRGINIA. St y no llevaba mas ropa sobre su cuerpo, queuii pedazo de arpillera al reded or de la cintura. Seecho lanegra a lospies de Virginia, que estaba disponiendo de almorzar para lafamilia, y le dixo : *' Caritativa senorita mia, compadeceos de '' una pobre esclava fugitiva, que hace un mes '' anda errante y quasi muerta de hambre por '' estas sierras, y a veces perseguida de los ca- " zadoresy de sus perros. Vengohuyendo '' de mi amo, que es un colono rico de las ri- '' beras de Rio-negro, el qual me ha tratado '^ como veis. '' Y al mismo tiempo le mostro su cuerpo, sirrcado de arriba abaxo de cicatrix ces y costurones, efecto de los fuertes latiga- zos que habia recibido de su amo. Virginia, toda condolida y penetrada de las- tima, exclamo : " i Animate, pobrecita negra ! " come, come.'' Y le dio el' almuerzo que tenia dispuesto para los de casa. La esclava lo devoro todo en breves instantes ; y viendo- la Virginia harta y satisfecha. volvlo a excla- mar : " i Pobrecita, pobrecita esclava! impulsos *' me dan de ir a pedir a tu amo que te perdo^ *' ne, pues en viendote, no es posible que dexe " de moverse a compasion. I Quieres guiar- " me adonde el tiene su. morada ?" '^ Angel (( (( (( 32 PABLO Y VIRGINIA. *' Angel del cielo, replico la negra, por lo *^ que a mi toca estoy muy pronta a scgiiiros adonde qiierais ; pero la posesion de mi amoesta distante de aqui." No importa, no importa," respondio Vir- ginia, con una viveza hija de la temura de sus entrarias. Y en esto llamo a Pablo, y le rogo que la acompaiiara. La esclava los fue conduciendo por sendas muy fragosas, atravesando selvas y escarpa- dos montes, que treparon con mucha diiicul- tad, y vadeando rios profundos, hasta que finalmente llegaron, cerca de medio dia, a la colina, que esta sobre la ribera de Rio- negro, desde donde descubrieron una casa bien constniida, grandes plantios, y una ca- ten^a de esclavos ocupados en todo genero de trabajos. Su sen or, que andaba paseandose por medio de ellos, con una gran pipa en la boca y un latigo en la mano, era un hombre alto, seco, amulatado, de ojos hundidos y cejijunto. Virginia, toda inmutada y asida al brazo de Pablo, se acerco al colono, y le suplico que por amor de Dios perdonara a su esclava, que quedaba un poco mas atras. Al pronto no hizo mucho caso el colono de los dos muchaclx)s viendoles pobremente vestidos ; pero habien- do obseiTado despues el delicado talle de Vir- ginia PABLO Y VIRGINIA. 33 ginia, y sus hermosos cabellos rubios que le salian por debaxo del panuelo azul que Uevaba al rededor de la cabeza, y oido el metal de su dulce voz que le temblaba, como todo su cuerpo, al tiempo de pedirle por la esclava ; se quito la pipa de la boca, y le^'antando el liitigo en alto, y prorrumpiendo en una execra- ble maldicion, prometio perdonarla, no por el amor de Dios, sino por Virginia. Fuera de si, la muchacha con esta gracia, hizo sen a a la esclava para que se acercara a su amo ; y en esto echo a correr aceleradamente, siguiendo- la Pablo. Volvieron a subir el monte por donde ha- bian baxado, y Uegando a la cumbre^ se sen- taron al pie de un arbol, muertos de cansancio, de hambre y de sed, despues de haber andado en ayunas al pie de cinco leguas. Hallandose de aquella manera fatigados, dixo Pablo a Vir- ginia : " Hermana mia, ya son mas de las doce, y " tii tienes hambre y sed. Aqui es imposible "que hallemos de comer; y asi mejor sera *' que volvamos a baxar a la ribera, y pidamos " al amo de la esclava nos de alguna cosa para " desayunarnos." Ay ! eso no, Pablo, respondio Virginia : todavia estoy temblando con el susto que he pasado al hablarle ! Acuerdate sino de su figu- ra. 34 PABLO Y VIRGINIA. ra, y de aqiiello que suele decir mama : El pan del malo, llena la boca de arena. " i Plies que hemos de hacer ?"replic6 Pablo: '* estos arboles no producen ninguna fruta '* buena, y por aqui ni siquiera se descubre *' un tamarindo 6 un naranjo, para poder re- " frescar laboca." " Dios se compadecera de nosotros," con- texto Virginia, " pues oye el piar de los paxa- " rillos, que le piden de comer." Apenas hubo dicho estas palabras, quando sintieron el ruido de una fuente, que caia de lo alto de un peiiasco inmediato. Corrieron alia, y despues de haber apagado la sed en sus aguas mas puras que el cristal, cogieron un manoio de berros de los que Grecian en sus hordes, y comieron de ellos. En esto, como anduviesen de una paite a otra, por ver si encontrabau mas susbtancioso alimento, descubrio Virginia entre la espcsura de los arboles, una palmera nueva. El cogollo 6 cebolleta que arroja este atbol junto a los arranques de las ramas, es de muy buen co- mer ; pero aunque el tronco apenas era mas grueso que un muslo, tenia mas de sesenta pies de elevacion. Por otra parte, bien que la madera de este arbol sea un texido de filamen- tos 6 hebras delicadas, su nucleo 6 corazon es tan duro, que rechaza y embota las mejores hachas^. PABLO Y VIRGINIA. 3^ hachas, y Pablo ni siquiera Uevaba una mala navaja. Ocurriole, pues, pegarle fuego al pie, pero se hallo con la nueva dificultad de que le feltaba eslabon ; y por otro lado no creo que en esta isla, que es toda ella un puro peiiascal, se encuentre un solo pedernal. La necesidad es madre de la indu stria, y por lo comun, las invenciones mas utiles se han debido a los hombres mas miserables. Resol- vio Pablo sacar lumbre al modo de los negros ; y a este fm hizo un agugerito con la punta de una piedra en una rama muy seca, y aguzando despues, con el coite de la mismii piedra, un palito igualmente seco, pero de arbol de espe- cie diferente, sujeto la rama entre las rodillas. Hecho esto, inti'oduxo ei palito en aquel agu- gero, y dandole vueltas entre las manos, como quien bate chocolate, no tardo en ver salir chispas y humo del punto de contacto. Jun- tando entonces yerbas y ramas secas de ar-:. boles, encendio una hoguera al pie de la pal- mera, la qual en breve tiempo dio consigo en tierra con grande estrepito. El fuego le sirvio tambien para despojai' la cebolleta de las largas hojas leiiosas y picantes en que esta envuelta ; y habiendo comido el y Virginia parte de la cebolleta cruda, y parte asada en el rescoldo, fue para su paladar el manjar mas sabroso y delicado. Hicieron aquella S6 PABLO Y VIRGINIA. aquella comida fmgal con la maj'or alegria, acorddndose de la buena accion que habiaii practicado por la manana ; pero les tiirbaba su aiegria el recuerdo de la pena que tendriaii susmadres por su laiga ausencia de casa, y Virginia hablaba de esto a cada instante. Pero Pablo, sintiendosc mas reforzado, le aseguro que no taidaiian en sacarlas de aquel cui- dado. Despues de haber comido, se vieron de nuevo embarazados, pues les faitciba quien les enseiiara el camino pai'a volverse a su casa. Mas Pablo, a quien nada de este mundo aco- bardaba, dixo a Virginia : " Nuestra posesion cae al sol de medio dia ; nosotros debemos atravesar, como esta maiiana, la cumbre de aquella sieiTa que ves alia abaxo con sus tres picos. Vamos, pues, \^irginia, echemos a andai'."^ Positivamente, la sien-a 6 montaiia que decia Pablo, em la de los Tres Pechos, asi nombra- da por los tres picos que sobrescilen en ella, en figura de pechos. Baxaron por consiguiente al morro 6 coUado de Rio-negro de la paite del norte, y llegaron, de alii a una hora, a la orilla de un rio que les cortaba el paso. Esta gran paite de la isla, cubieita de selvas y malezas, es, aun en el dia, tan poco cono- cida, que muchos de sus montes y rios airecen de PABLO Y VIRGINIA. 3? de nombre propio. El que ellos encontraron corre despeiiado entre rocas, y el ruido de su corriente, asusto de tal modo a Virginia, que no se atrevio a vadearlo. Pero Pablo, toman- dola en sus hombros, paso asi cargado por los resvaladizos guijan^os del rio, a pesar del impetu de sus aguas. " No tengas que temer, Virginia," le decia, *' que no me pesas nada, antes me siento mas " animoso contigo a cuestas. Si el colono de *' Rio-negro te hubiera negado el perdonde la '' esclava, las hubiera habido conmigo esta " manana." " Como ! exclamo Virginia : ^ con aquel '* hombre tan alton y de genio tan malo ? *' Jesus ! a lo que te expuse. Valgame " Dios ! i quan dificil es hacer bien, y quan " fa oil lo contrario !" Quando Pablo Uego a la orilla opuesta, quiso continuar el camino cargado con su hermana, lisongeandose de que podria subir asi la montaiia de los Tres Pechos, que ^ eia enfrente, como a media legua de distancia. Pero fcdtandole las fuerzas a poco rato, se vio precisado a baxarla de sus hombrcs y sen- tai'se a descaiisar a su lado. Virginia le dixo entoiices : " Hermano, el *' dia comienza ya a declinar : tii tcdavia " tienes faerzas pai'a caminar ; y a mi me lal- D " tan. 38 PABLO Y VIRGINIA. " tan. Dexame aqui, y vete tu solo a casa, " para tranquiiizar a nuestras madres." ** Irme yo solo ! exclamo Pablo : no, no *' me apartare de ti, hermana. Si nos coge '' la noche en esta serrania, encendere lumbre, " denibare con ella otra pcilmera, tii comeras ** el cogollo ; y yo te hare con las hojas un *' ajupa para que duennas al abrigo." Entretanto Virginia, habiendo descansado un poco, cogio algunas hojas de escolopendra de una rama de este arbol, que pendia sobre el rio, y se las ajusto A las piernas, a manera de borceguies, porque las piedras del camino de tal modo le habian lastimado los pies, que le corrian sangie ; pues con la precipitacion y de- seo de ser litil, se le habia olvidado calzarse. Y sintiendose mas consolada con la frescura de las hojas, an-anco una caria de bambii, y se puso en camino, apoyada una mano a la caiia, y otra al hombro de su hermano. Asi iban caminando paso entre paso por medio de las selvas, quando la altura de los arboles y la espesura de sus hojas, les hicieron perder de vista la montaiia de los Tros Pechos, que em el punto de su direccion, y aun el sol que iba ya a tocar al termino de su caiTcra. De alii a poco rato se extraviaron, sin adver- tirlo, de la senda trillada que hasta entonces habian seguido : y se encontraron metidos en un PABLO Y VIRGINIA. 39 un laberliito sin salida de ai boles, de breiias y matorrales. En tan gran conflicto, dixo Pab- lo a su hermana que se sentai^a, y el empezo a correr de una paite a otra, como fuera de si, buscando arbitrio como saiir de aquella espesu- ra ; pero se fatigo en valde. Subiose a lo ul- timo de un arbol muy alto para descubrir a lo menos la montaiia de los Tres Pechos ; pero no vio al rededor de si mas que las cimas de otros arboles mas elevados, algunos de los quales estaban iluminados por los liitimos rayos del sol casi traspuesto. A este tiempo la sombra de los montes cu- bria ya los bosques y arboledas de los valles ; el ayre iba calmando poco a poco, como suele acontecer al ponerse el sol ; un profundo silen- cio reynaba en aquellos paramos, y solo se oian los bramidos de los ciervos, que iban a buscar sus madrigueras nocturnas entre la espesura de aquellos tan yermos lugares. Pablo con la es- peranza de que algun cazador pudiese oirle, grito entonces con todo su vigor : " j Venid, venidal socorro de Virginia ! " Pero los ecos del monte fueron los linicos que respondieron a su voz, repitiendo otras tantas veces : *' Vir- *' ginia.... Virginia." Baxose en esto del arbol muy acongoxado, y comenzo a buscar medios de pasar la noche en aquel sitio ; pero no habia ni fuente, ni pal- mera. 40 PABLO Y VIRGINIA. mera, ni aim leiia seca con que hacer lumbrc. Entonces conocio por propia experiencia la debilidad de sus reciirsos, y se puso a llonir. Virginia le dixo : **Nollores, Pablo, si no '' quieres afligirme mas : yo soy la que tengo '* la culpa de todas tus penas, y de la que a " estas horas estaran sinticndo nuestras ma- *'dres; nada se debe hacer, ni aun el bien, " sin consultar a los padres : j que impniden- '' cia la mia!"....Y en esto echo tambien a Uorar. Mas de alii a poco rato, dixo a Pablo : '* encomendemonos a Dios, hermano, y se *' compadecera de nosotros." Y apenas ha- bian acabado su oracion, quando oyeron ladrar un perro. *' Sin duda," dixo Pablo," este es perro de al- " gun cazador, que viene por la noche a matar " ciervo^ al acecho. " Los ladridos se aumen- taron de alii a poco. *' Me parece," dixo Vir- ginia, " que es Leal, el mastin de nuestra " casa.... si.... le conozcoen el ladrar.... si esta* " remosya en nuestra posesion." En esto se presento a su pies Leal, ladrando, ahullando y comiendoselos a caricias. Ellos estaban fuera de si viendo a su mastin, y las fiestas que les hacia, sin acertar a salir de aquel sobresalto. En este intermedio avistaron a Domingo, que coria acia ellos ; y a la Uega- PABLO Y VIRGINIA. 41 llegada cle este buen negro, que lloraba de gozo, echaron a llorar ellos tambien sin poderle decir una palabra. Luego que Domingo tomo un poco de alien- to, exclamo : " i Ah, hijos mios ! I que sen- " timiento tienen vuestras madres! \ como se " quedaron sorprehendidas, quando al volver *' de la iglesia adonde yo las habia acompaiia- " do, no OS encontraron en casa ! Maria no " les supo decir adonde habiais ido, porque es- '' taba trabajando en un rincon de casa. Yo " andaba de aqui para alii sin saber donde bus- " caros, hasta que ultimamente tome \Tiestra *' ropa vieja, y se la di a oler a Leal; y el ** pobre animalito, como si me hubiese enten- '*dido, inmediatamente empezo a rastrear " vuestras pisadas, y me conduxo, dando sin " cesar a la cola, hasta Rio-negro, donde me *' dixo un colono que le habaias llevado una i:"negra, a quien por vuestros ruegos habia " concedido el perdon. Pero, ; que perdon ! " AUi me la mostro atada a un madero, con " una cadena al pie, y un collar de yen'o a la " g-arganta con tl-es escarp ias. Desde alii, se *' dirigio Leal, rastreando siempre, a la mon- " tana de Rio-negro, donde se detuvo algun '-" tiempo, ladrando con la mayor fuerza en el " borde de unafuente, junto a unapalmera re- *' cien caida, y cerca de una hoguera que to- D 2. davia 42 PABLO Y VIRGINIA. " davia humeaba. Finalmente, acaba de *' traerme aqui, que es la falda de la mon- " tana de los Tres Pechos, y todavia faltau " qiiatro leguas largas hasta nuestra posesion. *'Vaya, vaya: corned ahora, y tomad am- •' mo." Y diciendo esto saco una torta de pan, varias frutas, y una gran calabaza llena de un licor compuesto de agua, viaOj zumo de ci- dra, azucar y nuez moscada, que sus madres habian preparado para 4arles refrigerio y confortarlos. Virginia suspiraba, acordandose de la pobre esclava, y de la inquietud de sus madres ; y re- petia muchas veces,„*',ique dificil es hacer '^bien!" : • Mientras los dos tomaban alimento, saco lumbre Domingo, y habiendo buscado una especie de madera tortuosa, Uamada de arder, hizo un hachon, y le encendio, porque era ya noche. Pero se hallo sumamente embarazado, quando se trato de ponerse los tres en ca- mino. Pablo y Virginia no podian dar un paso, por- que tenian los pies muy hinchados y de color de sangre. El pobre Domingo no sabia si vol- verse a casa a buscai' auxilio para los niiios, 6 pasar alii la noche con ellos ; y en aquel con- flicto exciamaba : " i Adonde se ha ido aquel ** tiempo PABLO Y VIRGINIA. is *' tiempo en que yo os llevaba a los dos junti- '* tos en mis brazos ! Pero ahora vosotros ya " sois grandes, y yo viejo." Estando asi perplexo, se aparecio una qua- drilla de negros marrones a corta distancia de ellos, y acercandose el caudillo a Pablo y Vir- ginia, les dixo : " No os asusteis, mis buenos " niiios blancos : esta manana os vimos pasar '' con una esclava de Rio-negro, y sabemos *' que habeis ido a pedir perdon pm^ ella a su "mal amo; y asi en reconocimiento de tan " generosa accion, nosotros os conduciremos '' a vuestra posesion ennuestros propios hom- *' bros." Y a una seiial suya, quatro negros ide los mas robustos formaron al instante una -especiede andas de ramas de arboles, enti^e- :texidas con lianas 6 enredaderas ; colocaron en ellas a los dos muchachos, y precediendoles Domingo con su hacha de viento, partieron de alii, en medio de repetidos gritos dejubilo de toda la quadrilla, que les colmaba de bendi- ciones. Virginia, enternecida, dixo a Pablo : '* i O hermano mio ! nunca dexa Dios sin '^ galardon una accion buena." Llegaron a media noche al pie de su mon- taiia, cuya cumbre estaba iluminada con varias hogueras ; y al tiempo de subir oyeron que les gritaban y decian : " ^* Sois vosotros hijos ** mios ?" Y eilos respondieron auna con los negros ^ 44 PABLO Y VIRGINIA. negros : *M Si, seiioras, nosotros somos, no- *' sotros somos!" Acercaronse mas, y vieron a sus madi'es y a Maria, que les saliaii al encuentro con teas enceiididas. '' i De donde venis, hijos cuita- '' dos ?'* exclamo madama de la Tour. " Venimos," respondio Virginia, " de Rio- negro, de pedir el perdon para una esclava, a quien he dado esta manana todo el desay- uno de la familia, porque la pobrecita estaba cayendose muerta de hambre ; y estos negros reconocidos, nos ban traido en hombros has- taaqui." Madama de la Tour abmzo a su hija sin poder articular palabra ; y Virginia que sentia humedecerse sus mexillas con las lagrimas que corrian por las de la madre, le dixo : " Vos " me indemnizais con exceso, madi^e mia, de '* los trabajos que hoy he pasado." Margarita enagenada de gozo, estrechaba a Pablo entre sus brazos, y le decia ? " ^ Y tu '' tambien, hijo mio, has. hecho una buena '* accion?" Luego que llegaron con sus hijos a casa, dieron bien de comer a los. negros, los quales se volvieron a las selvas, deseandoles toda suerte de prosperidades. , ' Todos los dias eran para estas fumilias, dias de diclia y de paz inalterable. La envidia ni h PABLO Y VIRGINIA. 45 la ambicion no las atormentaban. No desea- ban una vana reputacion exterior que da la intriga, y quita la calumnia; bastabales ser ellas mismas los testigos y jueces de sus ac- ciones. En esta isla, donde ( como en todas la colonias europeas ) solo se desea saber anec- dotas malignas, sus virtudes, y aun sus nom- bres, eran ignorados y desconocidos. Solamente quando algun pasagero preguntaba, desde cl camino de las Pamplemusas, a los habitantes del llano : " J Quien vive en aquellas dos cho- " zasqueestan alia en el alto ?" Estos res- pondian sin conocerlas : " Son unas buenas " gentes." A este modo las violetas ocultas entre zarzas y espinos exhalan a lo lejos aro- mas suaves. Ellas habian desterrado de sus conversa- ciones la maledicencia y la murmuracion que socolor de justicia, dispone necesarianiente el corazon a la simulacion 6 al aborrecimiento ; porque es poco menos que imposible dexar de aboiTecer a los hombres, si se piensa mal de ellos, y vivir con los malos, si no se les oculta el odio con falsas apariencias de benevolencia. De aqui es que la maledicencia nos obliga a estar mal con nuestros semejantes, 6 con no- sotros mismos. Pero madama de la Tour y su compaiiera, sin juzgar a los hombres en pai'ticular, solo se ocupa- 40 PABLO Y VIRGINIA. ocupabim en buscar los meclios de hacer bien a todos en general, y aunque esto no estaba en su mano, tenian a lo menos una voluntad con- sUmte de hacer bien, que Ics inspiraba una benevolencia dispuesta siempre a extenderse a todos. Por consiguiente, vhiendo en la sole- dad, lejos de ser feroces e intratables, se hi- cieron mas conipasivas y humanas. Si la historia escandalosa de la sociedad no suministraba materia a su conversacion, la de la naturaleza arrobaba sus almas en dulces ex- tasis. En este reducido espacio admiraban con respeto y reconocimiento el poder de una pro- videncia que por sus manos, habia derramado, en medio de la aiidez de estos penascos, la abundancia, las gracias y los placeres siempre puros, y siempre renacientes. Pablo a la edad de doce anos, mas robusto y mas inteligente que los europeos a la de quince, hermoseaba por sus manos lo que Do- mingo no hacia mas que cultivar. Iba con el a los vecinos monies a desarraygar el tierno limonero, el naranjo, el tamarindo, cuya coro- nilla es de un verde muy hermoso, y el atero, cuya fruta, Uena de una substancia azucarada, despide de si la fragancia del azahar. Tras- pkmtaba estos arboles, ya crecidos, al rededor de este recinto, y sembraba las simientes de otros que, al segundo aiio llevan flores 6 frutos. PABLO Y VIRGINIA. 47 frutos, como el agatio, al rededor del qual pen- den en iigura circular, a manera de colgantes dearaiia de cristal, Wgos racimos de flores blancas ; el lila de Persia, que eleva vertical- mente sus girandulas de color morado ; el papayo, cuyo tionco sin ramas, en forma de claveteada toda de melones verdes, remata en un capitel de muy anchas hojas parecidas a las de la higuera. Tambien habia sembrado varias pepitas y huesos de arboles, como mangles, guayavos, paltos, jaceros y jamberos, de los quales la mayor parte daban ya sombra y fruta a su joven amo, cuyas laboriosas manos derrama- ron la fertilidad hasta en los parages menos fecundos de esta quebrada. Diversas especies de aloes, la raqueta cargada de flores amarillas matizadas de encarnado, los cirios espinosos, se elevaban sobre las negras cimas de los peiias- cos, y parecia que querian competir y enlazarse con las largas lianas de flores azules y escarlata- das, que pendian aca yalla por todo el repecho de la montaiia. Habia distiibuido y colocado con tal orden aquellos vegetales, que se podia gozar de su vista a la primer ojeada ; porque en el centro estaban las plantas que se elevan pcco, despues los ai'bustos, luego los arboles medianos ; y liltirnamente los grandes en toda la circunferen- cia. 48 PABLO Y VIRGINIA. cia. Por manera que estc vasto circuito, mira- do desdc el ceutro, presentaba a la vista un anfiteatio de verdor, de frutas y de flores, que contenia al mismo tiempo hortalizas, praderias, y Campinas de arroz y trigo. Pero Pabio sujetando los vegetales a su plan, no se apartaba del de la natumleza, antes por el contrario siguiendo sus lecciones, plan- taba en las eminencias aquellos, cuyas semillas son volatiles, y a la orilla del agua los que l^s tienen propias para sobrenadar. De esta ma- nera cada vegetal crecia en su sitio proporcion- ado, y cada sitio recibia del vegetal su adorno natural. Las aguas que baxan de la cumbre de estos montes, formaban en el fondo del valle, aqui fuentes, alii estanques, que a manera de espejos, en medio de la frondosidad, duplica- ban en el cristal de su corriente, los arboles en flor, las rocas y el azul de los cielos. A pesai' de la enorme desigualdad del terre- no, todos aquellos plantios ei^an, por la mayor parte, tan accesibles al tacto, como a la vista. Bien es que todos nosotros le ayudabamos con nuestros consejos y trabajo, para llevar al cabo sus empresas. El practice una seucla todo en rededor de este recinto, de la qual muchos ra- malcs llegaban ya de la circunferencia al centro; y por otra parte supo sacar partido de los pa- rages mas fragosos, y conciliar, con la rnas - leiiz PABLO Y VIRGINIA 4§ ieliz armonia, la comodidad del paseo, con la aspereza del suelo, y los arboles domesticos con los silvestres. De la enorme cantidad de piedras movedizas que embarazan estos cami- nos, como la mayor parte del terreno de esta isla, formo aca y alia piramides, en cuyas bases, rellenas de guijo y tierra, planto rosales, poinciana y otros arbustos, que se crian bien entre penas ; y a poco tiempo estas piramides informes y de sombrio aspecto, se cubrieron de verdor y del esmalte de las flores mas bellas. Las hondonadas y barancos guarnecidos de arboles antiguos, cuyas ramas inclinadas sobre los bordes, formaban como bovedas subterra- neas, impenetrables al calor, eran lugares de asilo contra los rayos del sol, donde tomaban el fresco por cl dia las dos familias. Un vereda conducia a un soto de arboles silvestres, en cuyo centro crecia, al abrigo de los vientos, un arbol domestico cargado de fruta. Aqui habia una mies, alia un vergel : por esta calle se descubrian las cabanas, por aquella las cimas inaccesibles de la montana. Habia un bosque- cito tan espeso de tacamacos extretexidos con lianas 6 enredaderas, que no se distinguia en el ningun objeto en la mayor fuerza de la luz del dia. Desde la extremidad de ese gran penasco, que sale del monte, se descubrian todos los ob- E ' jetos 50" PABLO Y VIRGINIA. jetos de cste recinto, con el mar a los lejcs, donde aparecia de quando en quando alguna na\'e que \'enia de Europa 6 regresaba a ella ; y ahi era donde se juntaban las dos familias al caer el dia, y gozaban en reposo de la frescura del ay re, de la fragancia de las flores, del mur- muUo de las fuentes, y de las ultimas armonias de la luz y de las sombras. Hasta los nombres de la mayor parte de los encantadores sitios de este laberinto, eran los mas agradables y expresivos. El penasco de que acabo de hablaros, desde donde a larga distancia me veian venir, se llamaba la atalaya de la Amistad. Pablo y Virginia, en uno de sus inocentes entretenimientos, discurrieron plantar alii un bambu, en cuya cima enarbola- ban un panuelito bianco para anunciar mi llega- da luego que me avistaban, a la manera que en la montaiia inmediata se enarbola una bandera quando se divisa alguna nave en el mar. Vinome un dia a la idea grabar una inscrip- cion en la corteza de aquel bambu, pues siem- pre han sido tan de mi gusto las inscripciones, que por mucho placer que haya tenido en mis viages, al ver una estatua 6 monumento de la antigiiedad, os aseguro que no es comparable con el que me causa en leer una inscripcion bien hecha. Entonces me parece que una mano PABLO Y VIRGINIA. 51 mano humana sale de la piedra, se hace oir por entre los siglos, y dirigiendose al hombre que habita en los desiertos, le dice que no es el so- lo, y que otros semejantes suyos ban sentido, pensado y padecido como el en aqueilos mis- mos lugares. Y si la inscripcion es de alguna nacion antigua, que ya no existe, hace que se dilate nuestra alma por los campos de lo infini- to, y le comunica el sentimiento de su inmor- talidad, mostrandole que un pensamiento ha sobrevivido a la ruina de todo un imperio. Escribi, pues, en el bambii de Pablo y Vir- ginia estos versos de Horacio : Fratres Hclenae^ liicida sidera, Fentorumqiw regat pater ^ Obstrictis aliis, prater iapyga, " Que los hermanos de Helena, asti'os bril- ** lantes como vosotros, y el padre de los *' vientos, dinjan vuestros pasos, y no per- " mitan os sople otro que el zefiro blando." En la corteza de un tacamaco, a cuya som- bra solia sentarse Pablo para contemplar desde lejos el mar agitado, grabe este verso de Vir- gilio : Fortimatiis et ille deos qui ?iovit agrestes ! ** Dichoso tu, hijo mio, en no conocer mas " que las divinidades campestres !'* Y este otro encima de la puerta de la cabana de madama de la Tour : At 52 PABLO Y VIRGINIA. Jit seciira qiiiesy et nescia fallere viia. '* Aqui habita una buena consciencia, y una ** vidaque no sabe enganar." Pero Virginia, que no aprobaba mi latin, de- cia que el que yo habia puesto en el bambu 6 veleta de sefiales, era demasiado largo y eru- dito. Yo hubiera preferido, anadio la mu- chacha : Siempre agitada, pero constante. Y habiendole contestado yo : " Esa divisa ** convendria mas bien a la virtud," se puso sonrosada con mi reflexion. Estas venturosas familias, extendiendo la sensibilidad de sus almas a quanto las rodeaba, habian dado los nombres mas tiernos a los objetos que parecian mas indiferentes. Un vallado de naranjos, de bananos y de jamberos, plantiidos entorno de una explanada de cespe- des, donde solian baylar Pablo y Virginia, se llamaba la Concordia. El arbol antiguo, a cuya sombra se contaron mutuamente sus des- gi'acias madama de la Tour y Margarita, tenia por nombre las Lagrimas enjugadas. Llama - banse Bretana y Normandia dos rinconadas sembradas de trigo, fresas y guisantes ; y a imitacion de sus amas, Domingo y Maria, de- seando traer a la memoria los lugares de su nacimiento en Africa, dieron los nombres de Angola PABLO Y VIRGINIA. 53 Angola y Fouille-pointe, a dos terrenos que producian losj uncos de que hacian los canas- tillos, y donde habian sembrado un calabazar. Asi que, con la vista de las producciones de sus climas respectivos, conservaban estas fa- milias expatriadas las dulces ilusiones de su pais, y suavizaban en cierto modo la pena de vivir en una tierra extraiia. Ay de mi triste J yo he visto animarse con mil denominaciones encantadoras los arboles, las fuentes y las rocas de este recinto delicioso, en otro tiempo quan- do Dios queria, y actualmente tan desfigurado y destruido que semejante a un campo de la Grecia, no ofrece mas que nombres tiernos, escombros y tristes ruinas. Pero de quantas situaciones deliciosas ofrecia este circuito, ninguna igualaba a lo que se lla- maba el recreo de Virginia. Al pie del pe- fiasco de la Atalaya de la Amistad hay una concavidad de donde sale una fuente, que a pocos pasos de su nacimiento forma una espe- cie de laguna en medio de un prado de yerba lina. Quando Margarita dio a luz a Pablo, le regale un coco de Indias que me habian da- db, y ella sembro sus pepitas a la orilla de las aguas, con el fin de que el arbol que produxe- ran, sirviese de epoca algun dia al nacimiento de su hijo ; y madama de la Tour, siguiendo ^ exemplo de Mai'garita, planto alii otro con E 2- eL 64 PABLO Y VIRGINIA. el mismo intento, qiiando pari 6 a Virginia. Nacieron, en efecto, dos cocoteros que com- ponian los unices archives de la familia, y se llamaba el uno cocotero de Pablo, y ei otro de Virginia. Crecieron uno y otro casi en la mi ma proporcion que sus inocentes duenos, y aunque no perfectamente iguales en la altura, excedian ya a los doce aiios a la de las cabanas de sus madres ; y entretexiendo mutuamente sus palmas, dexaban colgar sus tempranos raci- mos de cocos sobre la misma taza de la fuente. A excepcion de los dos cocoteros, todo lo demas de la cavema conservaba el mismo ador- no que le habia dado la naturaleza, brillando en sus dos lados hiimedos y pardioscuros, an- chos culantrillos con verdinegi^a flor en figura de csti'ellas. Espesas matas de escolopendra fluc- tuaban en unas partes, a merced de los vientos, suspendidas en el ayre a manera de listones de , color verdepiirpura ; y en otras crecia en abun- dancia la pervinca 6 verba doncella, cuya flores muy parecida a la del clavo, 6 a la de los pimi- entos de corteza color de sangre, y mas brillante que el coral. En su circunferencia la yerba bal- samina, cuyas hojas vienen en figura de cora- zon, y los basiliscos del olor de la pimienta, cxalaban la mas dulce fragancia. Del repecho de la montaria pendian las lianas 6 enredaderas, a manera de undosos tendedcros de ropa, y formaban PABLO Y VIRGINIA^ 55 Ibrmaban en lo escaipado de las rocas dilatadas cortinas de verdor. Las aves de mar, atraidas de la apacibilidad de aquella caverna, iban a pasar la noche en ella ; y al poner del sol se veian volar acia alii a lo largo de la ribera el Cuervo y la congujada marinos, y en lo alto de los ajTes la negra fragata y el paxaro bianco del tropico que, como el astro del dia, abando- naban las soledades del oceano indiano. Tenia Virginia sumo deleyte en ir a reposar en la margen de aquella fuente, decorada con una pompa magnifica y silvestre a un mismo tiempo. Muchas veces lavaba en ella la ropa de la familia a la sombra de los dos cocoteros, y otras llevaba a pacer alii las cabras, y se en- tretenia mientras preparaba los quesos con su leche, en verlas levantarse en dos pies para rozar las hojas del culantiillo, y sostenerse, co- mo en el ayre, en las cornisas de las peiias, haciendo hinca-pie en ellas como sobre un pe- destal. Viendo Pablo que aquel sitio era el privile- giado de Virginia, llevo alii del bosque inme- diato, nidos de toda especie de paxaros, cuyos padres atraidos del amor de sus hijuelos, fueron al mstante a establecerse en aquella nueva co- lonia, donde Virginia les echaba, a ciertas horas, granos de arroz, de maiz y mijo. De modo, que luego que ella se presentaba, los mirlos 56 PABLO Y VIRGINIA. mirlos silvadores, los bengalies, cuyo gorgeo es tan delicioso, los cardenales de plumage color de fuego, dexaban los zarzales ; los pa- pagayos verdes como esmeraldas, baxaban de los lataneros inmediatos, las perdices corrian por entre la yerba, y mezclados unos con otros Hegaban, como si fuesen gallinas, hasta sus mismas plantas. Ella y Pablo se entretenian, por lo regular, en observar sus juegos, sus in- clinaciones y sus amores. Amables niiios ! vosotros pasabais asi los primeros dias en la inocencia, exercitandoos en hacer bien ! ; Quantas veces vuestras ma- dres estrechandoos tiernamente en sus brazos en este mismo sitio, bendecian al cielo por el consuelo que preparabais a su vejez, viendoos entrar en la vida, baxo de tan felices auspicios ! Quantas, a la sombra de estos penascos, he participado con ellas de vuestras comidas cam- pestres, que a ningun animal habian costado la vida ! Calabazas llenas de leche, huevos frescos, tortas de arroz en hojas de banano, cestos col- mados de batatas, de ambas, de naranjas, de granadas, de bananas, de ananas y de atas, nos ofrecian a un mismo tiempo los manjares mas saludables, los colores mas alegres, y los xugos mas substanciosos. La conversacion que tenian era tan inocente y agradable como los mismos manjares de que usaban PABLO Y VIRGINIA. 57 usaban en estos festines. Por lo comun, Pab- lo no hablaba en ellos, sino de lo que habia trabajado aquel dia, y de lo que tenia que tra- bajar el siguiente ; y continuamente estaba pen- sando en algun ti'abajo litil para la comunidad- " Aqui, segun el, las sendas no son comodas: " alia los asientos no estan del todo blandos ; ** estos nuevos emparrados no dan la sombra "necesaria; Virginia estara mejor alii." Y otras reflexiones a este tenor. En tiempo de lluvias pasaban el dia todos juntos en casa, ocupados amos y criados, en hacer esteras de yerbas, y canastillos de hojas de bambu. En las paredes se veian colocados con el mejor orden, rastrillos, hachas, haza- dones ; y al lado de estos instmmentos de agri- cultura, las producciones correspondientes a cada uno de ellos, como sacos de arroz, gavillas de trigo y cuelgas de bananas, tan de- licado todo, como abundante. Virginia, enseiia- da por su madre y por Margarita, aprovechaba estas temporadas en hacer compotas, licores y bebidas cordiales con el xugo de las carias de aziicar, de limon y de acimbogas. Por la noche, cenaban a la luz de una lampa- rilla, y despues de cenar solia contar madama de la Tour 6 Margarita la historia de varias caminantes extraviados en los bosques euro- peos, infestados por la mayor parte de ladrones, 6 el 58 PABLO Y VIRGINIA. 6 el naufragio de alguna nave arrojada por la tempestad contra las rocas de una isla desierta ; y con aquellas relaciones se inflamaban mas y nias las almas sensibles de sus hijos, y rogaban al cielo les otorgase la gracia de poder exercitar algun dia la hospitalidad con semejantes desgra- ciados* A cierta hora se despedian las dos fa- milias, para ir a reposjir ; mas siempre con la impaciencia de volver a verse al dia siguiente. Algunas veces se quedaban dormidos cJ mido de ia lluvia que se degajaba a mares sobre el techo de sus cabanas, 6 de los vientos impe- tuosos que le.^ traian desde lejos el murmullo- de las olas estrelladas contra los penascos de la ribera ; y en tales casos bendecian al autor de la naturaieza por la seguridad de sus personas, siendo tanto mayor su reconocimiento, quanto se consideraban mas distantes del peligro. De quando en quando leia madama de la Tour en comunidad algun pasage tierno de la historia del antiguo 6 nuevo testamento, y se enardecian sus almas con la contemplacion de las cosas celestiales. Su moral no era especula- tiva, sino practica como la del evangeiio ; no habia entre ellos dias destinados para la alegria, ni para la tristeza : sino que todos eran iguaK mente Uenos y festivos para sus corazones. La naturaieza entera era para ellos un templo au^usto donde admiraban sin cesar una inteli- gencia PABLO Y VIRGINIA. 59 gencia infinita, omnipotente y amiga de los hombres ; y este sentimiento de confianza en el poder supremo los Uenaba de consuelo respe- to de lo pasado, de valor para lo presente, y de una dulce esperanza para lo venidero. Asi es que estas mugeres, precisadas por los infortu- nios a seguir el orden de la naturaleza, hallaron en si mismas, y excitaron en sus hijos estos sentimientos que inspira en todos la misma na- turalez i para preservarnos de que seamos des- graciados. Pero, como muchas veces en las almas mas bien acondicionadas y de mejor temple suelen levantarse nubes que perturban su serenidad, quando alguno de lafamilia se mostraba triste, se reunian todos a fin de distraer su ammo, y no paraban hasta conseguirlo, mas bien con obras que con reflex ione&, empleando cada qual en , esto su cai'acter particular : Margarita su ale- gria y viveza natural : madama de la Tour, una moral dulce : Virginia, tiernas caricias : Pablo, franqueza y cordialidad ; y hasta Do- • mingo y Maria contribuian por su parte con- tristandose con el que veian llorar. A este mismo modo las plantas de biles entretexen Unas con otras sus ramas, para oponer mas resistencia al impetu de los huracanes. En tiempo sereno iban a misa todos los dias festivos a la iglesia de las Pamplemusas, cuya torre GO PABLO Y VIRGINIA. torre veis alia abaxo en el llano, adonde con- currian colonos muy poderosos, conducidosen hombros de esclavos, algunos de los quales se empenaron varias vecesen tener conocimiento y trato con aquellas familias tan unidas, convi- dandolas a diversiones y partidas de campo. Pero ellas desecharon siempre sus ofrecimien- tos con cortesania y respeto, persuadidas de^ que los ricos solo buscan a los pobres para te- ner complacientes, y que es imposible ser com- placiente sino adulando las pasiones de otro, buenas 6 malas. Por otra parte evitaron con no menor cuidado la familiaiidad con los colo- nos medianamente acomodados, por lo comun, envidiosos, murmuradores y groseros. Al principio pasaron por timidas en el concepto de los primeros, y por altaneras en el de los se- gundos ; pero su conducta reseiTada, estaba acompaiiada de tales demostraciones de iirba- nidad y atencion, particularmente para con los miserables, que insensiblemente se conciliaron el respeto de los ricos, y la confianza de los pobres. Comunmente al salir de misa iban 4 buscar- las las gentes desvalidas para que exercieran con ellas algun oficio de caiidad ; y ya se pre- sentaba un afiigido pidiendoles consejo, ya un niiio que les rogaba con lagrimas pasasen a visitar a su madre enferma en alguna de las aldeas \ PABLO Y VIRGINIA. \m' aldeas de la comarca. A este fin Uevaban siem- pre consigo varias recetas de remedios caseros, los mas acomodados pai^ la curacion de las eiifermedades del pais, y las distribuian con aquel agrado que da tanto precio a los menores servicios. Sobre todo, tenian particular talento para disipar las penas e inquietudes del animo, tan insoportables en la soledad y en un cuerpo enfermo. Madama de la Tour hablaba con tanta confianza de la divinidad, que oyendola discuiTir asi los pacientes, les parecia que la teniim alii presente. Virginia volvia comun- mente de aquellas visitas con los ojos arrasados de lagrimas, pero con el corazon penetrado de alegria, porque habia tenido ocasion de hacer bien. Ella era la que disponia de antemano los remedios necesarios para los enfermos, a los quales se los administraba con indecible afabi- lidad y buen afecto. Despues deestas visitas de caridad, alargaban a veces su camino por el valle de la Montaiia- larga hasta mi posesion, donde yo las esperaba a comer a las orillas del riachuelo que pasa por las inmediaciones, y para aquellos casos pro- curaba tener reservada alguna botella de vino aiiejo, a fin de aumentar la alegria de nuestras comidas indianas, con estas dulces y pectorales producciones de la Europa. Otras veces nos citabamos para la playa del mar, en la desem- F bocadura C2 PABLO Y VIRGINIA. bocadura de algiin rio de los que en esta isia solo merecen el nombi e de grandes an'oyos, adonde llevabamos de nucstra casa provisiones vegetalcs que juntabamos a las que el mar nos suministraba en abundancia ; en cuyas riberas pescabamos barbos, salmonetes, pulpos, lan- gostas, esquines, cangrejos, ostras y maiiscos de toda especie. Muchas veces los sitios mas terribles por su natunileza, nos proporcionaban los placeres mas tranquilos. Sentados por lo comun sobre un penasco a la sombra de un sauce, veiamos venir desde muy lejos las olas del mar a estrellarse a nuestros pies con hor- rible estrepito. Pablo que por oto parte nada- ba como un pez, se internaba a veces en la playa, saliendo al encuentro a las olas ; y qiian- do estas se acercaban huia acia nosotros, de- lante de sus grandes volutas 6 roleos espumo- sos y bramantes, que le perseguian gran trecho tierra adcntro. Pero Virginia toda inmutada al ver aquello, daba agudisimos chillidos, y decia que semejantes juegos le causaban mucho sobresalto. A nuestras comidas se sucedian los canticos y danzas de los dos jovenes. Virginia canta- ba la felicidad de la vida campestre, y las des- gracias de los marineros, a quienes incita la codicia a navegar sobre el furioso elemento, en lugar de dedicarse al cultivo de la tierra que i da PABLO Y VIRGINIA. 63 da apaciblemente taiitos bienes. A veces exe- cutiiba con Pablo alguna pantomima al modo de los negros. La pantomima es el piimer lenguage del hombre, conocida de todos los pueblos, y Urn natural y expresiva, que los hijos de los blancos suelen aprenderla, a poco que la vean practicar a los de los negros. Vir- ginia, trayendo a la memorialas historias leidas por su madre que mas impresion le habian hecho, representaba con mucha naturalidad los principales sucesos de ellas. Unas veces al son del tambor de Domingo, se presentaba en la era de su casa con un cantajo vacio en la cabeza, y se acercaba con timidez a la fuente inmediata, en ademan de ir a coger agua. Do- mingo y Maria, haciendo el papel de los pas- tores de Madian, se oponian a su paso, y asiendola del brazo, aparentaban que la echa- ban de alii. Llegaba en esto Pablo de repente a su defensa, contenia a los pastores, llenaba el cantaro de Virginia, y poniendosele en la cabeza, ceiiia su frente con una corona de per- vinca 6 yerba doncella, que daba nuevo realce a la blancura de su rostro. Entonces prestan- dome yo a sus juegos, me encargaba de hacer el personage de Raquel, y concedia a Pablo mi hija Sephora en matrimonio. En otras ocasiones representaba a la infeliz Ruth, quando volvio viuda y pobre a su pais, donde 64 PABLO Y VIRGINIA. donde despues de una larga ausencia se vio tratada como forastera. Domingo y Maria, representaban los segadores : Virginia figuraba que iba recogiendo detras de ellos las espigas dexadas aqui y alii , y Pablo imitando la gra- vedad de un patriarca, le hacia varias pregun- tas, a que ella respondia como temblando de miedo. Movido al fin de compasion concedia asilo a la inocencia y hospitalidad al infortunio : llenaba el delantal de Virginia de toda suerte de provisiones, y la conducia a nuestra presen- cia, como ante los ancianos del pueblo, decla- rando que la elegia por esposa a pesar de su indigencia. Madama de la Tour, representandosele vi- vamente con esta escena el abandono de sus mismos padres, su viudez, y el buen recibi- miento que habia tenido de Margarita, acom- paiiado a la sazon de la esperanza de un di- choso himeneo entre sus hijos, no podia dexar de Uorar ; y este confuso recuerdo de males y de bienes, nos hacia derramar a todos lagrimas mezcladas de gozo y de sentimiento. Se representaban estos dmmas con tanta propiedad, que yo me creia transportado a los campos de la Syria 6 de la Palestina. Ni faltaba la decoracion, iluminacion y orquestra conveniente a semejante espectaculo ; pues el lugar ,de la escena era, por lo comun, en cl centro PABLO Y VIRGINIA. 65 centro de un bosqiiecito, cuyas entradas for- mabaii al recledoi de nosotios, muchas gdlerias de troi)dobidc;.d y de ioliage, dofide pasaba- mos la mayor parte del dia resguardndos del calor. M..S quando el soi se aproximaba al orizoute, sus tayos refiactados en los troncos de \o6 arboles, ^e haciaii divergentes entre las sombras de la Ro^esta, en largos manojitos lu- minosos que prcducian el efecto mas apacible y magestuoso. Algunas veces presentandose su dmio entero al extremo de una caile, la hacia parecer toda ella como de fuego. Las hojas de los arboles iluminadas por la parte in- ferior con sus rayos azafranados, bnliaban a manera del topacio y la esmeralda : y sus par- dos y mohosos troncos parecian como conver- tidos en colunas de un bronce antiguo. Las avecitas retiradas en silencio, debaxo de la frondosa hoja, para pasar alii la noche, sorpre- hendidas de volver a ver una segunda aurora, saludaban todas auna al astro del dia con mil y mil cantares diferentes. La noche nos sorprehendia muy a menudo en estas fiestas campestres ; pero la pureza del ayre y lo tempk;do del clima nos permitia dor- mir en medio del campo, debaxo de un arbol, sin el menor recelo de ladrones, ni alii, ni en nuestn s cas-^s, adonde vclviendo cada uno el dia siguienle, la hallaba como la habia dexado. X2 Tal 66 PABLO Y VIRGINIA. Tal era en aquel tiempo la buena fe que rey- naba en esta isla sin comercio, que las puertas de la mayor parte de las casas no se cerraban con Have, y una cerradura era un objeto de cu- riosidad para muchos criollos. Pero en el discurso del aiio habia dias para Pablo y Virginia del mayor regocijo, que eran los del cumple-anos de sus madres. Virginia no dexaba de amasar, y cocer la vispera tortas de flor de harina para las pobres familias de aquellos blancos nacidos en la isla, que no ha- biendo probado jamas pan europeo, desti- tuidos de todo auxilio por parte de los negros, y reducidos a alimentarse de la yuca en medio de las selvas, no tenian para sobrellevar la mi- seria, ni la estupidez compaiiera de la esclavi- tud, ni el valor que inspira la educacion. Estas tortas eran el linico regalo que la situacion de su familia le permitia hacer a Virginia ; pero las repartia con tal agrado, que les anadia un precio y condimento extraordinario. Pablo era el que se encargaba de llevarselas a sus mismas habitaciones ; y las pobres familias re- conocidas, prometian, al tiempo de recibii'las, ir a pasar todo el dia siguiente en casa de madama de la Tour y Mai^gaiita. Alii era ^'er llegar una madre con dos 6 tres hijos ama- rillentos, descarnados, y tan timidos que ape- nas osaban kvantai' los ojos. Pero Virginia al punto PABLO Y VIRGINIA. 67 punto los collocaba comodamente, y les servia ciertos refrescos, cuya bondad realzaba ellapor alguna circunstancia particular, que en su con- cepto, acrecentaba su valor, diciendoles : *' Este licor lo ha hecho P^argarita : este '' otro mi madre : mi hermano ha cogido '' por su misma mano esta fruta en la cima de " un arbol." Y otras cosas a este modo. Despues incitaba a Pablo a que les hiciera baylar, y no se apartaba de su lado mienti^s no los veia satisfechos y contentos. Todo su em- peiio era que estuvieran alegres con la alegria de su famiha, y decia : " No es posible hacer *' la felicidad propia, sin ocuparse en la de los ** demas." Y asi quando se habian de volver a sus habitaciones, les ofrecia aquel mueble 6 muebles a que los habia visto inclinados desde el principio, cubriendo la necesidad de que agradecieran sus dadivas, con el pretexto de su singularidad 6 extrafieza. Si los veia muy andnijosos, escogia algunas de sus ropas vie- jas, y mandaba a Pablo las fuese a poner se- cretamente a la puerta de sus casas, con el l)ermiso de su madre. De este modo hacia el bien, a exemplo de la divinidad, mostrando el beneficio, y ocultando la mano bienhechora. Vosotros los europeos, cuya alma se Ilena desde la infancia de tantas preocupaciones con- trarias a la feUcidad, no podeis concebir que la naturaleza 68 PABLO Y VIRGINIA. naturaleza sea capaz de proporcionar tantas luces y placeres. Vuestro espiritu ceiiido a una estrecha esfera de conocimientos, toca bien pronto al termino de sus gustos artifi- ciales ; pero la naturaleza y el corazon son inagotables. Pablo y Virginia no tenian re- loxes, ni almanaques, ni libros de cronologia, de historia ni de filosofia. Los periodos de su vida se arreglaban por los de la naturale- za ; conociim las horas del dia por la sombra de los arboles : las estaciones por el tiempo en que dan sus flores 6 frutos ; y los anos por el numero de sus eosechas. Estas dulces ima- genes hacian muy delicioso su modo de ex- presarse : *' Ya es hora de comer, decia Vir- " ginia a los suyos, pues a los bananos les da ** la sombra a los pies '• se acerca la noche por^ *^ que los tamarindos cierran sus hojas.... ** I Quando vendras a vernos, le preguntaban ** algunas amig*as de las inmediaciones ? Para " las cafias del aziicar, respondia Virginia. '* Tu visita, contestaban las muchachas, sera " para nosoti'as tanto mas gustosa y apre- '' ciable." Quando le preguntaban su edad y la de Pablo, respondia : *' Mi hermano tiene los " mismos anos que el cocotero alto, y yo que *' el mas baxo ; los mangles ban dado doce ** veces su fruto, y los naranjos veinte y quar "tro TABLO Y VIRGINIA. 69 " tro veces la flor desde que estoy en estc " mundo." De suerte, que su vida parecia que estaba indentificada con la de los arboles, como la de las Driadas y Faunos. No cono- cian mas epocas historicas, que las de las vidas de sus madres, otra cronologia que la de sus vergeles, ni mas filosof la que el hacer bien a todos, y resignarse a la voluntad de Dios. Pero, de buena fe I que necesidad tenian estos niiios de ser sabios y ricos al modo que nosotros lo somos ? Sus mismasnecesidades e ignorancia aumentaban en cierto modo su felicidad, y no habia dia para ellos en que no se prestasen uno a otro oficios de la mas tierna amistad. Ellos Grecian en edad y experiencia, siguiendo fiel- mente las leyes de la naturaleza y de la religion, sin que ningun cuidado arrugara su frente, nin- guna intemperancia corrompiera su sangre, ninguna pasion funesta depravara su corazon. El candor, la inocencia, la piedad y el amor desplegaban de dia en dia la beileza de sus al- mas en gracias inefables, expresadas en todas sus acciones, actitudes y movimientos. En medio de esta felicidad que gozaban los dos jovenes, empezo Virginia a experimentar succesivamente una especie de melancolia. La edad de las pasiones produce en el honlbre una metamorfosis 6 transformacion extrana, que causa tantos bienes 6 tantos males, segun el impulse 7» PABLO T VIRGINIA. impulso y direccion de las circunstancias. Virginia era victima de si misma, siii conocer- lo ; y en aqiiel estado ni sabia a que atribuir la inquietud interior que experimentaba, ni sentia aquella alegria, que desde la ninez la habia acompaiiado. Sus ojos se marchitaron insen- siblemente, la palidez fue cubriendo su rostro, y una languidez y desmadejamiento universal acabaron de apoderai'se de todo su cuerpo. Bien penetraba la madre la causa del mal de su hija, pero como prudente y experinientada, le decia : ^' Dirigete a Dies, hija mia, que " es quien dispone a su arbitrio, de la sa- " lud y de la vida de los mortales, y quiere ** experimentar hoy tu constancia para premi- ** arte manana : acuerdate, de que no hemos *'>enido a este mundo, sino para exercitar la '"virtud." En este intermedio los excesivos calores que de tiempo en tiempo desuelan las tierras situadas entre los tropicos, vinieron a exercer aqui sus estragos. Quando el sol toca al signo de capricornio a fines de Diciembre, sus ar- dientes rayos cayendo verticalmente sobre la isla de Francia, la abrasan por espacio de tres se- manas consecutivas, causando en toda ella un calor extraordinario. Los vapores del oceano elevados por la intension de los rayos solares, cubrieron un dia toda la isla como un vasto pa- rasol, PABLO Y VIRGINIA. 71 rasol, de resultas de haber calmado el viento sudeste, que es el que reynando aqui casi la mayor parte del ano, disipa las tempestades. Las cimas de los montes cubiertas de estos negros vapores despedian de si globos de fue- go ; y los bosques, el llano y los valles resona- ban con los horribles truenos de las nubes agitadas. Bien pronto, comenzaron a caer torrentes de agua, como si de par en par se hubiesen abierto las cataratas del cielo. Los arroyos espumosos baxaban precipitados por las quebradas de este monte, formando un mar de todo el valle, una isleta de esta expla- nada donde estan las cabanas, y de este valle una esclusa por donde Scilian mezclados indis- tintamente con las tumultuosas aguas, los ar- boles, las tierras y los penascos. Toda la familia intimidada se encomendaba a Dios en la cabaiia de madama de la Tour cuyo techo cruxia horriblemente con la violencia de los ayres ; siendo tan fueites y repetidos los relampagos que entraban por las rendijas, que sin embargo de que todas las puertas y venta- nas estaban bien cerradas, se distinguia con el resplandor quanto habia dentro de ella. Pablo intrepido como el mismo andaba con Domin- go de cabaiia en cabaiia, a pesar del furor de la tempestad, apuntalando aqui una viga, y fixando alii una estaca ; y si alguna vez entra- ba 72 PABLO Y VIRGINIA. ba en la de mad^ma de la Tour, sola era con el fin de ccnsolar a la familia con la esperanza proxiina do la serenidad dcseada. En efecto, a ia tai'decita. ceso la lluvia, y tomo sii curso ordinario el iigero viento del sudeste ; los nu- bairones tenipestuosos coiTieron acia el nord- este, y aparecio en el orizonte el sol poniente. El primer dcseo de Virginia fue ir a ver el lugar de su recreo. Pablo se acerco a eila con cierto ay re de timidez, y le presento el brazo paraayudarla a caminar. El ay re ya era fresco y sonoro, y en las cimas del monte surcado en varias partes de la espuma de los torrentes, que sensiblemente iban menguando, se eleva- ban blancos vapores, anuncios de la sereni- dad. Todo el jardin estaba ti^astornado, desar- raygados la mayor paite de los arboles, y los prados cubiertos de arena. Solamente los dos cocoteros se conservaban verdes e intactos, sin que hubiesen quedado en sus akededores, ni cespedes, ni emparrados, ni paxaros, a ex- cepcion de algunos bengal ies que en las extre- midades de las vecinas peiias lloraban laperdida de sus hijitos con acento lamentable. A vista de tanta desolacion, dixo Virginia a Pablo : " Ya ves como el huracan ha quitado " la vida a los paxaritos que tii traxiste a este *' sitio, y como ha destruido el jardin hecho *' por tu mano. En esta vida no hay cosa que no PABLO Y VIRGINIA. 73 ^' sea perecedera, y solo son inmutables las "'delcielo." ** Que no tuviera yo para poderte la ofrecer, " le contexto Pablo, alguna cosa del cielo ! *' pero es tanta mi pobreza, que ni siquiera " poseo la menor prenda de valor sobre la ** tierra." '* Bien lo se," replico ella, " me- " dio sonrosada, pero tu tienes la efigie de san *' Pablo.'* No bien oyo aquello Pablo, quan- do echo a coiTer en busca del retrato que te- nia en casa de su madre. El retrato era una especie de miniatura, que representaba a san Pablo, primer ermitaiio, a quien Mia-gaiita profesaba particular devocion ; ,y despues dc haberle llevado muchos arios al cuello, siendo soltera, se le puso al hijo, luego que fue madre. Sucedio tambien que estando ella en cinta de Pablo, y viendose desampai^ada de todos, (a fuerza de contemplar en la ima- gen del santo anacoreta) se le parecia en alguna manera su hijo Pablo *, cuya cii'cunstancia la habia decidido a ponerle su nombre, y darle per patrono un santo que paso su vida aparta- do del mundo y lejos de los hombres, los quales despues de haberle seducido, perfida- mente le abandonaron. Virginia ai recibir aquella efigie de mano de Pablo, le prometio no quitarsela del cuello, mientras viviem, ni G olvidar 7i PABLO Y VIRGINIA. olvidar que Pablo le habia dado la unica pren- da que poseia sobre la tierra. En este intermedio instaba Margarita a ma- dama de la Tour a que trataran de casar a sus hijos, en atencion a la pasion con que se miraban, y a la edad que ya tenian pro- porcionada para el efecto, evitando de esta manera los riesgos comunes a que estaban cx- puestos. Pero madama de la Tour, le respon- dio : " Todavia son demasiado jovenes y po- " bres para eso. i Que sentimiento no ten- " driamos en ver a Virginia cargada de hijos, *' que tal vez no podria criar por falta de fuer- *' z^s ! Vuestro negro Domingo ya esta bas- '' tante cascado, y Maria enferma : por otra parte, amiga mia, yo me siento muy debil y deteriorada, al cabo de quince aiios que vivo en un clima ardiente, como este, donde se envejece mas pronto que en los liios, y ** mucho mas con los quebrantos y pesayes. ** Pablo es nuestra unica espemnza, y debe- *' mos aguardar por lo mismo a que medrc y ** adquiera el vigor necesaiio para que sea ca- *' paz de sostener nuestra vejez. En el dia ** bien sabeis que solo tenemos lo necesario * ' para vivir : dentro de poco dispondremos '' que Pablo pase a las Indias por cierto tiem- *' po, donde adquiera con el comercio la sufi- " ciente cantidad de dinero para comprar un ** esclavo PABLO Y VIRGINIA. 75 '*esclavo; y a la vaelta le casaremos con *' Virginia, pues considero que es el unico *' hombre que puede hacer feliz a mi amada ** hija. Mas esto lo consultaremos despues con *' nuestro vecino." En efecto, habiendolo hecho ellas asi, fui de su mismo dictamen, y les dixe que los mai-es de la India eran muy bonancibles, par- ticularmente sabiendo elegir la estacion propor- cionada para el embarco, en cuya navegacion se tardaba seis semanas, quando mas, a la ida, y casi lo mismo a la vuelta : que yo buscaria persona que habilitase a Pablo, pues era esti- mado de quantos le conocian; y que aun quando no le diesemos mas que algodon en ra- ma, del qual no se hace en esta isla ningun uso por falta de maquinas para limpiarle ; palo de ebano, tan comun aqui que se usa pam la lum- bre, y algunas resinas que se pierden en nues- tros bosques ; todo esto lo venderia en las Indias a un precio mas que moderado. Me encargue al mismo tiempo de pedir a Mr. de la Bour donais el pasaporte para el viage, y antes de to-^ do quise tratar con Pablo, este pensamiento. Pero me quede absorto de admiracioii quando este joven me dixo, con una ma- durez muy superior a sus aiios : '* ^ Porque *' quereis que yo dexe a mi familia, por no se "que proyecto de fortuna? I Hayporven^ " tura 70. PABLO Y VIRGIMA. ^' tura en el mundo iin comerclo mas lucrativo *' que el cultivo de la tierra que da cincuenta, ** y aim ciento por uno ? Si queremos comer- " ciar I nopodremos hacerlo llevando a ven- *'' der a Puerto-Luis lo que nos sobre, sin " necesidad de que yo vaya a coirer las In- " dias ? Nuestras madres dicen que Domingo " esta viejo y cascado, pero yo soy muchaeho, '' y cada dia me siento mas robusto. Y i si, '' durante mi ausencia, les sucediese alguna '' desgracia, particularmente a Virginia, que " de algun tiempo a esta paite anda tan triste '* y desazonada ? Ah ! eso no : no lo penseis ; " es imposible que me resuelva a ausent?jme ** de su vista!" Esta respuesta de Pablo me puso en la ma- yor perplexidad, porquc madama de la Tour no me habia ocultado la situacion de Virginia, y sus deseos de ganar algunos alios mas sobre los que ellos tenian, separando al uno del otro ; cuyos motivos no me atrevia yo a descubrir a Pablo, ni era conveniente que aun los llegara a sospechar. En estas circunstancias, recibio mada- ma de la Tour una carta de su tia, por una embarcacion que acababa de llcgar de Francia. El temor de la muerte, sin el qual serian siempre insensibles los corazones du- ros, se habia apoderado del de aquella viga ; de FABLO Y VIRGINIA. 77 de resultas de haber salido de una graA^e enfer- medad, la qual, degenerando en extenuacion, se hacia incurable por lo avanzado de su edad. El objeto de su carta se reducia en subtancia a decir a su sobrina : " que se volviese a " Francia, 6 que en el caso de no pennitirle ^' su salud emprender un viage txin dilatado, le *' enviara a Virginia, a quien pensaba dar una " buena educacion y destino decente en la cor- " te, con la posesion de todos sus bienes ; y '' aim anadia, que en el cumplimiento de '' aquellas sus ordenes, consistia la continua- " cion de sus favores. " No bien habia acabado de leer madama de la Tour la referida carta a la familia, quando todos se quedaron suspenses y en la mayor consteniacion. Domingo y Maria comenza- ron a Uorar : Pablo, inmobil sin saber lo que l,e pasaba, parecia como dispuesto a enfurecerse ; Virginia, con los ojos fixos en su madre, no se atrevia a proferir una palabra. En este estado dixo Margarita a madama de la Tour : ** Sera *' posible que nos dexeis al cabo de tantos **anosl" *' No, amiga mia, no, hijos mios," excla- mo madama de la Tour, ^' no os abandonare *' jamas! Yo he vivido con vosotros, y con ** vosotros quiero morir, porque no he cone- '' cido la dicha, sino en vuestra compaiiia. Si G 2 '^mi 78 PABLO Y VIRGINIA, *' mi salud esta deteriorada, tienen la culpa de " ello los antiguos disgustos. La crueldad de *' mis parientes y la perdidade mi amado espo- *' so, me penetraron hastii lo mas intimo del " alma ; pero dcspues aca he experimentado *' mas satisfaccion y consuelo con vosotros '' debaxo de estas humildes chozas, que quaii- '' tos bienes y felicidades pudieran, ni pueden *' prometerme en mi patria las riquezas de mi '' familia." Acabando de decir estas pdabras cmpcza- ron todos a verter lagrimas de gozo. Pablo arrojandose en los bmzos de madama de la Tour, le decia : " No me separare jamas de ^' vos, ni ire a las Indias : todos trabajaremos *' aqui pai'a vos, amada mama, y nada os fal- " tara en nuestra compania." Pero la que manifesto menos alegria que los demas, sin embargo de que era la que la habia sentido mas viva, fue Virginia, la qual se conservo lo restante del dia con la misma serenidad, coL mandose con esto la satisfaccion de todos. A la manana siguiente, al salir el sol, aca- bando de encomendarse a Dios en comunidad, antes de ponerse a almorzar, segun lo tenian de costumbre, les aviso Domingo que un se- lior de a caballo, seguido de dos esclavos, se acercaba a la posesion. En efecto, el tal ca- ballero era Mr. de la Bourdonais, el qual ha- biendose PABLO Y VIRGINIA. 79 biendose entrado de improviso en la cabana, encontro a toda la familia almorzando al rede- dor de una mesa, donde Virginia acababa de servir cafe, arroz cocido en agua, batatas asa- das y bananas frescas. La linica vaxilla de que se Servian, eran cascos de calabaza, y por mantel hojas de banano. Manifesto el gobemador por el pronto su sorpresa, viendo la pobreza de aquella familia, y dirigiendose despues a madama de la Tour, le insinuo que los negocios generales de su cmpleo le habian estorbado algunas veces de pensar en los particulares ; pero que ella era acreedora a toda su atencion. " Vos teneis, *' madama, aiiadio, a una tia muy rica y dis- ** tinguida en Paris, que os dexa por heredera *' de todos sus bienes, y os espera quanto an- *' tes a sulado." Contestole madama de la Tour, que su salud achacosa no le permitia emprender un viage tan expuesto como largo. " Pero a lo menos," replico el gobemador, no podreis privar, sin injusticia, de una he- rencia tan crecida, a una hija tan joven y *' amable, como os ha concedido el cielo. Yo *' no debo ocultaros que vuestra tia se ha valido '* de la autoridad para llevarsela, y que a este " fin me escribe, use de todas mis facultades '' en caso necesario. Mas como yo no las " exerzo 80 PABLO Y VIRGINIA. *' exerzo sino para hacerfelices a los habitantes " de esta isla, espero de vuestra voluntad sola " un sacrificio de algunos aiios, del qual de- ** penden el establecimiento de vuestra hija, y " vuesti'o bienestar para toda la vida. i A que " se viene a las islas ? no es para enriquecerse " en ellas ? Pues I no sera mejor y mucho mas *' gustoso el ir a encontrarlas en su patria?'^ Diciendo estas palabras y mandando a uno de BUS negros dexar sobre la mesa un gran talego de pesos que llevaba, aiiadio : *' Aqui teneis '' ese dinero que vuestra tia ha destinado para " los prepai'ativos del viage de la chica." Despues comenzo a reconvenir con corte- sania y atencion a madama de la Tour, porque no habia recurrido a el en sus necesidades j aunque elogiando al mismo tiempo su valor noble y constante. Tomo a esto Pablo la palabra, y dixo a Mr* de la Bourdonais: '' Seiior gobemador, mi " mama ha recurrido a vos, y la habeis reci- "feidomal." *' (5 Teneis a otro hijo ?" pregunto pronta- mente el gobernador a madama de la Tour. " No, senor," contesto ella ; '* esteesel hijo '* de mi amiga Margarita, y a el y a Virginia ^' los amamos igualmentc, y son para nosotros. ^* hijos Gomunes." "" Niiio. PABLO Y VIRGINIA. 8t ** Niiio," dixoel gobernador, encarandose a Pablo, " quaiido Uegues a tener experiencia *' del mundo, conoceras la desgratia delos que *' mandan, y la fecilidad con que son engana- ** dos, dando al vicio intrigante e impudente, *' lo que solo pertenece al merito que se '^ oculta.'' Convido entonces madama de la Tour a Mr. de la Bourdonais a almorzar, cuyo con- vite acepto el gobernador sentandose a su la- do, y tomando cafe mezclado con an'oz cocido en agua, a la manera de los criollos. El qual quedo tan encantado del orden y aseo de la cabana, de la union edificante de las dos fami- lias, y hasta del zelo de sus ancianos criados, que dixo : " Aqui no hay sino muebles de madera, pero se ven rostros serenos, y cora- zonesde oro." Pablo prendado de la popularidad y llaneza del gobernador, le dixo, que deseaba ser su amigo, porque era hombre de bien ; y Mr. de la Bourdonais recibiendo con gusto aquella serial de sinceridad isleiia, le dio un abmzo, y apretandole la mano, le aseguro que podia contai' con su amistad. Acabado el alniuerzo, llamo a parte a ma- dama de la Tour, y le dixo que habia ocasion en el dia de enviar a su hija a Francia, en un navio que estaba pronto a hacerse a la vela : que «2 PABLO Y VIRGINTA. que la recomendaria a una parienta suya, que iba de pasagera en el nnismo buque ; y que no era cosa de abandonar una herencia inmensa por una satisfaccion de algunos anos. ** Vues- ** tra tia, anadio al tiempo de partir, no podra ** vivir mas de dos aiios, segun me escriben sus amigos ; miradlo bien, y consultadlo alia para con vos, pues no todos los dias se muestra risueiia la fortuna. No habra per- ** sona de juicio que no piense como yo. " Madama de la Tour le respondio, **Que " no deseando en este mundo mas felicidad " cyie la de su hija, dexaria absolutamente al ** arbitrio del senor gobernador su partida " para Francia." Como a madama de la Tour no le disgus- taba encontrar ocasion de separar, por algun tiempo a Pablo y Virginia, para proporcion- arles en lo sucesivo su felicidad mutua, llamo a parte a su hija de alli a pocos dias, y le hab- 16 en estos terminos. '' Hija mia, ya ves que nuestros criados son ancianos, que Pablo es muy joven, que su madre va siendo vieja y que yo estoy muy achacosa de males : i que seria de ti entre estas breiias, si yo Uegase a morir ? J podrias resistir sola, y sin ninguna otra persona que te a>aidase, viendote precisada a trabajar continuamente la tierra, como una muger mer» ]?ABLO Y VIRGINIA. «3 '* mercenaria, para ganar el sustento diario ? " Ah ! esta reflexion, Virginia mia, me tras- " pasa las cntraiias de dolor !'' Al oir esto Virginia, le replico : " Dios nos ** ha condenado a todos al trabajo, y vos, ma- " dre mia, me habeis enseiiado a trabajar, y a *' bendecirle cada dia. Hasta aqui no nos ha ** abandonado, ni nos abandonara en adelante, " pues su providencia vela particularmente so- " bre los infelices, segun millares de veces ** me lo habeis insinuado. No es posible que " yo me determine a dexaros !'' Madama de la Tour conmovida con seme- j antes razones, le contesto sin detenerse s No creas, hija mia, sea otio mi intento que hacerte feliz, y casarte algun dia con Pabloj que no es hermano tuyo : considera ahora '^ que tienes en tu mano su felicidad y la *' tuya." Como semejante confianza de una madre amorosa y compasiva, no tuvo diiicultad Vir- ginia en abrirle de par en par su corazon, de- elarandole sin disfraz ni rebozo, la inclinacion hasta entonces secreta de su alma ; y viendo que su madre aprobaba, y dirigia a un fin ho- uesto con sus consejos, le ofrecio nuevamente no apartarse jamas de su lado, y vivir en su comi)cinia sin agitacion en quanto a lo pre- sente, ni temor respecto de lo futuro. Viendo 44 PABLO Y VIRGINIA. Viendo madama de la Tour que su confian- za habia producido un efecto contrario al que ella se esperaba, asegurole que no queria vio- lentar su inclinacion, sino que delibcrara ma- diiramente y a su salvo i pcro le encargo que ocultase siempre su amor a Pablo, porquc, como ella decia, *^ quando el corazon de una *' doncella esta cautivo, ya no le queda al *' amante otro sacrificio que exigir de ella.'* A este tiempo se dexo enti-ar por la puerta el confesor de madama de la Tour, enviado por el gobernador para acabar de persuadirla y ha- cerle fuerza con sus razones, las quales se reduxeron a que era forzoso someterse a los ordenes de la providencia que tenia dispuesto hacer feliz a Virginia por aquel camino; y que supuesto que madama de la Tour no po- dia emprender el viage por el mal estado de su salud, debia hacerlo sin mas dilacion su hija Virginia, a fin de complacer a su tia, y inejo- i-ar al mismo tiempo su propia suerte. Habiendo oido semejantes razones, la obe- diente Virginia, baxo los ojos, y con voz desmayada y tremula respondio al confesor:. " Si asi lo dispone el cielo, a nada me opon- "go: hagase la voluntad del seiior, aiiadio, " exhalando un profundi simo suspiro.'' En aquel estado, me envio a decir madama de la Tovu^ con Domingo, le hiciese el favor de PABLO Y VIRGINIA, 85 de pasai' a su cabana, piies tenia que consul- tarme acerca del viage de Virginia. En efec- to, habiendo tratado los dos el asunto, fui de opinion que no emprendiera semejante viage. Porque habeis de saber que yo tengo por un principio cierto de la felicidad humana, que son preferibles los bienes de naturaleza a los de fortuna, y que no debemos ir a buscar le- jos de nosotros lo que tenemos dentro de nosoti'os mismos ; y esta maxima la extiendo yo a todas las cosas de este mundo, sin ex- cepcion ni diferencia. Pero I que eficacia podian tener mis conse- JOS contra las fundadas esperanzas de una for- tuna tan brillante y halagiiena ? Consiguiente- mente madama de la Tour solo me consulto por puro cumplimiento, y ya no fue mas dueiiade deliberar por si, desde el instante que oyo el dictamen de los dos personages que acabo de nombraros. La misma Margarita, quien, a pesar de las felicidades que esperaba para su hijo de la fortuna de Virginia, se habia opuesto muy seriamente a su partida, dexo de insistir so- bre ello. Pablo, ignorando el partido que sus madres tomarian, estaba admirado de las con- \'ersaciones secretas de madama de la Tour con su hija, y entregado a los impulsos de la tristeza, decia ; " Algo se trama contra mi, n '' quando 86 PABLO Y VIRGINIA. a quando tanto se recatan de que 5^0 las *' oyga." Al punto que se extendi 6 la voz por tcda la isla dc que la fortuna habia visitado estas breiias, treparon a ellas mercaderes de todos geiieros, que dcsplegaron delante de estas mi- serables chozas las estofas mas preciosas de la India ; magnificas cotonias de Goudelour, pa- iiuelos de Paliacate y Mazulipatan, muselinas de Daca, bordadas, lisas, rayadas y ti^anspa- rentes como la luz, camisas de Surate muy blancas, indianas de todos colores y las mas raras, de fondo obscuro con ramos verdes, magnificas telas de seda de China ; en suma, todas las producciones mas exquisitas del arte, (jue el luxo y la industiia ban in^entado en las quatro paites del mundo. Quiso madama de la Tour que Virginia comprase a su ai bitrio lo que mas le agradara, y solo se encai'go ella de que no la enganasen en el precio ni en la calidad del genero. En efecto Virginia comenzo a elegir todo aquello que le parecia era del gusto de su madre, de Margarita y de su hijo, destinandolo todo para ellos, y nada para si, y diciendo siempre, *' esto es muy bueno para muebles, aquello " para el uso de Maria y de Domingo." Por manera que ya se habia empleado todo el ta- lego de pesos, y nada habia comprado de lo que PABLO Y VIRGINIA. Br que necesitaba para si,habiendo sido preciso sacar la parte que a ella le tocaba de los: rega- les distribuidos entre los de casa, Pablo penetrado de dolor al ver aquellos dones de la fortuna que le presagiaban la par- tida de Virginia, se presento de alii a pocos dias en mi casa, y me dixo con tono desmaya-- do y lastimero : "Mi hermana sin duda va a " partir, pues la veo hacer los preparativos *' pai-a el viage. Ruegoos paseis a nuestra " posesion, y empleeis todo el ascendiente " que teneis sobre el animo de su madre y de " la mia, para que no se vaya.'' Movido yo de las instancias del pobre muchacho, me preste al punto a sus deseos, aunque bien persuadido de que todas mis representaciones serian completamente inutiles y desaprobadas. Os confieso que si Virginia me habia en- caritado hasta entonces, con el vestido de co- ton azul de Bengala y el panuelo encarnado al rededor de la cabeza, me parecio mucho mas hechicera quando la vi engalanada al mo- do de las dam^as de este pais. Lleyaba un vestido de muselina blanca, forrado de tafetan color de rosa, y sus rubios cabellos trenzados en dos ordenes a la espidda, liacian la mas perfecta armonia con su virginal cabeza. Sus hermosos ojos azules rebosaban melancolia, y su corazon agitado de una pasion reprimida, comu- 88 PABLO Y VIRGINIA. comunicaba a su rostro un color animado, y a su voz dulces y penetrantes sonidos. Hasta el contraste de su vistosa gala, que ella llevaba contra todo su gusto, hacia tan interesante su languidcz y desmadejamiento, que nadie podia verla ni oirla sin que se sintiera entemecido y encantado. Acrecentose con esto la tristeza de Pablo ; y afligida cada vez mas Margarita de ver la si- tuacion de su hijo, determino, por liltimo remedio, descubrirle el secreto que hasta en- tonces le habia ocultado. Llamole, pues, a parte un dia, y le dixo : *' i A que fin, hijo nnio, alimentaite por mas '* tiempo de vanas espei^anzas, que no habien- " do de realizarse nunca, te seran despues *' tanto mas amargas ? Ya ha llegado el tiempo " de que te revele el arcano de tu vida y de la " mia. Virginia es parienta, por parte de ma- " dre, de una senora rica y de alto linage ; y " tii no eres mas que el hijo de una pobre al- "" deana, a quien el amor hizo cometer una " flaqueza, de que tu has sido triste fruto, " privandote mi culpa, \ fatal memoria ! de " tu familia patenia, y mi arrepentimiento de '' la materna. Ay infeliz ! por mi desventura '' y la tuya, no tienes mas parientes que yo en *' este mundo !" Y al Uegar aqui comenzo a derramar copiosas lagrimas. Pablo, PABLO Y VIRGINIA. §9 Pablo, abrazando estrechamente a su ma- dre, procumba consolaiia diciendole que no llorase, y que pues no tenia mas parientes que ella en este mundo, por lo mismo la amaria mucho mas en adelante. " Pero ! que secre- ** to, aiiadio, el que acabais de revelanne ! ** Ahora entiendo porque hace dos meses que ** Virginia anda huyendo de mi, y en dia esta " resuelta a dexarm€ ! Ah ! sin duda me des- " precia la ingrata !'' Llego entretanto la hora de cenar, y agita- dos todos de pasiones diferentes, comieron poco, y no hablaron palabra durante la cena. Virginia fue la primera que se levanto de la mesa, y se encamino a este mismo sitio en que estamos, donde se sento. Siguiola Pablo prontamente y fue a sentarse junto a ella, guar- dando uno y otro un profundo silencio por largo rato. Era esto en una de aquellas deliciosas nc- ches, tan comunes entre los tropicos, cuya belleza no es dado retratar ai pincel mas dies- tro y amaestrado. La luna parecia que ocu- paba el centro del firmamento, rodeada de nubes y celages que sus rayos iban disipando por grados, dexandose caer insensiblemente su luz sobre los picos de los monies de la isla, que brillaban con un verde plateado. Los vientos retenian su aliento ; y solamente se oian H 2 ea ■JO PABLO Y VIR(;iNIA. cn los bosques, en el hondo de los valles, y en bs puntas de los peiiascos, las piadas y el dul- ce murmullar de las a\'ecillas, que regocijadas con la claridad de la noche y la apacibilidad del ayre, se arrullaban en sus nidos 6 noctur- nas moradas. Todos, hasta los insectos, su- surraban debaxo de la yerba. Las estrellas centelleaban en el cielo y reverbemban en el hondo del mai% el qual reflexaba sus ima genes tremulantes. Recoma Vkginia con ojos distraidos todo el orizonte quando avisto, a la entrada del pueito, una luz, y una sombra, que eran el fanal y el casco del navio en que habia de em- barcarse para Europa, y que dispuesto a ha- cerse a la ^^ela se mantenia al ancla, hasta que cesaran las calmas. A vista de esto se le con- movieron las entranas, y volvio la cabeza a otro lado, porque no la viera Uorar Pablo. ,,, Madama de la Tour, Margarita y yo, nos habiamos sentado a pocos pasos de ellos, de~ baxo de los bananos ; y con el silencio de la noche, oimos tan claramente su conversacion, que desde entonces nunca la he olvidado. *' He oido, Vii'ginia," comenzo Pablo, *' que te vas dentro de tres dias ; I no temes •' exponerte a los riesgos de la mar.... de la " mar que tanto horror te causa V^ " Es PABLO Y VIKGINIA. 91 *' Es forzoso," respondio ella, *' que obe- *' dezca a mi madre, y ciimpla con lo que 'Me debo/' *' Pero I sera posible que nos dexes," re- plico Pablo, " por una parienta a quien no has ** visto jamas ?'* " Ay de mi !'' exclamo Virginia, " yo ** queria quedarme aqui toda mi vida, pero *' mi madre no lo ha tenido a bien, Por otra *' parte, mehadicho mi confesor, que es vo- "' luntad de Dios el que yo parta, y que la vida '' no es mas que una continua prueba.... Ah t *' sin duda que es una prueba muy dolo- " rosa !" '^Quel" repuso Pablo, " J hallas tantas ra- " zones para partir, y uinguna para quedarte ? *' Ah ! otra hay que me reservas : el atractivo ** de las riquezas es lo que te mueve. No " dudo que lograras en Francia un himeneo '^ correspondiente a tu nacimiento, y con to- " das las demas circunstancias que yo no pue- ** do ofrecerte; pero I adonde iras tu que seas " mas feliz ? i a que tierra aportarasque te sea *' mas amada que la en que has nacido ? i donde *' encontraras gentes mas amables que las que '* aqui te idolatran ? i como podras vivir sin las caricias de tu madre, a que estas tan acostumbmda ? i que sera de la pobre vieja, '* quando no te vea a su lado, ni en la mesa, ni PABLO Y VIRGINIA. ni en casa, ni en el paseo donde iba apoj^ada siempre a tu brazo ? I y que sera de la mia, que te ama tanto como ella ? l que les dire yo quando las vea llorar por tu ausencia ? Ah, cruel ! no quiero hablarte de mi : pero I que kn-e quando yo no te vea a la maiiana, ni a la noche en nuestra compania ? Ay, Virginia ! permiteme a lo m^nos partir con- tigo en el mismo navio, ya que buscas una nueva suerte en un pais extrangero para ti, y otros bienes que los que te produce mi tra-^ bajo. A lo menos te animare en las bor- rascas que temes tanto, y te consolai'e en medio de las desgracias ; y quando yo te vea en Francia servida y adorada de todo el mundo, te hare el ultimo sacrificio de mo- rir a tus plantas." Al llegcir aqui le embargaron la voz los sol- lozos, y de alii a poco oimos la de Virginia que le decia estas palabras, interrumpidas con suspires : !* Tii eres precisamente la causa de mi par- tida.... tu, a quien he visto diaiiamente en- corvado baxo del peso del trabajo para sustentar a dos familias enfermas y necesita- das. Si yo he abrazado esta ocasion de ser rica, no es sino para pag rte mil veces los beneficios que hemos recibido de tu mano : A que i hay f brtuna compimible a la de tu amistad ? PABLO Y VIRGINIA. 93 ** J A que vienes hablarme de tu nacimiento ? ** Ah ! ^* si me diesen a elegir un hermano, " elegiria otro que a ti ? i Ay, Pablo, Pablo I " cree a tu hermana que te habla con el cora- " zon en las manos, y te asegura que si parte, ** es precisamente por obedecer a su madre, y ** hacerte a ti feliz." ** Yo ire contigo, Virginia, ire contigo, y no " habra quien pueda separarme de ti," excla- mo entonces Pablo con gritos muy desafora- dos. Corrimos todos a el viendole como fue- ra de si, y madama de la Tour le dixo : *' ^ Que sera de nosotras, hijo mio, si tii " nos desamparas ?" Al oii'aquello, Pablo repitio, como horro- rizado, estas palabras : hijo mio !... hijo mio ! .,.. y volviendose repentinamente a madama de la Tour, le dixo : *', I Vos, madre mia, " siendo tan inhumana que separais al herma- *^ no de la hermana ? Los dos hemos mamado *' vuestra leche, nos hemos criado en vuestro " regazo, I y quereis ahom separarla de mi ? I quereis enviarla a ese pais barbaro, que OS ha negado un asilo en vuestros infortunios, y entre unos parientes que con " crueldad inaudita os han abandonado ? No : *' Virginia no saldia de aqui sin mi. i Quien *' me podra estorvar que yo la siga ? l Acaso " el gobernador ? pero no podra impedirme "el ii u 94 PABLO Y VIRGINIA. " el que me arroje al mar, y la siga a nado. Para mi no sera mas funesto el mar que la tierra. Que crueldad de madre ! el cielo permita que el oceano a que la exponeis.... Y sin acabar de proferir lo que habia co- menzado le tomo una especie de aiTebato: yo le cogi en mis brazos y le vi enteramente cnagenado de colera. Sus ojos arrojaban lla- mas,- y un sudor frio y niuy copioso coma por todo su rostro inflamado ; temblabanle las rodillas, y en su pecho abultado se le sentia latir el corazon con palpitaciones duplicadas. Asuslada Virginia con aquel espectaculo, le dixo : " O amado Pablo! yo te prometo *' por tus males y los mios, de no vivir sino '' para ti, si me quedo ; y si piuto, de volver ** algun dia para ser tuya. Sedme testigos to> " dos los que habeis dirigido los primeros pa- ** SOS de mi inflmcia, que disponeis de mi " vida, y veis mis lagrimas. Asf lo juro por ** el cielo que me oye, por ese mar que voy " a atravesar, por el ayre que respiro, y que *' nunca he manchado con la menor mentira." A la manera que el sol deshace y precipita una montaiia de nieve de la cumbre del Ape- nino, asi ni mas ni menos se disipo la furia de Pablo, inmediatamente que oyo la voz del objeto de su amor. Su cabeza antes erguida, se inclino sobre el pecho, y un torrente de lagrimas PABLO Y VIRGINIA. 95 lagrimas corria de sus ojos. Su madre mez- clando las suyas con las del hijo, le abrazaba tiernamente sin poder hablar ; y madama de la Tour, sin saber lo que le pasaba, me decia : " Ya no puedo sufrir mas.... el corazon se me *' parte de dolor.... este viage de mis pecados ** no se verificara ; vecino, procurad llevaros " a mi hijo.... ocho dias ha que nadie duerme ** en estacasa." Yo entonces le dixe a Pablo que se sose- gase, pues a la maiiana siguiente iriamos a ver al gobemador, y hariamos que Virginia se quedara: que dexase reposar a la familia, y fuese a pasar la noche a mi cabana, pues eran ya mas de las doce. Con lo qual se dexo lle- var sin la menor repugnancia, y despues de una noche muy agitada, se levantp al rayar el dia y se volvio a su cabana. Pero, i que necesidad hay de continuar por mas tiempo (me dixo al Uegar aqui el anciano) la relacion de este caso ? En la vida humana solo hay un lado agradable que conocer, pues el otro se presenta obscuro y tenebroso como la parte de la tierra que no esta iluminada por el sol durante la noche. Asi que, el curso rapido de nuestra vida no es mas que un dia, y una pai te de este dia esta envuelta para no- sotros en obscuridades. Os 96 PABLO Y VIRGINIA. Os suplico, buen amigo, le conteste, me continueis la relacion del caso que habeis em- pezado a contarme de una manera tan tiema e interesante. Las imagenes de la felicidad nos agradan, pero las de la desgracia nos instru- yen. Contadme, pues, el paradero del infelice Pablo. El primer objeto, continue el anciano, que se presento a los ojos de Pablo al volver de mi casa, fue la negra Maria, que estaba sobre un penasco mirando al mar alto : al punto que la descubrio, comenzo a gritai^le de lejos : ** Maria, Maria! donde esta Virginia ?" La pobre Maria volvio la cabeza acia su joven amo, y se puso a llorai\ Inmediata- mente que noto Pablo las lagrimas de Maria, volvio atras todo desaforado, y se encamino al puerto apresuradamente, donde le dixeron que Virginia se habia embarcado antes del alba, y no se divisaba ya la nave desde la ba- hia. Con tan inesperada noticia se volvio a la posesion, y la atraveso toda sin hablar a nadie. Aunque esta cordillera de riscos parece, de la parte de alia, que esta casi perpendicular, esas explanadas verdes que dividen su altura, son como otros tantos pisos 6 gradas por don- de se sube, a favor de algunas sendas fragosas, hasta el pie de aquel cono incliiiado e inac • cesible rABLO Y VIRGINIA. ^7 cesibk llamado el Police. En la basa de este cono 6 piramide, hay un llano cubierto de espesos arboles y tan elevado, que parcce co- mo un gran bosque suspendido en los ayres, y esta rodeado por todas partes de precipicios espantosos. Las nubes que la cima del Po- lice ati^ae continuamente al rededor de si, for- man alii muchos arroyos que se despenan a tal profundidad en el hondo del valle, situado a espaldas de esta montana, que no se percibe desde la eminencia el ruido que hacen al caer sus agiias. Desde este llano se descubre una gran parte de la isla con sus collados domina- dos de varios picachos, entre otros Piterboth y los Tres Pechos con todos sus boLques y valles, y enfrente el vasto oceano y la isla de Borbon, distante como quai'enta leguas al ocaso. Alii fue a donde Pablo dirigio los primeros pasos, desde cuya eminencia diviso en alta mar la nao conductor de Virginia, como un punto negro en medio del oceano. A si se estuvo la mayor parte del dia sin dexar de mi- rarla, figurandosele que la vela, aun quando habia desaparecido, hasta que habiendose ocultado del todo entre los vapores del ori- zonte, tomo el partido de sentarse en aquel sitio agreste y solitano, combatido siempre de los vientos, que agitan sin cesar las cimas de I las 98 t»ABLO Y VlRCilNIA. las palnieras y tacamacos, cuj;o susiirfo s6fdo, pero armonioso, se semeja al ruido de los or- g-anos tocados a lo lejos, e inspira una profun- da melancolia. Alii fue donde yo le halle con la cabeza reclinada en un penasco y los ojos clavados en la tierra, despues de haber andado buscandole desde la salida del sol. Al pririci- pio me costo mucho trabajo el persuadirle que tornara a su cabana ; pero al fin pude conse- guirlo a fuerza de instancias. Llegamos a la posesion de su madre, y lo priniero que hizo, al ver a madama de la Tour, fue quejarse muy amai'gamente de que ella le habia en- gaiiado. Madama de la Tour muy contristada, nos refirio entonces que habiendose levantado un viento favorable entre dos a tres de la manana, el gobernador de la isia, acompaiiado de va- rios oficiales, y del confesor de quien se hablo antes, habia ido a buscar a Virginia en litera ; y que, a pesar de sus lagiimas y razones y de las de Margarita, se habian Uevado a su hija mas muerta que viva, protestando el goberna- dor y los de su comitiva que aquello lo hacian por el bien de toda la familia. A lo menos, le contesto Pablo, estaria yo ahora mas tranquilo, si me hubiese despedido de ella. Yo le hubiera dicho : *' Virginia, si " en el tiempo que hemos vivido juntos, se me "ha PABLO Y VIRGINIA. 99 *' ha escapade alguna palabra que haya podido ** ofenderte, dime que me la perdonas antes ** de dexarme para siempre. Le hubiera di- " cho : Ya que estoy condenado a no volver ** a verte, a Dios, amada Virginia! a Dies! ** vive contenta y feliz lejos de mi !" Y como en esto viese que su madre y ma- dama de la Tour lloraban hilo a hilo : " Bus- ** cad ahora," les dixo, " otro que yo que en- ** xugue vuestras lagrimas ! " Y al mismo tiempo, prorrumpiendo en tristes lamentos, se ausento de su yista, y comenzo a vagar de una parte a otra por la posesion, recorrien- do todos los parages que habian sido mas que- ridos de Virginia, y diciendo a los corderos y cabritillos que le seguian balando *• '' Que ** quereis de mi ? ya no vereis mas conmigo a " la que os daba de comer en sus palmas !" Se encamino despues al sitio llamado el Re- creo de Virginia, y viendo a los paxaiitos que revoloteaban al rededor de el, les decia : " Po- " bres avecitas ! ya no vol vereis a poneros a *' las plantas de la que os echaba migas de pan " y granos de trigo, fJara que no os ialtase de "' comer." Y viendo a Leal que iba delante de el meneando la cola y olfateando por todas partes ; dio un suspii:o y dixo : " Ah! no te *' causes, pobre animalito, quey^ no volveras *' a encontrarla jamas." Po 100 PABLO Y VIRGINIA, Por ultimo, fue a sentarse en la pena don- dele habiahablado la noche preccdente'*, y a vista del mar, en que acababa de ver desapa- recer el navio conductor de la prenda de sus entraiias, lloro amargamente su desgracia. En este estado, temiendo nosotros alguna funesta resulta de la agitiicion de su alma, le seguiamos a todas partes sin perderle nimca de vista. Su madre y madama de la Tour se ^'alian de las expresiones mas tiernas y afec- tuosas, para que sudoior no degenerase en de- sesperacion ; y al fin logro esta ultiina tran- quilizarle un poco, dandole los nombres mas prcpios para animar sus esperanzas, llaman- dole a boca llena su hijo, su amado hijo, su yemo, para quien tenia destinada su hija. Por aquel medio logro madama de la Tour hacerle entrar en casa, y que tomase aJgim ali- miento. En efecto, se sento con nosotros a la mesa, inmediato al sitio que ociipaba antes la compaiiera de su ninez ; y como si todavia lo ocupara Virginia, le dirigia la palabra y le pre- sentaba los manjares que sabia le eran mas gratos ; pero inmediatamente que reconocia su ilusion, echaba a Uorai' muy desconsolado. En los dias siguientes andu\^o juntando todo lo que habia servido al uso particular de Vir- ginia, como los liltimos ramilletes de fiores que se puso, una taza de coco en que solia be- ber. PABLO V VIRGINIA, lot ber, y oti'os dixes a este tenor; y como bi^ aquellas reliquias de su amiga^ fuesen las al- hajas de mas precio de la tierra, las besaba y las metia en el seno. Finalmente, conocienda que su pena aumentaba la de su madi^e y de madama de la Tour, y que las necesidades de la familia pedian un trabajo continuado, se pu- so a ayudar a Domingo en los reparos y cul- tivodeljaixlin.. A poco tiempo, este jo ven indiferente hasta: entonces, como criollo, a todo lo que pasa en el mundo, me suplico le ensenase a leer y escribir, para poder coiTesponderse por escrito con Virginia ; y despues quiso instruirse en la geograf ia, pai'a formar una idea del pais adon- de iba a desembarcar ; y en la historia, para conocer las costumbres de la sociedad en que habia de vivir. Sin duda que el origen del maravilioso arte de leer y escribir, se? ha debido al afecto de dos amantes ausentes 6 imposibili- tados de comunicarse miituamente sus ideas^ por alguna diiicultad insuperable. El estudio de la geogiaf ia no agrado mu- cho a Pabio, porque en lugar de describir la naturaleza de cada pais, solo trata de explicar- nos sus partes y divisiones, segun su respectivo estado politico. L-a historia,. en especial la mcderna, tampoco le parecio mas litil;, no hallando en ella mas que desgracias generales, I 2. ype^ \0i PABLO V VIRGINIA. y periodicas, cuyas causas no llegaba a pene^ trar. Y asi, como no encontraba en su lec- tura mas que guerras sin motivo ni objeto, intxigas secretas, y naciones sin caracter, pre- feria a los libros liistoncos, los de novelas y aventuras ; porquetratando con particularidad de los sentimientos e intereses de los hombres, le ofrecian algunas veces lances y sitUciciones parecidas a la suya. For este motivo ningu;j libro le agradaba tanto como el Telemaco, por sus descripciones y pinturas de la vida cam- pestre, y de las pasiones hijas del corazon hu- mano. Muchas veces leia a su madre y i madama de la Tour, los pasages del Telemaco que le hacian mas impresion ; y entonces, agitado de dulces memorias, se le turbaba la voz y lloraba amargamente. Se le figuraba, que hallaba reunidas cn Virginia la dignidad y virtud de Antiope, con las desgracias y la ter- nura de Eucharis. Pero por otra parte, quedo enteramente es- candalizado, leyendo las novelas del dia, lle- nas de maximas perjudiciales y libertinas ; y quando supo que las tales novelas contenian una pintura iiel de los usos y costumbres de las naciones de Europa, temio, no sin alguna apariencia de razon, que el corazon de Virginia ^e corrompiei'a y olvidara su carino. En PABLO Y VIRGINIA. 10?. En efecto, se paso mas de ano y medio sin que m'adama de la Tour tuviese noticias de su tia ni de su hija, y solo por un medio extrafio se sabia que Virginia habia Uegado felizuiente a Fmiicia. Ultimamente, por una embarca- cipn que pasaba a las Indias, recibio una car- tj^ escrita de propio puno de Virginia, por la qual conocio desde luego que vivia infeliz, sin embargo de la circunspeccion y disimulo con que su amable e indulgente hija se explicaba en ella. Tengo tan presentes casi todas las palabras de esta carta, por lo bien que pintaba en ella su situacion y cai'acter, que voy a re- ferirosila al pie de la letra. ^' Mi mas querida y estimada mama, fi *^ Despues de mi llegada os escribi varias cartas de mi puno, y como a ninguna me " habeis contestado, me temo no hayan llega- ** do a vuestras manos. Con la presente ten- " go mejores esperanzas, en virtud de las ** precauciones que he tornado para daros no- ^' ticia de mi persona, y recibirla igualmente •" dela vuestra. " i Quantas lagrimas he deiTamado, amada " madre mia, despues de vuestra separacion, '^yo que apenas habia Uorado sino por los *' males 104 PABLO Y VIRGINtA- *' males de oti'os ! Mi tia se quedo niuy ad mirada a mi llegadayquando preguntandomc las habilidades que tenia, le respond! que no sabia leer ni escribir : y replicandome " ella, que era lo que habia aprendido en este ** mundo ? le conteste que solo sabia gobernar ** una casa, y hacer vuestra voluntad : a lo que '* me dixo, que me habian dado una educacion " de criada. *' Al dia siguiente de mi llegada, me puso ** en un gran colegio cerca de Paris, donde ** tengo maestros de todas clases, que me en- '^ seiian^ entre otras cosas, la historia, la ge- " ograf ia, la gramatica, las matematicas y a '* montar a caballo ; pero tengo tan poca dis~ " posicion para todas estas ciencias. que no '* me prometo hacer progresos con estos ca- *' balleros. Conozco que soy una pobre mu- " ger de cortisimos alcances, como elios sueleil *' decir ; sin embargo de esto, mi tia no lo *' Ueva a mal, antes bien me asiste con todo " lo necesario, enviandome trages diferentes ** para cada estacion, y manteniendo dos don- *' cellas destinadas a servirme, que estan tan ** bien vestidas como las seiioras de mas alto '^ copete. Me ha hecho tomar el titulo de *' condesa, y dexar el apeilido de La Tour,. *' para mi de tanto aprecio como para vos, por ** h rehcion que me habeis hecho de los dis- *' gustos PABLO Y VIRGINIA. 105 ** gustos que mi difunto padre sufri6 por ca- " sarse ecu vos ; y en lugar de aquei apellido, ** me ha mandado usar del de vuestra familia, " que tambien aprecio mucho, por ser el que " vos usabais quando soltera. Viendome en ** una situacion tan brillante, le he supiicado " varias veces que os envie algun socono ; " mas, i como hare yo pcira significaros su " respuesta ? Pero vos me habeis encargado ** q!ie OS diga siempre la veidad : me respon- *' dio, que un socoito moderado, para nada ** OS alcanzaria, y que uno grande no haria " mas q'le serviros de estorvo en el estado sen- ** cillo de vida que habeis elegido. ** Bien procure al principio daros noticia de " mi persona, valiendome de agena mano para " escribiros ; pero como no tenia aqui sugeto " de quien poder fiarme^ me he aplicado noche ** ydia a aprender a leer y escribir; y Dios " ha querido hacerme la gracia de conseguirlo ^* en cortisimo tiempo. Mis primeras cartas " se las confie a las criadas que me asisten, " para que os las dirigieran, y tengo sobrados *' fundamentos para sospechar que se las han " remitido a mi tia. Esta vez me he valido ** de una colegiala, aniiga mia, y os suplico *' me respondais, dirigiendo a ella la carta, baxo del adjunto sobrescrito; pues mi tia ** me ha prohibido toda correspondencia fuera ^*de (( 106 PABLO Y VIRGINIA. *' de casa, con el pretexto de que esto perjudi- " caria, segun ella dice, a ios altos peiisamien- *' tos que tiene acerca de mi. No ten go mas *^ visita que la suya y la de un caballero an- *' ciano, amigo de la tia, el qual, segun ella '* se explica, me profesa mucha aficion ; pero, ** a decir la verdad, yo no le profeso a el ** ninguna, aun quando yofuese capaz de te- ** nerla a alguno. " Aunque vivo en medio de la opulencia, " no puedo disponer de un maravedi. Dicen ** que el tener yo a mi disposicion oro y plata, ** me podria acarrear graves conseqliencias ; y *' asi en el centro de las rique?as, estoy mu- " cho mas pobre, que quando vivia en vues- " tra compafiia, porque nada tengo parapoder ** dar a otros. Mis mismos vestidos son mas " de mis doncellas, que mios, pues se Ios dis- '' putan antes que yo Ios dexe. Luego que vi " que las grandes liabilidades que me ensena- ** ban, no me proporcionaban la satisfaccion de " hacer el menor bien, me aplique a la ** aguja, cuyo uso me habeis enseiiado por " dicha mia. '* Ahi OS envio varios pares de medias he- *' chas por mi mano, para vos y para mama *' Margarita, un goiTO para Domingo, y uno *' de mis panuelos encarnados para Maria ; y en el mismo paquete van algunas semillas ype- I^AlLO Y VIRGINIA. 167 '**y p^pitas de las frittas de mis colaciones, con " la simiente de toda suerte de ai boles, que en " mis rates de recreacion he podido reccger en ** el jardin y bosque de este colegio : y al mis- ** mo tiempo, la grana de violetas, margaritas, '* azucenas, coquilicos y escabiosas, que he '* cogido en los campos. En los prados de ** esta tierra hay flores mas bellas que en los *' nuestros, pero aqui no se hace nir.gun apre- ** cio de elJas. " Estcy segura de que asi vos, c6mo ma- *^ ma Mcu'garita, recibireis mas gusto con ese " saquito de simientes, que con aquel grande *' de pesos, que ha side k ct usa de nuestra se- ** paracion y de mis lagrimas. Sera para mi " de la mayor satisikccion, el que tengais ma- " ficUia u otro dia la complacencia de ver a los *' manzanos, crecer al lado de los bananos, y " a las hayas eiitretexer sus ramas con las de *' los cocoteros. Asi os parecera que estais ** en la Normandia, que tanto amais. ** Me encargasteis al partir os escribiera mis " satisfacciones y mis pesares. Para mi no " puede haber satisfaccion ni contento, ausen- ** te de vos ; y por lo que toca a mis penas, ** procuro dulcificarlas acordandome que es- *' toy donde vos me habeis puesto por disposi- *' cion de la providencia. Pero lo que aqui ^' mas me atormenta es que no oygo hablar de JOS PABLO Y VIRGINIA. ** devos, ni puedo hablar con nadie de costi '* vuestra ; porqiie quando procuro sacar la •* conversacion sobre unos objetos que me ** son tan preciosos, me dicen mis doncellas, ** 6 por mejor decir, las de mi tia, pues son ^* mas snyas, que mias: Senorita, acordaos ** dc que sois fi'ancesa, y que debeis olvidar ei **paisde los salvages. Ah! antes me olvi- ** dale de mi misma, que olvidar la tierra en " que naci, y donde vos vivis! Este si que ^' es verdaderamente para mi pais de salvages, *' porque vivo tan sola, que ni aun tengo una *' persona a quien poder manifestar el amor ** que invaiiablemente os conservara hasta *' la sepultura, mi mas querida y adorada ** mama. a Vuestra mas sumisa y amante hija, Virginia de la Tour. P. D. " Recomiendo a la bondad de vues- *' tro corazon a Maria y Domingo, que se " han esmerado tanto en cuidar de mi niiiez ; ^' y haced por mi quatro caricias a Leal, que ^' me encontro en el bosque.'* Quedo Pablo muy admirado de ver que Viigniia, acoixlandose hasta del perro, no hiciese PABLO y VIRGINIA. 109 hiciese mencion de el en toda la carta ; pe~ ro sin duda no sabia que por kirga que sea ^a carta de una muger, -jamas pone la cosa que mas ticne en ia idea sino al fin. En efecto, despues de la primera post-data, hablaba a pai'- te de Pablo, y le recomendaba particularmente las semillas de la escabiosa y de la violeta, ex- plicandole sus propiedades, y donde debian sembrarse. Acerca de lo qual hacia unas comparaciones muy analogas a la situacion de entrambos, con respeto a los caracteres y propiedades de estas dos plantas. Queria que sembrase la violeta en los bordes de la fuente, al pie de su cocotero, porque requiere hume- dad ; y la escabiosa, que crece siempre ert pai'ages asperos y combatidos de los vientos, en la peiia donde se habian hablado la ultima vez ; mandandole, que en memoria suya le pusiese el nombre de Penasco de la Despe- dida. La carta de esta sensible y virtuosajoven, hizo derramar muchas lagrimas a toda la fami- lia. Su madre le respondio en nombre de to- dos, que permaneciera en Francia, 6 volviera a esta isla, a su arbitrio, asegurandole que to= dos habian perdido la mejor parte de su felici- dad con su partida, y que ella particularmente cstaba inconsolable. K Pablo no PABLO Y VIRGINIA. Pablo le escribio una carta miiy laiga, en que le prometia hacer todo lo que le prevenia ; y al mismo tiempo le enviaba cocos de su fuente, bien sazonados y maduros. Le ofre- cia hermosear el jardin, y entreverar las plan- tas de la Europa con las del Africa, '* agregan- *' doles, decia el, alguna otra semilla de esta ** isla, para que el deseo de volver a ver sus ** frutos, te estimule a dar prontamente la *' vuelta." Finalmente, concluia la carta su- plicandole condescendiese quanto antes con los ardientes deseos de su faniilia, y los suyos en particular, pues el no podiia tener en ade- lante ningun gusto ausente de su vista. Sembro Pablo con el mayor esmero las si- mientes europeas, y particularmente las de la escabiosa y violeta, cuyas fiores parecian tener alguna analogia con el caracter y situacion de Virginia ; pero fuese que se desvirtuasen en la travesia de Europa a aqui, 6 mas bien que el clima de esta parte del Africa no fuese favora- ble a su vegetacion, salieron muy pocas, y aun estas no llegaron a punto de madurez. En este mismo tiempo, la envidia, (la qual hasta se anticipa a las dichas de los hombres, sobre todo en las colonias francesas} difundio en la isla ciertos rumores que daban mucha in- quietud a Pablo. La tripulacion del buque que traxo la carta de Virginia, aseguraba que quedaba PABLO Y VIRGINIA. Ill quedaba para casarse, y aun nombraban al se- fior de la corte que habia de ser sii esposo ; propasaadose algunos a decir, que la cosa era ya hecha, y que ellos mismos habian asistido al desposorio. Pablo desprecio al principio las iioticias traidas por una embareacion de comercio, que regularmente las esparce falsas en todos los lu = gares de sutransito; pero como muchos co- lonos de la isla se apresurasen a lamentcirse de semejante caso, por una compasioa mal enten- dida, comenzo a dar algun credito a la espe- cie. Por otro lado, como en algunas de las novelas que habia leido, veia la tmycion tra- tada de juguete y pasatiempo ; y sabiendo que en semejantes libros se pintan fielmente las costumbres europeas, temio que la hija de madama de la Tour, pervertida en Francia con el exemplo, olvidase sus promesas antiguasc Las ideas que habia adquirido, le hacian ya infeliz. Pero lo que acrecento en extremo sus te^ mores, fue que de quantas embarcaciones llegaron a este puerto en el discurso de seis meses, ninguna traxese noticia de Virginia. En tan dolorosa situacion, el infeliz Pablo, entregado a las agitaciones de su corazon, iba a verme a menudo para confirmar 6 desechar sus 112 PABLO Y VIRGINIA. sus recelos, por la expcriencia que tengo del mundo. Yo vivo, como os he dicho, Icgua y media de aqui, a las orilias de un riachuelo, que cor- re a la falda de la Montaiia-Larga, dcnde paso mi vida, solo, sin muger, sin hijos y sin esclavos. Despues de la rai'a felicidad de encontrar una companera que sea bien acomodada al ge-^ nio propio, el estado menos desgi aciado de la vida, es, en mi opinion, el de vivir solo. To- do hombre que ha tenido muchos motivos para quejarse de las injusticias de los otros hombres, busca la soledad ; y es cosa miiy digna de notarse, que las naciones desgiaciadas por sus opinlones, por sus costumbres, 6 por sus leyes, han producido clases numerosas de ciudadanos absolutamente consagrados a la so- ledad y al celibato, como en otro tiempo. los Egipcios en su decadencia, los Griegos del baxo Imperio, y en nuestros dias los Indios, los Chinos, los Griegos modernos, y la ma- 3^or parte de los pueblos orientales. La sole- dad restituye al hombre a la felicidad natural, alejandole de los males de la sociedad. En medio de tantos eiTores y preocupaciones, co- mo dividen a los mortales, el alma esta en perpetua agitacion, volviendo y revolviendo continuamente dcntro dc j»i misma mil opi- niones PABLO Y VIRGINIA. 11$ niones tuiiDulentas y contradictorias, con que procuran sojuzgarse unos a otros los miem- bros de una sociedad ambiciosa y miserable- Pero en la soledad se desnuda de estas ilusiones extranas que la pertui'ban, y vuelve a adqui- rk el sentimiento intimo de si niisnia, de la naturaleza y de su autor : bien asi como el agua cenagosa de un torrente que inunda los campos, derramandose en alguna hoya apai'- tada de su cm^so, depone alii en el fondo sus impurezas, recupera su primera claridad, y volviendose transparente, reflexa sus propias margenes, el verdoivde los^ campos y la luz. de los cielos. Ademas la soledad restablece la harmonia del cuerpo, igualmente que la del alma. En- tre los solitaiios de todos tiempos se encuen- tran liombres de edad muy avaiizada, por ex- emplo, los Bracmanes de la India. En suma, . yo la considero tan necesaria para la felicidad, aun en medio del mundo, que me parece im- posible lograr en el ningun placer durable, de qualquiera clase que sea, ni que el hombre arregle su conducta, conforme a algun princi- pio estable, si no se forma dentro de si mismo : un retiro, del qual no saiga sino muy rara vez su opinion, y donde la de otro tenga muy po- ca entrada. K 2. No'i 114 PABLO Y VIRGINIA. No quiero clecir con esto que el hombre ha- ya de vivir absoliitamente aislado y solo : esta imido con todo el genero humano por sus ne- cesidades, y por consiguente debe sus trabajos a los hombres, y se debe tambien el mismo a lo restante de la naturaleza. Quiero dar a en- tender unicamente, que habiendonos dado Dios a cada uno, organos perfectamente pro- porcionados a los elementos del globo que ha- bitamos, pies para la tierra, pulmones para el ayre y ojos para la luz, (sin que podamos no- sotros invertir el uso de estos sentidos) se ha reservado para si solo, como autor de la vida, el corazon, que es el principal organo de ella. Paso, pues, mis dias lejos de los hombres, a los quales he querido servir, y me han per- seguido. Despues de haber corrido una gran parte de la Europa, y algunas provincias del Africa y America, me he fixado en esta isla poco habitada, seducido de la benignidad del clima y de sus soledades.. Una cabana que yo mismo he levantado al pie de un arbol, un huertecito desmontado y cultivado por mis manos, y un rio que pasa por debnte de mi pueita, es todo lo que me basta para mis pla- ceres y mis necesidades. Agi'egase a estas satisfacciones la de tener alguuos buenos libros que me cnsenan a ser cada PABLO ¥ VIE GIN I A, liSi cada dia mejor,, haciendo por otra parte con- tribuir a mi felicidad el mundo mismo que he dexado, con las pinturas que me presentan de las pasiones que tiranizan miserablemente a sus habitantes ; y por el cotejo que hago de su suerte con la mia, me proporcionan el deleyte de gozar de una felicidad negativa. Como un hombre que se ha salvado en un peiiasco de los peligros de un naufragio, contemplo desde mi soledad las borrascas que braman en lo res- tante de la tierra ; y aun se aumenta mi sere- nidad en razon de la distancia de sus bramidos, Desde que no trato a los hombres, ni sus in- tereses se cruzan con los mios, los compadez- CO, en lugar de aborrecerlos ; y si encuentro a algun desgraciado, procuro ayudarle con mis consejos, bien como aquel que pasando por las orillas de un rio, y viendo ahogarse en el a otro- infeliz, le tiende la mano para que se salve. Pero yo no he encontrado sino a la inocen- ciaatentaa mi voz. En valde llama la natu- raleza a todos los hombres a la inocencia : ca- da uno se forma una imagen de ella,y la reviste con sus propias pasiones : persigue toda la vida a esta fantasmade su imaginacion que le extra- via, y se complace despues en el cielo de las jlusiones que el mismo se ha forjado. Entre un numcr.o considerable de desgraciados a quienes 116 PABLO Y VIRGINIA. quienes algunas veces he intentado rediicir al camiiio de la naturaleza, ni imo solo he encou- trndo que no estuviera embriagado con sus propias iniserias. M€ escuchaban al principio con atencion, esperando sin duda que mis lec- ciones les ayudarian a adquii ir gloria 6 riqiie- zas ; pero viendo que mi linico fin era ense- iiai'les a saber pasar sin estas dos cosas, me tenian a mi mismo por un miserable, porque no corria en pos de sus dichas cuitidas : vitu- peraban mi vida solitaria : pretendian persua- dirme que solo ellos eran utiles a los hombres, y se afanaban por arrastraiine al torbellino de sus proyectos vanos. Pero, aunque me comunico a todo el mun- do, no me entrego a nadie, porque me basta la propia experiencia para servinne de leccion en el estado en que me hallo. Repaso en la tranquilidad presente las agitaciones pasadas de mi propia vida, a que he dado tanta estima, las protecciones, la fortuna, la reputacion, los placeres y las opiniones que se hacen la guerra por toda la tierra. Comparo tantos hombres como he visto disputarse con furor estas qui- meras, que ya no existen, a las olas de mi rio que se estrellan espumando conti'a las pefias de su canal, y desaparecen para no volver jii- mas. Por lo que a mi toca, me dexo Ilevar mansaniente de la corriente del rio del tiempo, acia. PABLO Y VmOlNlA. 117 acia el oceano de la eterjiidad que no conoce playas ; y con el espectaculo de las harmonias actuales de la naturaleza, me elevo a su autor, y espero mas venturosa suerte en la vida per* durable que nos aguai'da. Auiique desde mi cabana, situada en el cen- tro de un bosque, no se descubre tanta multi- tud de objetos como nos proporciona ver la elevacion del sitio donde nos hallamos, hay sin embargo situaciones deliciosas, particular- mente para el hombre, que como yo, prefiere reconcentrarse en si mismo, a disiparse acia fuera. El rio que corre por delante de mi puerta pasa en linea recta por medio del bos- que, y presenta a la vista un largo canal som- breado de arboles de toda suerte de hojas. Alii hay tacamacos, olivos, ebanos, manzanos silvestres y arboles de la caneia ; sotos de pal- meras elevan aca y alia sus troncos pelados, y de mas de cien pies de elevacion, que rematan en un ramillete de palmas, y figuran, por enci- ma de los otros arboles, como una floresta plantada sobre otra floresta. A esto se juntan las lianas 6 enredaderas de diferentes generos de foliage, que enlazandose de un arbol en otro, forman aqui galerias de fiores, y mas al- ia largos cortinages de verdor. Es tal la fra- grancia que sale de la mayor parte de estos arboles, y tan pegajoso el olor aromatico que exhalan, 118 PABLO Y VIRGINIA. exhalan, que el honibre que atraviesa la fiores- ta, despide de si un perfume agradable, algu- nas horas despues de haber salido de ella. En la estacion en que se visten de flor, diriais que estaban medio cubieitos de nieve. Al fin del cstio, varies especies de paxaros extrangeros vienen, por un instinto incomprehensible, de regiones desconocidiis de la otra parte de los vastos mares, a recoger las simientes de los vegetales de esta isla, y oponen el brillo de sus colores, al verdor de los arboles, que comien- za a pardear con la fuerza del sol. De este genero son, entre otros, varias especies de pa- pagayos y las palomas azules, Uamadas aqui palomas olandesas. Los monos habitadores domiciliados de estas florestas, triscan y ju- giietean en sus sombrias ramas, de las quiiles solo se distinguen por su piel verde-gris y su cara enteramente negra : unos se suspenden de ellas por la cola, y se columpian en el ayre ; otros brincan de rama en rama con sus hijitos en los brazos. La escopeta matadora nunca ha amedrenta- do con su estruendo a estos apacibles hijos de la naturaleza ; ni se oyen mas que chill idos de alegria, trinos y gorgeos desconocidos de algu- nos paxai'os de las tierras ausu'ales, que repi- ten a lo lejos los ecos de estos bosques. LI rio que corre borbotando sobre una madre de roca. PABLO Y VIRGINIA. U9 roca, por media de los arboles, reflexa aca y alia en las cristalinas aguas sus venerables ma- sas de verdor, y sombra, igualmente que los retozosy juguetes de sus dichosos moradores ; y precipitandose a mil pasos de alii, por las diferentes alturas de un penasco, forma ima cascada 6 tabla de agua tersa como el cristal que se divide al caer en cuajarones de espuma. Mil ruidos confusos salen de estas aguas tu- multuosas, que dispersados por los vientos en la floresta, ora se alejan, ora se acercan todos a un tiempo y aturden los oidos, como el so- nido de las campanas de una catedral. El ayre continuamente renovado con el movimi- ento de las aguas, conserva en las orillas de este rio, a pesar de los ardores del estio, una frondosidad y frescura que rara vez se encuen- tra en esta isla, aun en la cumbre de las mon- tanas. A cierta distancia de alli, hay una roca bas- tante distante de la cascada para que el ruido de sus aguas no aturda los oidos, y bastante inmediiita para deleytarse con su vista, con su frescura y su murmuUo. A la sombra de este penasco soliamos ir a comer alguna vez, en tiempo de los calores excesivos^ madama de la Tour, Maigarita, Virginia, Pablo y yo ; y como Virginia dirigia siempre sus acciones, aun las mas comunes, al bien de otro, jamas comia 120 J*ABtO Y VIRCI^*IA. comia una fruta en el carnpo, que no sembram en la tierra su huicso 6 su pepita, diciendo : " De aqui naceran arboles que dai^an sus fru- *^ tas a algun caminante, 6 a lo n^enos .a un ** paxarito." Un dia, pues, que comio una papaya al pie deaquella roca, enterro, segun costumbre, sus pepitas, de las quales salieron de alii a poco muchos papaj'OS, entre ellos una henibra, que son las que He van fruto. La altxira de este ar- bol no excedia de la rodilla de Virginia, quando se verifico su partida; mas come crece mucho en corto tiempo, tenia ya veinte pies de alto al cabo de dos arios, y su tronco estaba coronado en la parte superior con varios ordenes de pa- payas, perfectamente sazonadas. Acercose Pablo un dia por casualidad a aquel sitio, y se lleno de gozo al ver un arbol tan crecido, producido por una pepita que el habia visto sembrar a Virginia ; y al mismo tiemiX) le en- tro una tristeza profunda con este testimonio de su larga ausencia. Los objetos que yemos habitualmente no nos dan lugar a medir la rapidez de nuestra vi- Te de nobleza y tran- quilidad, como diciendonos, a Dios para siempre. Todos los maiineros se habian echa- do al agiia, menos uno que se conocia inten- taba persLiadirla a que se desnudiua y salvam la vida por este medio, arrojandose con el al mar ; mas ella resistiendolo con dignidad, le- vanto los ojos al cielo y buy 6 de alii. Grita- ron entonces todos los concurrentes : " salva- *Ma, salvala; no la desampares!" Pero en aquel mismo instante, una montaiia de agiia se introduxo entre la isleta del Ambar y lacos- ta, y se abalanzo bramando acia el navio, al qual amenazaba con sus ilancos negros, y su5 cimas espumosas y encrespadas, A tan terrible aspecto, el marinero se aiTojo solo al mar; y Virginia, viendo la muerte inevitable, se ciiio €on una mano los zagalejos, puso la oti'a sobre el corazon, y levantando al cielo sus ojos sere- nes, se mostro como un angel que remonta su vuelo acia el empireo. O dia espantoso ! ay de mi ! todo me su-. mergido. La ola hizo retirar muy tierra aden- tro a una parte de los espectadores, que por un sentimiento de humanidad se habian acercado a socorrer a Virginia, igualmente que al mari- nero que la quiso salvar a nadOo Aquel horn- brecaritativo, viendose libertado de una muer- N 2 t^ 150 PABLO Y VIRGINIA. tc casi cierti, sc arrodillo en la arena, y cxcla- mo : " O Dios mio ! vos me habeis salvado ** la vida ; pero la hubiem dado muy contento '* por esta modesta y vii tuosa doncella que ja- ** mas ha querido desniidarse como yo." Domingo y yo reliramos de las aguas al des- graciado Pablo, privado de sentido, y anojan- do sangre por boca y oidos. El gobernadoi' mando entregarle a los cirujaiios ; y entretanto nos piisimos a buscar por toda la playa el cuer- po de Virginia. Pero cambiandose repenti- namente el viento, como sucede de ordinario en los huracanes, tuvimos el dolor de crcer que ni aun podriamos tributai^ a esta malograda j6- ven los dltimos honores de la sepultura. Con esta zozobm nos alejamos de aquel sitio llenos de la mayor consternacion y pena, no solo no- sotros, sino todos los que fueron testigos de un naufragio tan lastimoso, en que perecieron muchas personas, y particulaiTnente-una mu- chacha como Virginia, digna de mejor suerte por sus virtudes. Pero los decretos ocultos de la Providencia son siempre adorables para el hombre religioso. En este intermedio fuimos a ver a Pablo que ya empezaba a recobrar el uso de los sen- tidos en una habitacion inmediata, donde le depositaron mientras volvia en si, y se ponia en estado de ser conducido a la de su madre. Pero PABLO Y VIRGINIA. 151 Pero yo tuve que volverme desde alii con Do- mingo, a fin de preparar a la madre de Vir- ginia y a su amiga, a recibir la primera noticia de un fracaso tan inesperado como infausto. Quando llegamos a la entrada del valle del rio de los Lataneros, nos dixeron iinos negi'os que el mar arrojaba muchos despojos del San Gerando en la playa de enfrente. Baxamos al instante a ella, y uno de los primeros objetos que descubri en la ribera, fue el cuerpo de Virginia, medio enterrado en la arena, y en la misma actitud en que acababamos de verla perecer. Sus facciones no estaban sensible- mente alteradas: los ojos los tenia cerrados, aunque resaltaba todavia en su freiite la se- renidad, y solamente se veian confundidas en sus mexillas las palidas violetas de la miierte, con las rosas del pudor. Tenia una mano sobre su ropa y la otra sobre el corazon ; pero tan fuertcmente apret^idos los dedos, que me costo mucho trabajo quitarle una caxita que tenia en ella. Mas i qual fue mi soipresa quando vi que era el retrato de Pablo, a quien liabia prometido no desprenderse de el hasta la muerte ! Con este ultimo testimonio de la constancia y amor de la infeliz Virginia, llore amargamente ; y Do- mingo golpeandose el pecho, penetraba el ayre con dolorosos ayres. Llevamos el cadaver a una. U>2 PABLO Y V TUG INI A. una choza de Pescadores, y se le dimos a guar- dar entretanto a iinas pobres mugeres de la costa de Malabai', que cuidaron de lavarlc, Mientras ellas se ocupabmi en tan triste mi- nisterio,. subimos nosotros temblando a la ca- bana de madama de la Tour, a quien encon^ tramos rezando con Margarita, y esperando noticias del San Gerando. Luego, que me avisto madama de la Tour, exclamo : " i Don- *'' de csta mi hija, la hija querida de mis en- " traiias ? J donde esta mi Virginia ?" Y no pudiendo dudar de su desgracia, por mi silen> cio y mis lagrimas, le asalto repentinamente una mortal congoja, que embargandole la voz^. no le permitia mas que sollozar. Margarita, exclamo al mismo tiempo : " i Donde esta mi " hijo ? yo no veo a mi hijo P' y en esto se acor.gojo. Corrimos a socorrerla, y habiendo contribuido por nuestra parte a que volviera en si, le asegure que Pablo vivia, y quedaba al cuidado del gobemador ; con cuya noticia recupero sus sentidos, y solo se ocupo en la asistencia de su amiga, a quienasaltaban kirgas congojas. Por fin, madama de la Tour paso toda la noche en aquellas crueles agonias, que por su mucha duracion me acabaron de con- firmar que no hay dolor igual al dolor mater- ^ no. Quando recobraba el conocimiento, fixa- ba sus ojos turbios y desconsolados en el cielo^ PABLO Y VIRGIKIA. ISJ y por mas que su amiga y yo la apretaba- mos las manos entre las nuestras^ dandole los nombres mas cariiiosos y tienios, se mostraba insensible a estos testimonios de nuestra anti- gua amistad, y solo saliaii de su pecho oprimi- do sordos gemidos. Por la manana fue conducido Pciblo a la ha- bitacion de su madre, recuperados ya sus sen- tidos^ aunque sin poder proferir una pcilabra. La piimera vista con su madre y madama de la Tour, que tanto temia yo al princlpio, pro- duxo mejor efecto que todas las precauciones tomadas por mi hasta entonces. Un rayo de consuelo se dexo ver en los semblantes de aquellas infeiices madres, las quales arriman- dose a el, le besaron y dieron muchos abra- zos, comenzando a correr abundaiitemente sus lagrimas, que el exceso del dolor habia tenido embai'gadas hasta aquel momento. No. tiu^do Pablo en mezclar las suyas con las de el- las ; y habiendose desahogado asi la naturale- za en aquellas tres victimas de la desgi'^icia, uii largo sopor se sucedio al estado conv^ulsivo de su pena, que les proporciono una especie de reposo letargico, semejante, en cierto modo, al de la muerte. Mr. de la Bourdonais me envio a decir re- ser\'adamente, que el cuerpo de \'irginia ha- bia sido conducido por orden suya a Puerto- Luis, Ui PABLO Y VIRGINIA. Luis, dcsde donde pensaba trasladarlo a la iglesia de las Pamplemusas. Baxe al instante al Puerto, donde halle congregados colonos de todos los puntos de la isla para asistir al entier- ro, como si todo el pais hubiera perdido la prenda de mas subido precio. Las naves de la bahia con las vergas cruzadas, y los pavel- lones tremolantes disparaban caiionazos de tiempo en tiempo ; los gramideros abrian el camino del acompanamiento lugubre con los fusiles a la funerala ; sus tambores cubiertos de arriba abaxo de crespon negro sonaban sor- da y melancolicamente, y se veia retratada la imagen de la tristeza en los semblantes de aquellos gueireros, que taritas veces habian arrostrado la muerte en la pelea, sin inmutar- seles el color. Ocho doncellas de las mas principales de la isla, vestidas de bianco y con palmas en las manos, Uevaban el cuerpo de su virtuosa companera cubierto de flores. Se- guialas un coro de ninos que entonaban him- nos y canticos de alabanzas ; y en pos de ellos iban las gentes mas distinguidas de la isla, y el estado mayor de la plaza, presidido por el go- bernador, que cerraba el acompanamiento, y una infniidad de personas del pueblo. Esto fue lo que el gobernador dispuso para tributar los debidos hcnores a la virtud de Virginia ; pero quando llegaron con el cuerpo al PABLO Y VIRGINIA. 155 al pie de esta montana y a la vista de estas ca- banas (que tanlo tiempo habia becho felices €on su presencia, y ahora de^pues de su miierte causan mi mayor tormento), toda la pompa fiijiebre se desordeno : los himnos y canticos cesaron repenlinamente, ynose oia mc.s que los gritos y lamentos de todos los concurrentes. Las madi'es pedian a Dios una hija como ella : las hijas una modestia y obediencia igual a la suya : los pobres una amiga tan tierna ; los esclavos una ama,tan bondadosa y benefica : finalmente todos, todos, jovenes y ancianos padres e hijos, ricos y pobres, grandes y pe- queiios, lloraban sobre su feretro la suerte de Virginia. ' Quando llego al lugai* de su sepultura, las Negras de Madagascar y las Cafres de Mo- zambique, presentaron en su entierro canas- tillos de frutas, y colgaron de los arboles cer- canos, telas y estofas de diferentes generos, segun la costumbre de su pais ; y las Indias de Bengala y de la costa de Malabai% llevaron jaulas con muchos y diversos paxarillos, a los quales dieron libeitad sobre la misma tumba de Virginia. 1 Quan cierto es que tcdas las naciones se interesan en rendir homenage a la virtud desgraciada, reuniendose de comun acuerdo al rededor de su sepulcro ! Fue i5C PABLO Y VInGI^'IA. Fue cnterrada cerca de la iglesia de las Pam- plemusas, al pie de iin grupo de bambiies, donde giistaba descansar, scntada al lado de aquel que ella llamaba hermano, quando iba a misa con su madre y Margarita. Acabada la pompa fiinebre, Mr. de la Bour- donais siibio a estas cabanas, acompaiiado de una parte de su numerosa comiti^ a, y ofrecio a madama de la Tour y a su amiga todos los auxilios que estuviesen de su parte, expre- sanddes en breves, pero energicas palabras, ia indignacion que le habia causado el proce- "der de su inhumana tia, Despues se dirigio a Pablo, y le dixo quanto juzgo mas oportuno 4)ara consolarle en tan lastimosa situacion. Y animandole a que se embarcara quanto antes para Francia, donde le prometia toda su protec- cion en la corte, y cuidar entretanto de su ma- dre, como de la suya misma, le alargo le mano de amigo ; mas Pablo i^tiro la suya, y volvio la cara a otro lado por no mirarle. Yo, pues, en semejantes circunstancias de- termine quedaiine parahacer compafiia a mis desgraciadas amigas, y darles, igualmente que a Pablo, todos los consuelos que me fueseii posibles. Pasadas tres semanas se hallo Pablo en estado de poder andar ; pero parecia que se aumentaba su tristeza a medida de que su cueiTp® PABLO Y VIRGINIA. 157 cuerpo iba adquiriendo vigor. Mostrabase insensible a todo ; sus ojos estaban amorti- guados, y no respondia a nada de lo que se le preguntaba. Madama de la Tour, mas mueita que viva, le decia muchas veces : *' Hijo mio, *^ jamas te veo, que no me parezca ver a mi *' amada Virginia." Al oir Pablo el nombre de Virginia se estremecia y se alejaba de ella, a pesar de las voces e instancias de su madre para que no se apartaiTi de alli, y encaminan- dose al jardin se sentaba al pie del cocotero de Virginia, y fixaba los ojos en su fuente. El cirujano del gobernador, que con el may» or esmero le habia asistido, nos dixo un dia, que para quitarle la negra melancolia que ler atormentaba, era necesario dexarle hacer todo lo que quisiera, sin contxadecirle en nada ; y que este era el unico medio que habia de ven- eer el silencio en que se obstinaba : cuyo con- sejo resolvi seguir en lo sucesivo. En efecto, luego que Pablo se sintio mas restablecido, lo primero que hizo fue alejarse de la posesion ; mas como yo no le perdia de vista, le fui siguiendo, y dixe a Domingo, que nos acompanara y llevara provisiones para al- gunos dias. A medida de que Pablo baxaba estamontaiia, parecia que renacian sus fuer^ zas y alegria. Tomo desde luego el camino de las Pamplemusas, y quando llcgamos cerca o de 158 PABLO Y VIRGINIA. de la iglesia y del grupo de bambues, se fue en derechura al parage donde vio la tierra recien- temente movida : arrodillose alli, y levaiitaiido los ojos id cielo, hizo una larga oracion. Este paso me parecio de muy biien aguero para el recobro de su razon, pues semejante seiial de confianza en el Ser supremo, mani- festaba que su alma comenzaba a recuperar el exercicio de sus funciones naturales. Domin- go y yo nos arrodillamos, a exempio suyo, y oramos con el, despues se levanto, y se enca- mino acia la parte del norte de la isla, sin ha- cer mucho caso de nosotros. Como yo estaba cierto de que ignoraba donde se habia deposi- tado el cadaver de Viiginia, y aun si le habian sacado del mar, le pregunte porque habia ido a rezar al pie de los bambues, y me respondio suspirando : "" Hemos estido alli tantas veces " Virginia y yo ! " Continue caminando hasta la entrada del bosque, donde nos cogio la noche. Alli le excite con mi exempio a tomar un poco de alimento, y despues nos recostamos sobre la yerba al pie de un arbol, persuadido yo de que al dia siguiente resolveria volverse a casa. En efecto, luego que amanecio, estuvo mi- rando bastante tiempo acia la llanura de la igle- sia de las Pamplemusas, y aun hizo algunos movimientos como para rctroceder ; pero de alli PABLO Y VIRGINIA. 153 alii a un instante se interno repentinamenfe en d bosque, dirigiendo siempre sus pasos acia el norte. Conociendo yo su intencion, pro- cure distraerle de ella ; pero fueron inii tiles mis esfuerzos. Llegamos finalmente cerca de medio dia a la punta de los Polvos de Oro, y baxo precipitadamente a la playa del mar, en- frente del parage donde naufrago el San Geran- do ; y a vista de la isleta del Ambar y de su canal, entonces terso y apacible como un cristal, exclamo : '' Virginia ! amada Virgi-. " nia !" y en esto se desmayo. Domingo y yo le conduximos en hombros a lo interior del bosque, donde nos vimos muy apurados para hacerle volver en si ; y habien. dole conseguido, se empeno de nuevo en vol- ver a las orillas del mar, hasta que habiendole suplicado que no renovara nuestro dolor y el suyo con tan crueles memorias, tomo otra di- reccion. Finalmente, por espacio de ocho diasj no ceso de andar de una parte a otra, recor- riendo uno por uno los lugares donde habia estado con la companera de su infancia; la senda por donde habia ido a pedir el perdon para la esclava de Rio-negro ; las margenes del rio de los Tres Peehos, donde Virginia se sento por no poder andar, y la parte del bosque donde los dos se extraviaron. Todos los sitios que le recordaban las inquietudes, los entrete- nimientos, 160 PABLO Y VIRGINIA. nimientos, los banquctes, la beneficencia de su querida Virginia ; el rio de la Montaria-larga, mi cabaiia, la cascada inmediata, el papayo plantado por su mano, los cruzeros dc la flo- resta donde ella se complacia en cantar, la era 6 explanada inmediata a su casa donde gustaba de correr ; todos estos sitios, rcpito, le hicie- ron derramar sucesivamente lagrimas de aflic- cion ; y los mismos ecos que tantas veces ha- bian resonado con los gritos comunes de su mutua alegria, no repetian entonces mas que estos acentos deloridos : *' Virginia !... amada "Virginia!" Con p.quella vida errante y salvage, se le hun- dieron los ojos, cubrio su rostro una mortal palidez, y su salud se deter ioro considerablc- mente. Persuadido yo de que el sentimiento de los males 'presentes se duplica con el re- cuerdo de los placeres pasados, y que las pa- siones crecen y se fortifican con la soledad, resolvi apartar a mi infeliz amigo de los lu- gares que renovaban la memoria de la perdida de la prenda de su amor, y trasladarle a otro parage de la isla donde encontrase mas distrac » cion y variedad de objetos. A este efecto le Ueve a las alturas habitadas del distrito llamado de Williams, donde no ha- bia estado nunca, y en cuya parte de la isla, la agricultura y el comercio estaban a la sazon en su PABLO Y VIRGINIA. IGl sii mayor auge y actividad, pues por todas partes habia quadiillas de caipinteros, que cor- tabaii maderas, y otros que las serraban en tablones ; carretas que iban y venian de una parte a otra, por todos sus caminos ; grandes manadas de bueyes y de caballos, que pasta- ban en su fertil campiria, y una infinidad de casas distribuidas por los campos. Por otro kdo la elevacion del suelo permite plantar alii en muchos parages diversas especies de vege- tciles de la Europa, y se veian aqui y alii mieses doradas en la llanura, verdes tapetes dc fresales en los descampados de los bosques, y a lo lai'go de los caminos setos de rosales, Ademas de esto, la frescura del ayre que alii sc respii-a, dando tension a los nervios, es, por consiguicme, favorable a la salud, aun de los mismos blancos. Desde aquellas alturas^ situadas casi en el centro de la isla, y rodeadas de grandes bos- ques, no se descubre ni el mar, ni Puerto-Luis, ni la iglesia de las Pamplemusas, ni otro cbje= to que pudiera excitar en Pablo la memoria de Virginia. Las mismas montaiias que se pre- sentan a la vista en diferentes graduaciones por el lado de Puerto Luis, no ofrecen, miradas desde las llanuras de Williams, mas que iin promontorio en linea recta y perpendicular, en 2- tl IG2 PAB.LO Y VIRGINIA tl qual sobresalen varios picachos miiy eleva- dos, donde se apiiian las nubes. A aquellas llanuras, pues, conduxe yo a Pablo, trayendole en continuo movimiento de una parte a otra, de noche y de dia, al agua y aJ sol, y aun extraviandole de proposito en los bosques, prados y campos, con el fin de dis- traer su animo con la fatiga del cuerpo, y de hacerle mudar de reflexiones con la ignorancia del 111 gar donde nos hallabamos, y del camino que habiamos perdido. Pero el alma de un amante encuentra en todas partes los vestigios del objeto amado : la noche y el dia, el buUicio y la soledad, el tiempo mismo, que se lleva tras si tantas memorias, nada puede apaitailc de el, bien asi como la aguja magnetizada, que por muchas agitaciones que padezca, se vuelve acia el polo que la atrae, inmediatamente que la dexan en reposo. Y asi, quando yo le pre- guntaba a Pablo, extraviado en medio de un bosque ; ** ^* Adonde iremos ahora ?" se volvia acia el norte, y me decia : " Alii estan nues- ** tras montaiias: volvamonos a ellas." Bien pronto conoci que todos los medios, discurridos por mi para distraerle, eran inu tiles, y que no me quedaba otro recurso que comba- tir su pasion con sus mismas armas, valien- dome para esto de todas las fuerzas de mi debil razon : PABLO Y VIRGINIA. iQ3 razon ; y asi le respond! : *^ Si ; aquellas son *' las montaiias donde vivia tii querida Virgi- ^* nia, y este el retrato que le diste junto a la *' fuente de los cocoteros, y que ella conservo *' hasta el ultimo instante de su vida." Al punto que Pablo vio el retrato, me le arranco de las manos con una especie de furia, comen- z6 a temblar, y se inflamaron los ojos, dete- nidas en ellos las lagrimas, sin poder corren Yo entonces viendole tan inmutado^ le hice las reflexiones siguientes i '' Escucha mis razones, querido Pablo, que " soy tu amigo,^ y lo he sido igualmente dfc '* Virginia, y no ignoras que he procurado ^* siempre, en medio de vuestras esperanzas^ ^' fortificar vuestra razon contra los accidentes " imprevistos de la vida. I De que te lamen- tas con tanta amargura ? de tu desgracia, 6 '' de la de Virginia ? e Te lamentas de tu desgracia ? sin duda que es muy grande, pues has perdido la me- jor de las mugeres, que habiendo sacrifica« *' do sus intereses a los tuyos, te prefirio a los '' bienes de la fortuna, como et linico premio '' digno de su virtud. Pero i que sabes tu si " el objeto de quien podias esperar una felici- *' dad tan pura, tal vez seria para ti la causa de una infinidad de males ? Virginia era pobre y estaba desheredada ; y tii unicamente la po- diaa a IGi PABLO Y VIRGINIA. *' dias mantener con el trabajo dc tus manos. *' Habiendose criado con mas delicadeza que " tu, y adquirido mas \'alor con su misma ** desgracia, la hubieras visto desmejorarse de *' dia en dia, esforzandose en partir contigo el *' peso de tus fatigas. i Quanto no sc acrecen- ** tarian tus penas y las suyas, si tenicndo hi- ** jos maiiana u otro dia^ os vierais prccisados ** a mantener, con solo tu trabajo, a vuesti-as " ancianas madres, y una dilatada familia ! *' Tu me diras que el gobernador os ayuda- '' ria, pero I quien sabc si en una colonia, *' donde se mudan tan amenudo los goberna- ** dores, hallariais otro como Mr. de la Bour- " donais ? l quien te asegura a ti que el que ** venga despues de el, no sea hombre de ma- *' las costumbres, y peor modo de pensar ? Y ^* en este caso, 6 vivirias pobre toda tu vida^ '' 6 teexpondrias a las asechanzasde su cor- *^ rupcion por conservar tu honor y el de tu " esposa, siendo perseguido por aquellos mis- " mos de quienes esperabas proteccion y am- ** paro. *' Me podras decir que a lo menos gozarias '' de la felicidad independiente de la fortuna, *' esto es, de proteger al objeto amado, que se '* estrecha con nosotros en proporclon de su ** misma debilidad ; de consolarle con tus pro- " pias inquietudes ; de alegrarle con tu misma *' tristezav PABLO Y VIRGINIA. 165 *' tristeza, y de aumentar el amor con vuestras " penas mutuas. No hay diida que la virtud " y el amor, en los matrimonios bien avenidos, *' gozan de estos placeres amargos. Pero Vir- ** ginia ya no existe, y te quedan los dos ob- ** jetos, que despues de ti ha amado mas en ** este mundo, que son su madre y la tuya, a ** quienes tu dolor inconsolable hara descen- ** der al sepulcro. Pon, pues, tu dicha en *' ayudarlas, como la tenia puesta ella misma. ** La beneficencia, hijo mio, es la felicidad de " la virtud, y no hay otra mayor ni mas segura que ella sobre la tierra, Los proyectos de placeres, de tranquilidad, de delicias, de abundancias y de gloria, no estan hechos *' para el hombre debil por naturaleza, y pa- ** sagero en esta vida. Observa como un paso •* dado hacia la fortuna, nos ha precipitado a '* todos de abismo en abismo. Verdad es que ** tu te opusiste al viage d^ Virginia ; pero *^ i quien diria que no habia de ser para su *' mayor bien y tuyo? Las instancias de una ** parienta anciana y rica, los consejos de un */ gobernador prudente, los aplausos de una *' colonia, las exhortaciones y autoridad de un '* ministro de Dios, han decidido de la suerte *' de Virginia. Asi rcgularmente conxmos a *' nuestra perdicion, dcslumbrados con las es- ** peranzas de un mundo enganador. Pero al cabo, (( 166 PABLO Y VIRGINIA. '* cabo, de tantos hombres como vemos tan " afanados en estas llanuras, de tantos como '* \'an a buscar fortuna a las Iiidias, 6 que sin " salir de su casa disfnitan tranquilamente en '' Europa de los sudores de estos, ni uno solo ** hay que no este destinado a perder un dia lo que mas estima, grandeza, fortuna, muger, hijos y amigos. La mayor parte tendran que aiiadir a esta perdida la memoria de su propia imprudencia ; mas tii , entrando den- *' trode ti mismo, nada tienes de que repre- ** henderte, pues siempre has tratado a Vir- *' ginia con las miras mas legitimas, mas puras *' y mas desinteresadas. Es verdad que la has " perdido ; pero no ha sido por imprudencia, ** avaricia u otra falta tuya, sino porque Dios ** ha querido valerse de las pasiones de otros ** para quitarte el objeto de tu amor : Dios, *' digo, de quien tienes todo lo que eres, que ** ve todo lo que te conviene, y cuya sa- *' biduria no te dexa ningun lugar a la deses- " peracion y al arrepentimiento, compaiieros ** inseperables de los males de que nosotros ** hemos sido los autores. *^ Lamentaste de la desgracia de Virginia, de *' su triste fin y de su estado presente ; y por- ** que ? Ella ha padecido la suerte reservada a " la grandeza, a la hermosura y a los imperios *^ mismos. La vida del hombre, con todos sus FABLO Y VIKGINIA. 16r sus proyectos, se eleva como una torre, cik yo coronamiento 6 remate, es la muerte. Estaba condenada a morir desde el instaiite de su nacimiento. I Dichosa ella en haberse desatado de los lazos de la vida, antes que su madre, que la tuya y que tu mismo, quiero decir en no haber muerto muchas veces antes de la ultima ! ** La muerte, hijo mio, es un bien para el hombre justo ; es la noche de este dia in- quieto que se llama vida, y el termino de las enfermedades, pesares, atiicciones y te- mores que contmuamente agitan a los mise- ros mortales. Fondea a los hombres que parecen mas dichosos, y veras quan cara- mente ban comprado su pretendida felici- dad ; la opinion publica a costa de mil males domesticos ; las riquezas a costa de la per- dida de la salud ; el placer tan raro de ser amado a costa de continuos sacrificios ; y re- gularmente al fin de una vida sacrificada a los intereses de otro, no ven al rededor de si, mas que amigos falsos y parientes in- gratos. Pero Virginia ha sido feliz hasta el ultimo momento : lo fue en nuestra compa- iiia con los bienes de la naturaleza, y lejos de nosotros con los de la virtud ; y aun en el instante terrible en que la vimos perecer fue igualmente feliz ; porque ya echase los ** ojos 1C8 rABLO Y VIRGINIA. ** ojos sobre toda una colonia, en ciiyos habi- ** tintes causaba una desolacion universal, ya *' los echase sobrc ti, que con tanta intrepidez ** volabas a su socorro, tuvo el consuelo de '* ver quan amada era de todos. Fortificada *' enaquelmomento con el testimonio de la *' inocencia de su vida, recibio entonces el *' precio que el cielo reservaba a su virtud, un *' valor superior a los riesgos : en una palabra, ^' presento a la muerte un rostro sereno. " Dios, hijo mio, da en que merecer a la ''* virtud en los varios lances de la vida, para " rnanifestar que ella sola es la que puede hal- ** lar felicidad y gloria en los acontecimientos *' mas terribles. Quando le reserva una repu- " tacion ilustre, la eleva sobre el gran teaU'o *^ del miuido y la pone en combate con la " muerte ; entonces su \^alor sirve de exem- * ' plo, y la memoria de sus desgracias recibe *' para siempre un tributo de lagrimas de la *^ posteridad. Ve aqui el monumento inmor- " tal que esta reservado para la virtud, en una ** tierra en que todo pasa, y hasta la memoria ^* de la mayor parte de los grandes, es sepultada ** en etenio olvido. *' Pero Virginia vive todavia. El mismo *' Dios que la crio la hace feliz, premiando " sus virtudes. Ya sabes, hijo mio, que hay " un Ente supremo, a quicn toda la natura* '' leza PABLO Y VIRGINIA. 157 *' ie^a anuncia, y cuya existencia te dicta tu mismo corazon, penetxado de la grandeza de sus obras, que estan a la vista de todos. El es el que premia las virtudes, 6 castiga severamente los vicios, sin que ningun mor- tal pueda frustrar los decretos de su justicia. La religion te lo enseiia, y no necesito de- tenerme ahdra en probarte una verdad de " que estas bien convencido. Ah ! si Virgin. " nia ha sido feliz con nosotros, lo sera actual- *' mente mucho mas con la posesion de su criador. Asi es de esperar de la infinita bondad de Dios, y de la justicia con que juzga a sus criaturas. Vuelvo a repetir: '* Virginia es feliz en el cielo : y si desde la morada de los angeles pudiera comunicarse a ti, te diria como por ultima despedida : O *' Pablo ! la vida no es mas que una continua *' prueba. Yo atravese los mares por obede- cer a mis padres ; renuncie las riquezas por conservar mi fe, y prefer! la muerte a la '' violacion del pudor. El cielo me ha liberta- '* do, en premio, de la pobreza, de la calum- ** nia y de todos los males, que afiigen al *' linage humano en ese globo de miserias, '' donde la vida esta en continua lucha con la '' muerte, y la inocencia con la injusticia ; y *' I tu me lamentas ! Aqui gozo de una dicha *' eterna e inefable ; sin mezcla de disgustos P ni it it (( il a '^« '^:W>^ -W^ m. m.